Se ha encontrado ya una explicación al fenómeno del agua muerta. ¿Y esto qué carajos es? Un explorador noruego, Fridtjof Nansen, la descubrió al finalizar el siglo XIX mientras cruzaba Groenlandia. Su barco, de pronto, se volvió lento, una fuerza invisible le impedía avanzar. El señor Nansen bautizó el problema como “agua muerta”.

En la actualidad, un equipo científico del Centre national de la recherche scientifique y la Universidad de Poitiers han encontrado una explicación el poderoso fenómeno que es capaz de ralentizar aun a los barcos con motor. Cito al diario ABC de España: “Los cambios de velocidad en los barcos atrapados en el agua muerta se deben a que las olas actúan como una cinta transportadora ondulante en la que las naves se mueven hacia adelante y hacia atrás. Y no solo eso. Los investigadores creen que este fenómeno bien pudo ser el culpable de las potentes naves de Cleopatra y Marco Antonio perdieran frente a las más débiles de Octavio en la Batalla de Accio”.

Hay aguas muertas que hacen lento y aun imposible el avance de México en el océano de la política y la economía. Las genera la politiquería, el conflicto permanente.

En el tema de la pandemia del Covid-19, La Jornada de este lunes, en su Rayuela, describe muy bien la situación: “En torno al Covid-19 chocan los esfuerzos de unos por resolver el problema y las ganas de otros por sembrar cizaña”. Y es que una cosa es la crítica fundada, y merecida, que puede hacerse a la estrategia de López-Gatell para combatir los efectos dañinos del coronavirus, y otra muy distinta festinar a diario que aumente el número de mexicanos muertos por la nueva enfermedad.

La prensa está llena de tales ejemplos de perversidad, nacida de las simples ganas de destruir a un gobierno, el de Andrés Manuel López Obrador. En las columnas políticas y las especializadas en negocios, sus autores cada día parecen alegrarse no solo por la pandemia, sino por el hecho de que haya problemas económicos, necesariamente de complejidad creciente por una recesión terrible que es global.

Así, aplaudiendo lo malo, que evidentemente existe, y minimizando lo bueno, que es mucho, no vamos a salir adelante.

Nos corresponde a todos buscar una salida al laberinto en el que estamos perdidos. Sobre todo, el presidente López Obrador debe insistir en llamar a la unidad nacional; para que, al menos, los que trabajen contra México no tengan la cortada de que nadie pidió tranquilizarnos para diseñar un motor que nos permita avanzar en el agua muerta nacida del exceso de politiquería