Trump ya es el presidente de Estados Unidos. Luego de su juramento, ofreció un discurso que resume quién es él, y define lo que se propone hacer en los siguientes 4 años. Un discurso agresivo y amenazante hacia otros países, a las que acusa de haberle “robado” empresas y haber “destruido” sus puestos de trabajo.

 “Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban nuestras empresas y destruyen nuestros puestos de trabajo. La protección engendrará prosperidad y fuerza”, dijo Trump.

 Un proteccionismo más que explícito. Que ya en sí mismo es perjudicial en lo económico para su país, ya que hará más grande la intervención del Estado en las relaciones comerciales para favorecer al mercado interno, no permitiendo a sus productos ser competitivos en el orbe, como debería ser.

 Trump tiene por único interlocutor a un trabajador estadounidense. Cada una de sus palabras parece pensada y narrada sólo para el regodeo de un oído popular, y de raza blanca. No parece importarle en lo más mínimo lo que los presidentes de otros países puedan pensar de él, y cómo se vean afectadas con ellos las relaciones políticas y económicas, cuando despotrica con acusaciones delirantes.

 ¿Será por ejemplo que Ford vino a asentar sus fábricas a México porque nuestro país intenta “destruir” la economía estadounidense? México no le ha robado nada a nadie y las firmas de Estados Unidos que a lo largo de décadas han elegido operar en nuestra nación han obtenido beneficios normales en un mercado global, como mano de obra barata, facilidades de infraestructura, materia prima a la mano.

 El proteccionismo de Trump, lejos de “generar prosperidad y fuerza”, va a crear un desfase de la economía interna de EU frente a la economía del libre mercado del resto del mundo, lo que a la postre va a empobrecer mucho más a su país. No puede ver esto el magnate, embriagado en las mieles de su mesianismo populista. Al tiempo.

Excelente respuesta le dio la BMW de México a Trump hace unos días, ante las amenazas de éste de imponer sanciones si seguían en México, al exportar sus vehículos a EU: Podemos exportar a otros países, le contestaron. Y ésa será una respuesta icónica de toda empresa en similares circunstancias, al ahora presidente americano.

 El de hoy fue un discurso que rebosa proteccionismo, y es patriotero, populista, mesiánico, demagógico, pero sobre todo, ensimismado, insular, saturado de ostracismo, porque ignora plenamente un incontrovertible contexto de economía globalizada y una geopolítica de bloques de naciones.

 ¿Por qué decimos que es un discurso de ostracismo? Porque concibe a Estados Unidos y a su pueblo de forma aislada del mundo, no conectada con el beneficio y desarrollo de otras naciones que son sus aliadas comerciales. Como si un país pudiera crecer de forma aislada, sin tener en cuenta las relaciones comerciales con otros países. Como si el bienestar en un país dependiera sólo de lo que sucede dentro de sus fronteras, por rico y “autosuficiente” en algunos rubros que fuera…

 ¿Por qué es patriotero? Porque intenta inspirar un legítimo amor a su patria, pero lo hace presentando su proyecto como la quintaesencia de Estados Unidos, como si su gobierno fuera la expresión más depurada de fervor por la Nación, la más excelsa, o la que mejor enalteciera el nombre de Estados Unidos. Cuando, a juzgar por las reacciones y protestas en las calles de muchas ciudades ante la llegada del magnate, es muy diferente.

 Es muy populista porque sólo dice lo que es obvio que la gente quiere escuchar. Esta frase derrama populismo: “Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo de personas en la capital de nuestra nación ha cosechado los frutos del gobierno mientras el pueblo soportaba los costos. Washington prosperaba, pero el pueblo no compartía su riqueza. Los políticos prosperaban, pero el empleo desaparecía y las fábricas cerraban”. Frase que además es maniquea, los malos son los podridos políticos de Washington, y el bueno es el pueblo. Así de simplista y manipulador.

 Frase además engañosa, cuando es proferida por nada menos que un magnate que jamás ha conocido la pobreza, siempre ha respirado lujos, y vive entre rascacielos, mansiones, aviones… Enunciada por alguien que siendo multimillonario, intenta igualarse, ponerse en el mismo nivel de quien en verdad ha vivido la pobreza.

 También es mesiánico: “El 20 de enero de 2017 se recordará como el día en el que el pueblo volvió a gobernar este país. Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país dejarán de estar olvidados.  Ahora, todo el mundo nos escucha. Vinieron, decenas de millones de ustedes, para formar parte de un movimiento histórico como el mundo no ha conocido jamás”. Ni quien le crea. Se presenta como el redentor de Estados Unidos, y además, el único y más grande de toda su historia.  Refuerza la noción instaurando de inmediato el 20 de enero como “el Día del Patriotismo”…

Y esto es sólo el inicio de la era Trump. Los estadounidenses deberían tomar nuestro ejemplo y recordar que el proteccionismo ya lo vivimos en México y lo único que genera al final del día es pobreza.