De acuerdo con el filósofo francés Jacques Derrida y su teoría de la “Deconstrucción”, publicada en su texto De la grammatologie, la cual consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos, todo hecho real resulta relativo y sometido a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora y la metonimia. 

Según Derrida, “Deconstrucción” no era una palabra a la que se le atribuya una gran importancia: no era sino una palabra más dentro de toda una cadena de muchas otras palabras, una susceptible de sustituir a y de ser sustituida y determinada por otras tantas palabras o conceptos en un trabajo o hecho. 

En su texto, el pensador francés explica que no resulta extraño que, a menudo, se recurra a operaciones como la resedimentación, el desmontaje o la desestructuración (de conceptos como el de la pobreza y la indignidad) para explicar y/o entender cómo incurre la “Deconstrucción” en las disposiciones del discurso tradicional de occidente, “en los entramados conceptuales de todo gran constructo (conjunto de los procesos cerebrales) de pensamiento”. 

Nada novedoso resulta, pues, la construcción del mensaje de Andrés Manuel López Obrador al presentar como “pruebas” del fraude que, alega, se cometió en las elecciones presidenciales, a gallinas, pollos, chivos y otros animalitos de granja en su “Expo Fraude” y en conferencias de prensa posteriores. 

El constructo (proceso que pretende "construir" en el ánimo popular) de pensamiento es “animalito de granja, animalito de gente pobre”. Construye así la metáfora del pollito al persuadir en el pensamiento popular la construcción mental de que la gente más pobre fue la más “comprada”, y, además de eso, comprada de manera miserablemente pírrica: animalitos, en el más bajo de los desprecios hacia la condición de pobreza de la gente que, como prueba de su ignorancia, acepta pollos, chivos, gallos y gallinas a cambio de su voto. 

Lo que sea de cada quién, es un genio de la comunicación.