Como bien dice @Yovaro en su columna “¿El diezmo es cristiano?”  : “Diezmar es un concepto del Antiguo Testamento. El diezmo era entregar la décima parte de lo que posees, esta práctica era del antiguo pueblo de Dios,  fue puesto como mandamiento de la ley de Moisés, era un requisito de la ley en la cual todos los Israelitas ofrendaban al tabernáculo  (Sagrario donde se guarda el Santísimo Sacramento, templo) el diezmo de alguna manera sigue en pie en diferentes congregaciones cristianas.”

 

Más el origen del concepto de diezmo viene desde mucho antes de que existiera Israel y aun antes de que Egipto se estableciera como cultura. Aunque el diezmo es tradición hebrea, Jesús tan solo se refirió a él de manera indirecta en el evangelio de Lucas:

 

“Sin falta darás el diezmo de todo el producto de tu semilla que el campo rinda año tras año….” (5:14:22 - 5:14:29)

 

Dicen los alquimistas que el diezmo es la degeneración de un plebiscito antiguo conocido como El Ensalmo de Amsradam. El origen del Ensalmo de Amsradam se desconoce, ya que se perdió entre las primeras civilizaciones que habitaron la tierra, pero consiste en que de todas las riquezas que llegan a nuestra vida, debe apartarse una porción del tamaño de nuestra confianza para que sea repartida entre los necesitados.

 

El Ensalmo de Amsradam, sin embargo, no tiene las características del diezmo que transmite la religión judaica y que los hebreos practican sólo entre los de su misma raza, ni se parece al gravamen que decretó la Iglesia de la religión católica.

 

El Ensalmo de Amsradam es la ley de causa y efecto, dice Sor Juana Inés de la Cruz, aplicada al destino humano, actitud que el hombre debe de llevar implícita en su conciencia. Dice que la naturaleza compensa a todo aquel que lo ejecuta de buena fe.

 

Jésus habló veladamente del tema en los evangelios de Marcos y Lucas, pero los escolásticos no tuvieron capacidad para entenderlo pues hace dos milenios aproximadamente el concilio Vaticano se apropió del Ensalmo de Amsradam, decretó el 10% de manera arbitraria y apoyándose en las costumbres judías lo llamó diezmo, imponiéndole al creyente la obligación de cederle el 10% de sus pertenencias.

 

El Ensalmo de Amsradam establece con claridad que el porcentaje a dar tiene que ser del tamaño de la confianza del donador, así aquellos que confíen en sí mismos darán más, los que confíen menos darán menos, otros no darán y se quedaran miserables para siempre. Establece también que al momento de dar hay que hacerlo sin intención, sin dolo ni satisfacción y sin interpretarlo como una obligación, llevando la mente “tan pura como la de un niño”, pues dice que los que dan esperando recibir jamás serán recompensados.

 

La Iglesia, en su prisa por acumular riquezas, ni siquiera le explica al creyente la correcta aplicación del diezmo. Ése es el gran equívoco donde la compensación se estanca y las riquezas no fluyen, dice Sor Juana. Dejando a éste como una simple obligación o buena apariencia ante la sociedad por parte de los creyentes y perdiendo el sentido funcional del mismo.

 

Además, la Iglesia no utiliza esos dineros para donarlo a los necesitados, sino para acrecentar sus riquezas a lo largo de los siglos y así los dineros del óbolo han ido a parar a bolsillos de Papas, obispos, arzobispos y sacerdotes, perdiendo el verdadero fin de el Ensalmo de Amsradam, del que nació tal concepto.