Pasan los días, las semanas, los meses. Los problemas históricos continúan ahí, causando estragos, aferrándose a sus causas, provocando consecuencias críticas y malestares crónicos. La inseguridad que nos invade, cada vez es mayor. El agobio nos envuelve y la policía cada vez tiene un mayor desprestigio social. La pérdida de confianza en los gobernantes prosigue avanzando, un poco adormilada por la sucesión presidencial donde Andrés Manuel López Obrador significó un compás de espera para los agitadores y para los agoreros del caos, pero sin embargo, hiriente y lacerante en las entidades federativas, donde la evaluación de sus Gobernadores, Congresos Locales y Presidentes Municipales se encuentra consolidada en la desaprobación, salvo casos que son la excepción de la regla, por cualidades, atributos y circunstancias peculiares, que escapan a la tendencia nacional.
El rudo contraste que se vive en los actos presidenciales en el interior del país, cuando el Presidente es aplaudido y vitoreado mientras a minutos de distancia el Gobernador que le acompaña es abucheado, debe considerar que la tregua hacia el presidente es temporal y que el tigre mexicano que él citaba, sigue suelto, impaciente, exigente, inclemente.
Ya ha resentido López Obrador muestras de desaprobación a algunas de sus acciones, decisiones, políticas y omisiones directivas. Como cualquier humano, los actos del Presidente son imperfectos y el error es un riesgo que aparece en cualquier momento. La reciente confrontación entre la Policía Federal y la novel Guardia Nacional, es un suceso que ha impactado negativamente la medición de la aceptación y de la popularidad presidencial.
Navegando entre los tiempos y ante un calendario electoral que consume esperanza y exige renovación permanente, la prospectiva de país exige mirar hacia la baraja política y empezar a seguir perfiles, detectar movimientos y analizar estratégicamente rostros, currículos, perfiles, méritos y posibilidades para una sucesión indispensable.
Ante el vacío provocado por el descontento manifiesto contra los miembros de gabinetes anteriores, y en sí, por la nomenclatura y la clase política tradicional, seleccionar entes de poder susceptibles de poder alcanzar la silla presidencial, o por lo menos, aparecer en la boleta electoral, empieza desde la oposición, proviniendo naturalmente de los estados con Gobernador antagónico al partido del Presidente. Javier Corral Jurado, Gobernador de Chihuahua parece tener control estatal pero no se ve claramente dominante al interior de su partido, el PAN, que podría optar por disputarle la candidatura con el Presidente de su comité nacional, Marko Antonio Cortés Mendoza. El PRI tendría en Alfredo Del Mazo, Gobernador de EDOMEX, único gobernador priista de uno de los 5 estados grandes del país, una carta que deberá contender con la hechura acelerada de Alejandro Moreno Cárdenas, ex gobernador de Campeche y que sin duda será Presidente del CEN en breve; Movimiento Ciudadano, partido sin presencia nacional, no tiene más alternativa que postular a Enrique Alfaro Ramírez, Gobernador de Jalisco. Probablemente, repetiremos el intento de Margarita Zavala Gómez y del Campo de estar en la boleta presidencial, pues presidirá de alcanzar el registro, un nuevo partido político llamado México Libre.
Al igual que ella, el Gobernador de Nuevo León, Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, “El Bronco” y el 3 veces Secretario de Estado José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés, ex Presidente nacional del PAN, son ex candidatos presidenciales en la elección de 2018. Dicha condición les coloca en una plataforma ventajosa frente a sus correligionarios pues ya gozan de posicionamiento y exposición mediática, y pueden hacer una campaña con mayor facilidad al estar perfilados, aunque para ello deberían salir de la oscuridad y mostrarse menos cautos y precavidos, enseñando su aspiración si en verdad desean contagiar y sumar adeptos.
Por el partido en el poder, la sucesión obedecerá a nuevas reglas que solamente conoce el gran decididor en MORENA, Andrés Manuel López Obrador. Juegan la sucesión con intención, el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Luis Ebrard Casaubón, el coordinador de MORENA en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, la Jefa de Gobierno de CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo, y la especulación pondría en el escenario a Tatiana Clouthier Carrillo si logra convertirse previamente en Gobernadora de Nuevo León, así como Yeidckol Polevnsky Gurwitz, hoy dirigente nacional de MORENA, en el supuesto de que la aceptación presidencial sea muy alta y si el Presidente de México decide empoderarla previamente haciéndola parte de su gabinete.
Parece temprano para el ejercicio de seguir, evaluar, analizar y proyectar a estos personajes, pero en la lógica del poder, todos los plazos se llegan, el tiempo es corto, lo que no se planea no sucede, lo que no se intenta no se logra. Depende en mucho las múltiples combinaciones de los escenarios del buen o mal desempeño presidencial, de los aciertos o desaciertos de los gobernantes locales, de estos y otros jugadores privilegiados del tablero político, de coyunturas, de tendencias, de operaciones políticas, mediáticas y electorales.
La elección intermedia en 2021 será un espacio donde se les verá maniobrar, operar, involucrarse y procurar atrincherar a sus equipos afines y colaboradores. Aunado a todo esto, no debemos olvidar que la política no es una ciencia exacta y que el ser humano no llega a ser predecible al 100%. Sorpresas las puede haber y siempre aparecer en el escenario variables independientes que reconfiguran el tablero, modifican las reglas y alteran el resultado esperado.
En política, el recurso más importante es el tiempo y no el dinero como algunos piensan. La sucesión se construye desde ahora y como en el ajedrez, el juego del poder no admite perder ni un turno, o se complica el resultado y se matan las aspiraciones. La bola de la ruleta está girando. Hagan sus apuestas.