A nivel global, las desigualdades en el ámbito laboral por motivos de género siguen siendo de las asignaturas pendientes más apremiantes, pero a la vez, poco presentes en la agenda pública o acción gubernamental. De acuerdo con el informe Un paso decisivo hacia la igualdad de género de la Organización Internacional del Trabajo, la brecha de desigualdad salarial por género es en promedio del 20%, además que un 45.3% de las mujeres están empleadas en comparación al 71.4% de los hombres.
Entiéndase por brecha salarial –de manera muy general-, el cálculo estadístico que se realiza para identificar las diferencias existentes entre la media del salario entre hombres y mujeres. Generalmente, las brechas de desigualdad salarial revelan que las mujeres reciben una remuneración inferior que los hombres, por el mismo trabajo desempeñado.
México no es la excepción, y no solo tratándose de la brecha salarial. A nivel nacional, la tasa de participación económica presenta importantes diferencias, al reportar un 77.5% de hombres y un 43.7% de mujeres (INEGI; ENOE, 2018); esta cifra está muy por debajo de la media establecida por la OCDE, que es del 67.2% y de otros países de la región, por ejemplo, Chile, Brasil y Colombia (OCDE, 2016).
Respecto al ingreso que reciben las mujeres trabajadoras en México, se identifica que, en promedio, perciben hasta dos salarios mínimos, con diferencia de 11.8% de desventaja respecto a los hombres; mientras que las mujeres con ingresos por trabajos superiores a los cinco salarios mínimos representan 3.5% del total de ocupadas (INEGI; ENOE, 2018). En términos de salario real, para 2018 la brecha salarial entre mujeres y hombres, se redujo a 889 pesos -considerando que, en 2017, era de 1,116 pesos-.
Estos datos ilustran que las mujeres trabajadoras mexicanas no cuentan las mismas condiciones de acceso a un empleo y que por este, reciban un salario justo, lo que hace indispensable revisar la efectividad y pertinencia de la política pública establecida en la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (expedida hace 13 años), entre otros instrumentos en la materia; sin embargo, uno de los grandes obstáculos es que se sigue pensando que es un asunto que afecta en exclusiva a las mujeres, que no más equivocado, ya que la existencia de brechas de desigualdad laboral por género está muy relacionado a las consecuencias negativas para el crecimiento económico de las naciones.
Al inicio del presente sexenio, las mujeres militantes o políticas afines al partido MORENA, presentaron públicamente el proyecto “Femsplaining: hablemos nosotras”, mismo que proponía cuatro medidas directas para combatir la discriminación y la violencia en el ámbito laboral:
· Incluir en el mercado laboral a 2 millones 300 mil jóvenes, que trabajarán como aprendices con una beca de alrededor de 3,500 pesos mensuales, con el fin de reducir la brecha laboral y ofrecer acceso al empleo.
· Impulsar un aumento al salario mínimo que permita a las personas vivir con dignidad.
· Promover una estricta aplicación de la justicia laboral, e
· Incentivar a que las labores de cuidado se distribuyan en igualdad y reconocer derechos de paternidad.
De estas cuatro medidas, al menos tres se han logrado implementar a menos de cuatro meses de que el gobierno en turno tomara la responsabilidad nacional, no obstante, se tratan de acciones aisladas que no se articulan a una agenda de género concreta que atienda esta y otras problemáticas que afectan con mayor ahínco a las mujeres. Así, las oportunidades de mejora se reducen.
Ante este panorama, la nueva reforma laboral que se dice la más importante y revolucionaria de todos los tiempos, es prometedora … pero no para las mujeres trabajadoras.
La actual reforma laboral que se votará en breve por la Cámara de Diputados, sí retoma importantes medidas a favor de las mujeres, pero claramente se queda corta frente a las problemáticas existentes en el sector. El Dictamen de la Comisión de Trabajo y Previsión Social en materia de justicia laboral, libertad sindical y negociación colectiva, dice que las reformas a la Ley Federal del Trabajo:
1) Consideran de interés social, garantizar un ambiente laboral libre de discriminación y violencia.
2) Obligan a los patrones a implementar un protocolo para prevenir la discriminación por razones de género y atención de casos de violencia y acoso sexual.
3) En casos de despido de mujeres víctimas de discriminación o acoso, no se podrá dar de baja a la trabajadora afiliada a la institución de seguridad social.
4) Protegen a las trabajadoras víctimas de discriminación por embarazo, acoso sexual y de trata laboral, para que no se reúnan personalmente o encaren con su agresor, en la etapa conciliatoria obligatoria.
5) Obligan a que en los estatutos de los sindicatos se señale que la integración de la directiva se conformará proporcionalmente por razón de género.
6) Tratándose del trabajo del hogar, se establece la obligación a los patrones de inscribir a las trabajadoras ante el IMSS y pagar las cotas correspondientes.
No hay duda que es un avance, pero mínimo y así han sucedido todos los logros alcanzados, a cuenta gotas y de muy bajo perfil. Los últimos referentes de grandes conquistas laborales para las mujeres, se dieron en 1970 con la expedición de la Ley Federal del Trabajo, y en 1974, con el establecimiento de normas protectoras de las madres trabajadoras; no fue hasta 2012, que por primera vez se habló de igualdad sustantiva en el empleo, atención y sanción del acoso y el hostigamiento sexual como formas de violencia, y se fortalecieron las medidas de protección a favor de las madres trabajadoras, pero…
¿Cuándo llegará una verdadera revolución laboral para las mujeres? ¿El post neoliberalismo que encabeza López Obrador, acercará a las mujeres las conquistas laborales negadas en 2012?
En concreto, México necesita una reforma laboral que redimensione el actual esquema de la licencia de maternidad; ofrezca una ampliación de los periodos autorizados de la licencia de paternidad, a fin de que los hombres se involucren en las tareas del hogar y de cuidados; busque la igualdad salarial entre mujeres y hombres: misma paga por el mismo trabajo; instrumente una política nacional para el fomento de la lactancia materna en el empleo; impulse una efectiva corresponsabilidad entre la vida familiar y laboral; rompa el techo de cristal; busque equidad en la integridad de las plantillas laborales, entre otros.
No queda más que esperar a que las y los senadores tengan en cuenta la enorme responsabilidad en sus manos, y mejoren el alcance de esta reforma, a fin de que las mujeres puedan acceder a un entorno laboral más equitativo, a pesar de la premura que existe para aprobar la Minuta. Que no deje para después, cuando no haya prisa.
Tener un trabajo digno no debería ser una utopía para las mexicanas. Es tiempo de las mujeres y el empleo es uno de los pocos medios que permite a las mujeres, mejorar sus condiciones y expectativas de vida. Ojalá se entienda.