Impresionante el artista Justin Bieber: más de 20 millones de visitas en el video de su nueva canción Beauty and Beat. El chico causa un furor impresionante entre las adolescentes principalmente. Y también mucha animadversión por parte de otra sección de jóvenes, al punto, casi casi, de llegar al hartazgo. Pero no quiero escribirles acerca de este fenómeno musical, porque no sé sobre su carrera y porque no me interesa su música.
Quiero tocar alguna de esas fibras tan sensibles para el ser humano: la música, sus ídolos y el respeto o tolerancia.
Tenemos que aceptar, que todo tipo de género musical se ha visto sumergido en dimes y diretes efusivos y apasionados en las sociedades de cualquier época. Se ha catalogado a cierta población con un género musical. Muchos lo toman con agrado, a niveles sorprendentes, a tal punto de participar en querellas que no les concierne, peleas que reúne a personas en dos o más conglomerados y los hace enfrentarse con pasión, portando banderas de guerra hasta las últimas consecuencias.
Solo basta ver las batallas que se desatan en internet –por no irnos a las noticias de jóvenes golpeándose por defender o provocar a “rivales” de tribus diferentes-.
Los metaleros defienden sus géneros musicales con furia, al igual que los reggaetoneros, raperos, poperos, norteños, belibers, etc, etc., etc. ¿Quién tiene la razón? ¿Cuál es el género musical idóneo que debería de escuchar el mundo entero? ¿Qué tipo de música debería de desaparecer al igual que sus apasionados seguidores? La respuesta: todos y nadie. Todos tienen razón en apreciar sus gustos, y nadie y ninguna clase de música debería de desaparecer.
Qué monocromático y aburrido sería el mundo si todos concordáramos en los mismos gustos. ¡Aburridísimo!
La música existe para despertar la energía que llevamos dentro, pero como cada humano es un mundo, se necesita infinidad de beats, melodías, acordes, letras, resonancias, fuerza, notas, agudos y graves, a todos niveles para poder, a penas, satisfacer nuestro apetito tan grande y variable que nos hace ser.
En lo personal, mis gustos musicales son variados y trataré de expresar el porqué de mi interés hacia tal o cual.
No generalizo, porque como en cualquier música –o en cualquier cosa-, nada es absoluto.
Reggaetón: Me gusta su ritmo sencillo, pegajoso y retumbante. Su base es similar en casi todas las canciones. Sus letras son catalogadas como vulgares, pendencieras y simples, y la mayoría así lo son, pero son jocosas. De cada quien depende que se tome en serio lo que dice el cantante. Excelentes para alguna fiesta en las que a uno lo que le interesa es mover el cuerpo mientras charla con otra persona. Es cierto que la mayoría viene cargada de contenido sexual, y ¿qué?, el ser humano es sexual y todo lo que nos rodea tiene iconos y signos eróticos. Habremos que estudiar de un punto semiótico este asunto.
Rock-Metal: Ritmos estridentes, con sonidos fuertes y golpeteos rápidos y diversos. Sus letras son variadas y más elaboradas. A veces se utiliza la metáfora constantemente. Su ritmo me provoca una sensación interna explosiva. Cierro los ojos y comienzo a moverme de manera rápida y brusca, frunzo el ceño y cierro los ojos para acumular la energía que desataré en alguna nota potente. Y la explosión se desata al ritmo de la guitarra y batería. Hay canciones hermosas que quedarán para la historia musical.
Folclore Mexicano: En lo personal es de la música que más me agrada. Para cerrar más la inmensidad de géneros de cada región del país, me fascina los sones de las tres huastecas: potosinos, hidalguenses y veracruzanos, también los calentanos, los tamaulipecos. Sus letras son poesía pura. Poemas. En la mayoría de sus veces, son historias inventadas al momento, alimentándose de las personas que rodean a los músicos, de la fiesta que se celebre, la región en la que se encuentre y muchos etcéteras más. Dejemos de lado que son cien por ciento mexicanos y que han animado fiestas de generaciones atrás. Son hermosos y muy pegajosos. Bailables y sumamente delicados, finos y considerados. Románticos. Sin una sonrisa la mujer que cortejes –simulada o no-, el baile no tiene el mismo esplendor. Acompañados de zapateados diversos y sumamente complejos. Parece que es más aplaudido y admirado en el extranjero que en su tierra.
Conclusión en la segunda parte.