No es poco el reto al que se enfrenta el nuevo presidente de México. A las crisis combinadas de inseguridad, feminicidios y el saqueo obsceno a Pemex en todos los flancos, se usuma la más severa crisis política y humanitaria de lo que va del año: el intento estadounidense de llevar a cabo un golpe de estado en Venezuela.

No hay que simpatizar con el gobierno de Nicolás Maduro para repudiar el grosero intento de Donald Trump y el complejo militar industrial -frase del propio presidente norteamericano Dwight Eisenhower- de interferir en las decisiones del pueblo venezolano.

Sí, Maduro ha cometido errores, pero también ha hecho lo suficiente para seguir ganando elecciones en su país. Y si, según el estándar de los derechistas nacionales e internacionales, Maduro es un "dictador", ese epíteto se le puede aplicar, con más facilidad aún, a figuras oscuras de la política mexicana como Felipe Calderón, que ni siquiera ganó una elección y quien sin un mandato real nos arrojó como nación a una fallida guerra de la cual seguimos pagando un alto costo en sangre.

Por otra parte, es lamentable ver a las presuntas “democracias liberales” del mundo, como el Reino Unido, España y Francia, intentar presionar a un presidente electo en las urnas para que llame a nuevas elecciones, bajo amenaza de "reconocer" a un eunuco neoliberal de 35 años como Juan Guaidó, mientras que sus propios países atraviesan fuertes crisis de gobernabilidad y sus líderes son ampliamente impopulares entre sus propios ciudadanos (casos Macron y Theresa May).

Por este motivo, la posición de neutralidad de México, similar a la de otras naciones no alineadas abiertamente con los intereses bélicos de los Estados Unidos, nos coloca en una posición de respeto a nivel internacional en la cual nuestro país no había estado en décadas, quizás desde la entrada en funciones del fracasado modelo neoliberal a nuestro país, de la mano del gris y pésimo gobernante Miguel de la Madrid.

Ahora se habla de México en medios internacionales ya no como un simple estado fallido o destino turístico para borrachos springbreakers, sino como una nación influyente en el aspecto diplomático, a la cual se le coloca al nivel de superpotencias como China y Rusia.

Es difícil, pero esperemos que esta nueva administración logre navegar con éxito en esta nueva independencia, tomando en cuenta la jaula geopolítica que significa la cercanía geográfica y cultural con el imperio de los Estados Unidos, todavía la principal potencia militar del planeta.