Es vegano, pero no le hace. Pide sus verduras mientras el resto de los comensales se despacha buenos cortes de carne y adereza las pláticas de mesa inquietándonos positivamente acerca de lo que no estamos haciendo para resolver los trastornos que el calentamiento global y otros factores le causan a la humanidad.

Bueno, también nos inquieta a quienes no somos veganos como él -o al menos vegetarianos- cuando menciona que el tercer jinete del apocalipsis ecológico, sobre el cual no se alcanza a ver la luz al final del túnel, es la alimentación.

Sobre los otros dos -la generación de energías limpias que eliminen de la Tierra la nefasta huella que dejan el uso del carbón y otros combustibles de origen fósil, y la movilidad de personas y mercancías- sí hay soluciones que ya se aplican en muchas partes del mundo.

Les platico: Alberto Eugenio Garza Santos me invitó a León a atestiguar la inauguración oficial de una planta que genera biogas a partir de desechos valorizados -o sea, basura- que evitará anualmente la emisión de hasta 35,000 toneladas de dióxido de carbono y generará electricidad suficiente para encender 28,000 luminarias de la capital de Guanajuato.

La planta lleva el nombre de su abuelo por el lado materno, Alberto Santos González, precursor de la industria en Monterrey, hijo ilustre del pueblo mágico Bustamante y fundador de Gamesa, que pasó a formar parte de la trasnacional PepsiCo en 1990, luego de una romántica historia plagada del humanismo característico de esa generación de empresarios regiomontanos.

Entonces, haciendo honor a los nombres de dos connotados industriales mexicanos -el otro, Eugenio Garza Sada, su abuelo paterno- mi anfitrión se despachó éste jueves un maratónico día que inició con una reunión en el ITESM Campus León, pletórico de chavos que siguieron muy atentos la presentación de la doctora Dolores Barrientos, responsable de la ONU para temas de sustentabilidad en México, Centroamérica y El Caribe.

Ella mostró datos muy reveladores sobre el grave deterioro ambiental que sufre el planeta. “Los mares son el basurero de los seres humanos y vamos a pagar muy caro esta ofensa”, dijo.

De ahí la importancia de realidades como la que les narro de León, donde se está yendo mucho más allá de los tradicionales confinamientos, porque la basura se convierte en fuente de energía eléctrica paradójicamente limpia, en comparación a sus fuentes de origen.

Cuando escuché al alcalde de León, Héctor López Santillana, me llamó la atención lo que dijo respecto a que ellos aprendieron de gente de Monterrey cómo hacerle para resolver problemas de abastecimiento de energía y movilidad sustentable, hablando específicamente del transporte urbano.

León es de las ciudades que tiene los mejores sistemas de transporte urbano en México. Las ideas salieron de los regios pero en Monterrey y su área metropolitana tenemos uno de los peores servicios de transporte.

Es que en la capital guanajuatense la operación de las rutas de camiones no tiene nada que ver con las mafias sindicales y los negocios turbios de empresarios oportunistas que ingenuamente utilizan como prestanombres a cueteros amafiados con el gobernador y con políticos, donde juntos quieren matar víbora en viernes, tal como ocurre en Nuevo León.

Volviendo a Alberto, me dijo estar convencido de que el enfoque de los negocios como él los concibe, es que deben generar un alto valor y beneficios social porque de lo contrario, las rentabilidades no se justifican. “Las empresas que hacen el bien son las que perduran”.

La planta de León es un ejemplo de ello, y claro, para nada se olvida de su vocación como empresario que busca el negocio, porque su empresa PASA -que significa Promotora Ambiental- opera casi el 80% del servicio de recolección de basura en León, pero su faceta humanista está presente, al instaurar el Premio que lleva el nombre de su abuelo, con el que apoyará económicamente a los proyectos ambientalistas que los alumnos del Tec de Monterrey Campus León diseñen para aportar valor a las comunidades.

En uno de los trayectos del viaje, le pregunté dónde quedó el espíritu humanista de sus abuelos e incluso de la generación que le antecedió y me dijo categóricamente: “se perdió en algún momento. Es cierto, los empresarios actuales nos estamos quedando cortos en cuanto a la generación de beneficios social. No todo es capital ni rentabilidad”.

Me hizo ver que los hijos de la generación a la que él pertenece, están desafiando a sus padres en una especie de encontronazo, porque los chavos traen una mayor conciencia de la responsabilidad social sustentable para cuidar en todas nuestras acciones, al único planeta que tenemos.

Luego le pregunté qué opina de una conclusión que hemos obtenido mediante el análisis del comportamiento de las actuales generaciones de empresarios, y que nos habla de que los veinteañeros y treintañeros están en una especie de regresión hacia el humanismo que los actuales capitanes de industria han perdido.

Y me dijo: “así es”. Y llegamos a una conclusión muy esperanzadora: La idea hoy es lograr una sustentabilidad mucho más allá de lo ecológico, que apunte a lo social y al humanismo de las empresas, para que no se olvide que por encima del capital está el desarrollo y bienestar de quienes mueven los engranes de las empresas, que más que trabajadores, deben ser tratados como socios de los empresarios.

 

“El tema da para mucho más ¿verdad”, pregunta la irreverente de mi Gaby y yo le respondo: “tienes razón”.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.