Joseph Goebbels, como es sabido por todos, fue el ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda de 1933 a 1945. Ha sido objeto de numerosos estudios, pero uno en particular es muy llamativo; se trata de un artículo llamado Goebbels ‘Principles of Propaganda’, de Leonard W. Doob, que aparece en compendio llamado Public opinion and propaganda: A book of readings, editado en 1962 para uno de los think tanks más antiguos de los Estados Unidos: The Society for the Psychological Study of Social Issues. En ese texto, el autor analiza la personalidad, las acciones y el discurso de Goebbels como hombre público, específicamente en la posición de ministro de Propaganda, y extrae una serie de axiomas en los que él fundó el marketing político del régimen nazi y, específicamente, del propio Adolf Hitler. Si bien ese texto es más amplio, del mismo se han extraído los que hoy se conocen como Los Once Principios de la Propaganda política de Joseph Goebbels. Dichos principios los cito a continuación al lado de una breve explicación de qué se entiende por ellos:

1.       Principio de simplificación y del enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo, individualizar al adversario en un único enemigo.

2.       Principio del método de contagio: reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo, los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3.       Principio de la transposición: cargar sobre el adversario los propios errores y defectos, siguiendo el viejo adagio de "si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".

4.       Principio de la exageración y desfiguración: convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave.

5.       Principio de la vulgarización: toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa y olvidan fácilmente.

6.       Principio de orquestación: la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas repetidas incesantemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto, sin fisuras ni dudas.

7.       Principio de renovación: hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos de forma frenética, así el ritmo provocará que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8.       Principio de la verosimilitud: construir argumentos a partir de fuentes diversas, es decir, propagar información fragmentada utilizando un número variado de medios afines.

9.       Principio del silenciamiento: acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario también con la ayuda de medios de comunicación afines.

10.   Principio de la transfusión: por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Así, se difunden argumentos que arraigan en estas actitudes primitivas.

11.   Principio de la unanimidad: llegar a convencer la gente que ella piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

En las contiendas políticas actuales, al menos las de nuestro entorno (que son las del mundo occidental), los principios y mecanismos que se plantearon de forma dispersa pero consistente por el jerarca nazi siguen teniendo vigencia. Y la tienen por una razón evidente: porque funcionan maravillosamente. Sin que sea un juicio de valor, sino una mera comparación que atestigua el valor práctico de este dogma, propongo un breve análisis de dos actores políticos que gozan de un apoyo popular y una fuerza pública sorprendentes a pesar de que congregan las antipatías de sectores más preparados, refinados y expertos que con los que se identifican con ellos.

En primer lugar, por ser el que más a mano queda y afecta de forma cotidiana la vida política y social en nuestro país, realizaré la de Andrés Manuel López Obrador. Es imposible hablar de marketing político en nuestro país sin considerarlo como lo que es: la figura señera de la política desde hace más de quince años. Esta permanencia no es gratuita e, insisto, se debe a la aplicación reiterada y continua de los postulados goebbelianos. De cada principio explicado daré un breve ejemplo que demuestra la aplicación referida:

1.       Principio de simplificación y del enemigo único: los oponentes políticos siempre son reducidos a “la mafia en el poder”, el “PRIAN” o, simplemente, los “adversarios”.

2.       Principio del método de contagio: los oponentes siempre son corruptos, mancillados, deshonestos, servidores de la misma “mafia en el poder” que es el enemigo único; se contraponen al “pueblo”, que es esa entidad buena sólo porque sufre.

3.       Principio de la transposición: la “mafia en el poder” es la culpable del mal desempeño económico nacional, a pesar de que los ataques constantes del propio Andrés Manuel (y muchos sin exponer fundamentos) a las leyes e instituciones, complican su funcionamiento y las erosionan, como con el caso de las reformas estructurales.

4.       Principio de la exageración y desfiguración: el ejemplo más claro fue la elección de 2006, donde derrotado en las urnas y sin que a la fecha exista ningún indicio lógico ni científico que permita suponer que existió un fraude electoral en su contra, él transformó esa situación en una amenaza sobredimensionada que puso en riesgo la viabilidad de las instituciones mexicanas.

5.       Principio de la vulgarización: la propaganda de sí mismo y de su partido, MORENA, es de contenidos pobres, pegajosos y facilones, plana, para que hasta el más tonto pueda tenerla presente; la frase “no lo tiene ni Obama” es paradigmática.

6.       Principio de orquestación: su elenco de propuestas es increíblemente reducido y repetitivo; honestidad, persecución de la mafia en el poder y redención a su lado son los mensajes que se escuchan, al menos, desde 2004.

7.       Principio de renovación: constantemente acusa a sus opositores de alianzas inconfesables, cada vez más obscenas y complejas; con la recolección de dinero para su causa por parte de Eva Cadena, él lanzó ya la acusación de una colaboración maligna entre el señor secretario de Gobernación, Carlos Salinas y varias personas más. Otro ejemplo es lo que hizo durante su mandato como jefe de Gobierno del Distrito Federal: durante cinco años él dictó la agenda a propios y extraños con sus conocidas conferencias a medios de lunes a viernes a las 6:00 A.M.

8.       Principio de la verosimilitud: con medios afines como páginas de Internet (Regeneración, Aristegui Noticias), publicaciones impresas (La Jornada, Proceso) y noticiarios en radio y televisión (la propia Carmen Aristegui o Jacobo Zabludovsky) se han difundido ideas poco reales sobre lo aparentemente pernicioso de las reformas estructurales.

9.       Principio del silenciamiento: un ejemplo claro es ser silencioso en igualdad de derechos para parejas del mismo sexo o la despenalización del aborto.

10.   Principio de la transfusión: la constante referencia de un pueblo que sufre oprimido siempre por una clase dominante hace referencias inconscientes a la etapa de la colonización española, de la que ese mismo pueblo se liberó para sólo acabar dominado por otro grupo igualmente rapaz.

11.   Principio de la unanimidad: el uso del plural mayestático donde nunca habla de él, sino de un nosotros, su conducta constante como vocero de un pueblo honesto y que sufre, hace parecer que habla por la totalidad de la gente a la que se dirige y que su mensaje es el mensaje de todos. El decir “vamos a derrotar a la mafia en el poder” es adjudicarse una unanimidad dudosa.

En segundo lugar, realizaré la comparación de conductas del hombre del momento, a pesar de ser un peligro para todos, porque encabeza a la nación más poderosa del mundo: Donald Trump. Sus conductas goebbelianas no sólo se ejecutaron en su campaña sino que siguen siendo una constante en su desempeño ya como presidente de los Estados Unidos de América:

1.       Principio de simplificación y del enemigo único: los oponentes políticos siempre fueron reducidos al establishment.

2.       Principio del método de contagio: todos aquellos que no encajan en el modelo de persona blanca, anglosajona y cristiana (el concepto del protestantismo como forma exclusiva de la cristiandad norteamericana ha quedado relegado en esta administración gracias a Steve Bannon), son tildados de extranjeros: así, cientos de personas con nacionalidad estadunidense, quedaron sin poder entrar a su país por tener antecedentes extranjeros. Lo mismo se aplica para todo el que tenga apariencia hispana, se le trata como alguien ajeno a su comunidad.

3.       Principio de la transposición: acusa la imposibilidad para lograr los propósitos que él mismo se planteó a un intervencionismo constante de Barack Obama y a la “corrupción” de Hillary Clinton.

4.       Principio de la exageración y desfiguración: su tuit sobre Suecia del 19 de febrero, donde hizo una velada referencia a las políticas suecas sobre refugiados para decir que el mundo está en un riesgo constante gracias al Islam.

5.       Principio de la vulgarización: la frase vacía, pero contundente, que inmortalizó en su gorra roja: “Make America great again!” o la constante referencia a cualquier crítica en medio como notas falsas o “Fake news”.

6.       Principio de orquestación: sus propuestas fueron pocas, simplistas y repetidas en cada mitin: la construcción del muro con México, la recuperación y generación de trabajos sin explicar cómo, la desaparición rápida y sencilla del Obamacare.

7.       Principio de renovación: la forma en que usa su cuenta personal de Twitter, @realDonaldTrump, es el mejor ejemplo de este postulado.

8.       Principio de la verosimilitud: el uso del portal Politico, con entrega de información a través de fuentes no identificadas, para alertar sobre una posible salida del TLCAN.

9.       Principio del silenciamiento: su examen físico, sus declaraciones fiscales o el apoyo de Rusia en su campaña.

10.   Principio de la transfusión: que los mexicanos mandan a su peor gente, es decir, ladrones y violadores, a vivir a Estados Unidos.

11.   Principio de la unanimidad: él habla por el pueblo estadunidense y quien está en desacuerdo o lo critica siempre miente y es antiamericano. Explota un nacionalismo burdo, peligroso y muy animal.

Estos comparativos evidencian la vigencia de los principios que Goebbels empleó con el Tercer Reich y Adolf Hitler. Es imposible negar los hechos. Sin embrago, como dije, el uso de esta forma de marketing político no la sujeto a un juicio de valor, sino de hecho. Porque, muy probablemente, la aplicación del mismo análisis a otros personajes de notable relevancia social y política de todo el mundo y de distintas épocas también daría positivo. Quizás podría ocurrir hasta con Jesús.