Ayer lunes, durante la mañanera, el reportero Arturo Rodríguez de la revista Proceso sostuvo un intercambio con el presidente López Obrador. Entre otras cosas, AMLO dijo que “la revista Proceso... no se portó bien con nosotros”, a lo cual el periodista respondió: “no es papel de los medios portarse bien con alguien, señor presidente”. 

Y lleva razón el periodista. El “cuarto poder” no debe ser chayotero, aplaudidor o comparsa de la administración en turno. Su labor es otra: informar objetivamente a sus usuarios del diario acontecer.

En cuanto al dicho del presidente de la República, refutable absolutamente, lo peor del mismo es que no parece obedecer a una de sus tantas tácticas de distracción, como las señaladas en la columna Tres en Raya publicada en el diario impreso más joven de nuestro país, El Heraldo de México.

Los medios con bandera

Ingenuo pensar que los medios no tienen intereses. Los mismos pueden ser defender una causa justa, apoyar diferentes ideologías (conservadores, liberales), tener ciertas afinidades políticas; pero todo lo anterior no debe ser motivo para dejar de señalar los yerros y aciertos del gobernante en turno.

Hay medios serios como La Jornada y Proceso que son conocidos por coincidir con la izquierda en nuestro país. Ello no les ha impedido señalar de forma objetiva los errores o dislates de la 4T.

Otros medios, tratando de buscar una equidad en el debate, tienen plumas de todo el espectro ideológico, con lo cual, sobre un mismo evento, el lector obtendrá más de una visión gracias a su línea editorial.

¡Basta de cambiar la historia!

Permítame estimado lector citar parte del diálogo para refutar algunas imprecisiones históricas

AMLO: No, pero estamos buscando la transformación y todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones.

Reportero: Los periodistas militantes sí, presidente.

AMLO: Es una visión distinta, sí, pero Zarco estuvo en las filas del movimiento liberal y los Flores Magón, también.

Francisco Zarco fue un gran periodista; también diputado y servidor público. En 1861, Benito Juárez le nombró ministro de Gobernación y Relaciones Exteriores, pero Zarco renunció cuando tuvo serios disensos con el presidente. De hecho, cuando el periodista fue diputado en el Congreso Constituyente de 1856-57 dijo: “Triste y doloroso es decirlo, pero es la pura verdad: en México jamás ha habido libertad de imprenta; los gobiernos conservadores y los que se han llamado liberales, todos han tenido miedo a las ideas, todos han sofocado la discusión, todos han perseguido y martirizado el pensamiento. Yo, al menos, señores, he tenido que sufrir como escritor público ultrajes y tropelías de todos los regímenes y de todos los partidos”

Así, por supuesto estuvo en las filas liberarles, pero aún en ellas sufrió persecución por sus ideales. Al igual que los Flores Magón. No lo olvidemos, tanto Ricardo como Enrique no compartieron el proyecto liberador maderista (nombrado iniciador de la 3T, según López Obrador). De los hermanos Flores Magón, sólo Jesús simpatizaba con dicho proyecto. Los otros dos, en cambio, serían derrotados años después en Baja California por el ejército afín a Madero.

En ninguno de los casos citados por el presidente, los periodistas liberales se quedaron callados ante lo que consideraron injusto.

En cuanto a los tiempos modernos, imposible que se diga que los periodistas —empezando por los que laboran el la revista Proceso— no hayan criticado a presidentes de los sexenios pasados. Fueron estos quienes pusieron al descubierto la Casa Blanca, los abusos de Rosario o los desfalcos de Javier Duarte. Demasiados periodistas perdieron la vida por investigar y señalar la inmundicia de sus tiempos.

La libertad de expresión del presidente

Defender la libertad de expresión no radica únicamente en dejar hablar al interlocutor. El presidente tiene la obligación, sí, de no denostar la labor de los reporteros y periodistas con los cuales no está de acuerdo o con quienes señalan errores.

Para defender la libertad de expresión en serio es necesario que lea a Marcela Turati, ganadora del premio María Moors Cabot 2019, por su trabajo en favor de la libertad de expresión (y a su vez contar las historias de las víctimas de la violencia en México). La galardonada dice que: “los ataques de AMLO son un golpe directo al corazón del periodismo”, o bien: “con el arribo del presidente López Obrador vemos que no ayudan los ataques contra la prensa, llamarle ‘prensa fifi', determinar quién es honesto o quién no lo es… esto ha propiciado un clima de linchamiento en redes sociales, solo por hacer una pregunta en la mañanera. Quien se atreve a preguntar es visto como un enemigo”.

Algo tendrá de cierto la opinión de Turati porque, desafortunadamente, los actos de violencia y asesinatos de periodistas no han encontrado freno en el gobierno de Andrés Manuel.

Un llamado a no portarse bien

No nos callaremos. La labor de los medios es señalar los aciertos y las errores; eso requiere de periodistas y comentaristas que digan las cosas como son.

De reporteros y analistas que tengan el valor — y el abrigo de seguridad— de decirle al presidente que el Tren Maya y Dos Bocas son ecocidio, por ejemplo. Esto cobra especial relevancia cuando nadie en su gabinete parece tener el valor de contradecirlo. Debiera ser evidente que no estar de acuerdo con la 4T no hace ser mal periodista a nadie.

Gracias a todos aquellos que no se quedan callados y que no “se portan bien”. Bravo por aquellos que protestaron y señalaron las corruptelas del sexenio anterior, pero que hoy también exigen que su gobierno dé resultados.

Apostar por una transformación —como dijo AMLO— requiere señalar lo correcto de las misma y también cuestionarla para enderezar el rumbo cuando se ha perdido. Para ello es menester no portarse bien con el señor presidente.