En los últimos días hemos sido testigo de acontecimientos lamentables, sucesos que no queremos se repitan en México.
Durante el fin de semana pasado vimos cómo los aficionados Chivas golpeaban a varios elementos de seguridad, la noticia ha causado molestia y ha encendido las alertas en los estadios de fútbol, ya que no es la única vez que las barras de algún equipo causan estragos en el ámbito deportivo.
En contraposición días recientes comenzó a circular en las redes sociales un video en el cual al parecer los elementos de seguridad del estadio ejercieron brutalidad policiaca contra un joven aficionado, lo que fue la causa para que los otros aficionados respondieran con más violencia.
Sin duda los hechos son condenables y nunca, nadie en ningún lugar debería repetir tales actos de violencia; ni hacerse justicia por propia mano, pero más allá de lo que ya se ha dicho y las medidas que se tomarán, debemos reflexionar brevemente sobre nuestra sociedad en torno a las pasiones que despierta el fútbol.
Vemos a un grupo de individuos que pelea en un partido de fútbol, pero que no lo hace por una democracia real, ni por un mejor país, ni por mejor salario o calidad de vida, vemos personas desgarrándose las vestiduras porque su equipo pierde, pero no vemos mexicanos que se ofendan ante una elección comprada o un fraude al erario público.
Vemos a millones de mexicanos en la pobreza extrema y no nos indignamos, pero si no vemos de titular a tal o cual portero en la selección mexicana nos ofendemos y hasta abrimos un foro en francés para defender a nuestro jugador predilecto.
Creemos que los jugadores de fútbol o boxeadores, son como lo dijo de manera terriblemente desacertada Memo Ochoa (Paco Memo): “Soy una especie de embajador”.
¿Qué?
La inverosímil frase del portero mexicano que milita en el fútbol francés es una muestra de cómo se ve el mismo y cómo el grueso de los aficionados ven a sus ídolos deportivos, es decir, una especie de embajador en Francia… ¿O sea, es como un Octavio Paz?, cuando leí dicha nota no lo podía creer, de verdad es indignante que haya personas que se asuman de esa manera, sin una gota de humildad y lo peor, gente que se lo crea.
Este egocentrismo exacerbado es en paralelo un síntoma de la idolatría exacerbada por los deportistas. Mientras que los que practican el fútbol pueden vivir de ello, la gente que se dedica a la poesía o a escribir difícilmente pueden vivir de ello sin venderse como intelectuales del oficialismo.
Es decir, que vivimos en un país en donde el fútbol representa mucho, muchísimo más a nuestra patria que un libro… La Piedra del Sol puede formar parte de una camiseta de fútbol y ser todo un símbolo de la identidad nacional, pero el libro Piedra de Sol de Octavio Paz es casi desconocido por el grueso de la población.
En este entendido, el embajador es Paco Memo y no Octavio Paz, no quiero restar méritos a nadie, ni minimizar logros, ni criticar la actividad en la que trabajan otros… pero muy personalmente prefiero que en Francia me identifiquen como una persona que viene del país de La Piedra del sol, el país de Octavio Paz, el país de Salvador Novo, de Sor Juana Inés de la Cruz y compañía… Y no que me identifiquen que vengo del país de donde jugó Memo Ochoa en el América.
¿No hay dinero para libros, arte y cultura?
Toda esta verborrea tiene que ver con nuestra fascinación por el fútbol y no por otros ámbitos, en este entendido mi crítica es para esta afición extrema, no vemos el deporte como lo que es, una actividad lúdica y recreativa, sino que lo percibimos como el sentido de nuestras existencias y que se liga a la vez con la identidad nacional.
Cabe mencionar que mucho se dice que los mexicanos no leemos por nuestras precarias condiciones de vida, y en parte es cierto, primero debemos estar bien alimentados para poder pensar más allá de nuestras necesidades básicas y es muy cierto, primero debemos cubrir eso para luego poder ir a la escuela.
Pensemos en los niños de las sierras, las necesidades que tienen y lo lejos que les queda la escuela, sin mencionar que debido a una mala alimentación se derivan problemas de salud, lo que impide ir a la escuela de forma adecuada y si por gracia de Dios llegamos con todo bien a la escuela, nuestro sistema educativo está muy rezagado y es deficiente, lo que nos impide desarrollar a cabalidad nuestra capacidad intelectual.
Son millones los mexicanos que están en pobreza extrema, pero luego de ese sector tenemos otros. En este caso es necesario mencionar a los que tienen dinero para ir al estadio ¿Tienen dinero para la entrada y las chelas, pero no tienen para un libro?
Este es el punto central, algunos estratos de la sociedad mexicana tiene dinero para ciertas cosas, como fútbol, cine, toros, chelas, conciertos… ¿Pero no tiene dinero para libros?
¿Qué pasaría si en lugar de que 100 mil personas asistan a un concierto, esas mismas compraran un libro? En mi caso personal preferiría hacer millonario a Alberto Ruy Sánchez, autor de los Cuentos de Mogador, que a Justin Bieber.
No tengo idea cuánto cuesta un boleto para ir a un concierto de algún cante pop, pero seguramente por el precio de un boleto de esos, calculo que mínimo me podría comprar entre 3 y 5 libros. Y este es el problema de la idolatría en nuestra sociedad, no solamente de México, preferimos lo fácil, lo lúdico, lo simple, el vano entretenimiento que al placer literario y cultural, que el deleite de pensar, de sentir, de vivir historias en mundos lejanos o por descubrir que deja un libro.
Con esto no quiero decir que nunca vayan a un concierto, ni que no nos divirtamos, ni que no vayamos a ponernos románticos con nuestras parejas al cine o al Auditorio Nacional, ni que no salgamos con nuestros amigos a beber un buen vino, lo que hago es una invitación a hacer un pequeño sacrificio para invertir más en libros y cultura.
No soy una persona que lea todo el tiempo, sino que encuentro ratos libres, que sacrifico de otras actividades, digamos más lúdicas. Por ejemplo, ¿si en lugar de aventarnos toda la jornada 15 de la liga, qué tal si no vemos un par de partidos, o si leemos un poco en el medio tiempo, o si en lugar de ver todo la cartelera chafa de cine Hollywoodense, no vemos la más palomera y leemos un libro?
Incluso hay actividades culturales gratuitas, en Casa del Lago siempre hay eventos a precios accesibles, existen remates de libros por lo menos unas tres veces al año, ya sea en el Centro Histórico, en el Auditorio Nacional o en la UNAM. También en el Lago de Chapultepec se exhiben documentales o películas antiguas de forma gratuita y como siempre, todos los museos son gratis los domingos.
Lo cierto es que sí podemos, pero no queremos y mientras sigamos creyéndole a la televisión no saldremos de nuestra precaria condición, condición humana, no referente al dinero o bienes que poseamos. Y el problema también tiene que ver con nuestro sistema educativo, el cual no nos brinda las herramientas suficientes para que nos interesen actividades más complejas que ver la televisión.
Y nuestro otro gran problema es que idolatramos a la televisión y a sus “embajadores”, hasta que no cambiemos de mentalidad, este país no cambiará y por supuesto los abusos por parte de la “caja idiota” y sus dueños continuarán, tal y como lo dijo “El Tigre” Azcárraga.
En la segunda parte retomaremos esta reflexión, pero centrada en la televisión en México.