En su libro "The Fire Next Door", el académico y experto en Defensa, Ted Galen, habla sobre la poca confianza que tiene la ciudadanía mexicana en los funcionarios. Especialmente, cuando se trata de temas de seguridad o narcotráfico. Claro, que ese libro lo escribió en el 2012, cuando la gente los veía con malos ojos, y no en 2016, cuando se les percibe como absolutos criminales.
La corrupción ha existido siempre. De eso no cabe ninguna duda. Sin embargo, la lamentable situación que enfrenta el país en materia de seguridad -en el que las autoridades están coludidas- ha hecho que en México no sólo incremente, sino que sea completamente perceptible, obvia, cínica.
Tan cínica, que nos intentan vender la idea de que el prisionero más importante de la administración (y el más políticamente relevante, en términos de seguridad con Estados Unidos) escapó por medio de un lujoso túnel. Tan cínica, que tras la recaptura de este criminal, se conoce que se las daba de fiestas con una diputada. Tan cínica que a un ex dirigente nacional del PRI, que fue incluido en la lista de los 10 mexicanos más corruptos elaborada por la revista Forbes, lo liberan en cuestión de horas tras ser aprehendido en España, todo gracias al apoyo consular de la SRE. Tan cínica, que al presidente "le aparecen" una casa de más de 80 millones de pesos, en pago de cuantiosos contratos con una empresa privada.
Y de todas las cuestiones de seguridad, los encargados del gobierno culpan a los criminales, a los cárteles, bandas delictivas y narcotraficantes. Es obvio que así lo hagan. Es lo políticamente lógico.
Pero este discurso, la gente ya no lo cree. Se está viviendo en México un fenómeno social, en donde se comienza a percibir a los encargados del gobierno como los criminales. No a algunos, si no a todos parejo. Ya se generalizó a la clase política en su totalidad como una mafia. ¿Y cómo no hacerlo, si sientan en la Cámara de Diputados a una Estrella de telenovelas?
El mejor ejemplo de esta percepción del político como el criminal, se dio el pasado lunes, cuando la jefa delegacional de Miguel Hidalgo, Xóchitl Galvez, transmitió en Periscope la fiesta del "Jefe Diego", prominente político panista que fue candidato a la presidencia de la República, pero que se conoce que sigue teniendo gran influencia en toda la agenda política de México.
Las respuestas a la fiesta -que no tenía nada de ilegal- fueron contundentes: "Nido de ratas", "Ahí están los verdaderos criminales", y muchas otras frases que sería imposible reproducir en este espacio, pero que inundan cada nota, cada columna, cada video y cada fotografía que hay en las redes sociales sobre la fiesta del 'Jefe Diego'. En especial enojó la presencia del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, símbolo inequívoco de lo que se denomina el "antiguo PRI", y de los prominentes empresarios y funcionarios con los que se "codean".
Tanto se ha popularizado el ver al político como un criminal, que ya algunos comienzan a llamar a Salinas como "El Jefe de Jefes", haciendo una obvia comparación con el narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, a quien daban el mismo apodo (todos conocemos la canción de Los Tigres del Norte).
Con las cosas como están en México, a la gente ya no le interesa si detienen a un líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación, o a un sicario de Los Caballeros Templarios. Si la Marina abate a un conocido capo, nadie lo cree. Si lo detienen, menos. Así de perceptible es la corrupción en nuestro país, que ha llegado al punto en el que el escepticismo reina en el colectivo de la población.
Urgentemente, el Gobierno debe atender esta complicada situación. Si no es por el beneficio de la población (llámenme romántico empedernido sólo por sugerirlo), sino porque ya se viene el 2018, y con él la sucesión presidencial y seguramente muchos, pero muchos candidatos independientes que le pueden arrebatar el sueño de Los Pinos a todos aquellos asistentes de la fiesta del Jefe Diego, e incluso a Andrés Manuel López Obrador, el gran ausente del festejo.
Es hora de que el Gobierno (y con Gobierno me refiero a los tres poderes) deje de esperanzarse en recuperar la confianza de la población con, diría Silvio Rodríguez, palabras bonitas y sonrisas perfectas, y mejor se dediquen a primero limpiarse a sí mismos.
No se puede limpiar el piso con un trapeador lleno de lodo. Y en México, estamos sumergidos en él.
Escríbeme, @memocalzada