Irreverente

Panamá Beach, Florida.- (Rumbo al Súper Owl).

Les platico: Pol se formó en la fila del Walmart gringo con su carrito de compras, gritando de dolor ante el peso que cargaba.

Les preciso que el de los lamentos plañideros era el carrito, no Pol, conste.

También puntualizo que Pol no es gringo ni es un personaje creado para esta narrativa.

Es regio, de apellidos muy conocidos en SPGG y en Monterrey; muy apreciado por aquellos lares y por los de este lado de la frontera, a donde emigró para asentarse en San Antonio con su esposa Sandra; sus dos hijas, Eugenia y Luisa; y Camila, la descomunal "viejo pastor inglés".

Cambió de país para probar fortuna y la está logrando con su restaurant “Los Güeros”, una de cuyas anécdotas les platicaré luego, para no desviarme hoy del tema que quiero compartirles. Arre!

Sucede que estando en la fila a punto de llegar a la caja, observó que más atrás iba un hombre de franca apariencia gringa, como de unos 70 años más o menos, empujando a otro carrito que también gritaba de dolor por el peso que cargaba.

Sin pensarlo dos veces, Pol le cedió su lugar privilegiado frente a la caja y el hombre aquél se deshizo en muestras de agradecimiento por tan noble gesto.

El afortunado hombre en la fila pagó sus cosas y se despidió de Pol con una sonrisa y un gesto amigable dibujado en su rostro.

Cuando Pol desenfundó su tarjeta para quedarse casi broke por la cuenta de todo lo que llevaba para surtir a su restaurant, la cajera le dijo que el hombre a quien le había cedido su lugar en la fila la había pagado por él.

Habían sido más de $100 dólares.

Pol lo buscó con la mirada, pero el hombre ya había salido al estacionamiento. Quería darle las gracias por tan inusitado gesto, pero no lo encontró.

Lo que sí encontró fue el “reclamo” de una chava que, hablándole con un acento que olía a chilanga, le dijo que estaba lista para recibir la parte que a ella le tocaba de una mentada “cadena de generosidad”.

“What?”, le preguntó Pol.

Y la chilanga le explicó que en la CDMX y en otras partes de México, si alguien recibía una muestra de generosidad como aquella, a su vez debería de hacer “texactamente” lo mismo con la primera persona que se encontrara.

(Perdón por el invento de palabra compuesta, pero es que esto sucedió en Texas.)

Y como ella fue la primera con la que Pol se topó y además atestiguó de cerquita lo sucedido, pues ahí estaba, lista para que él le pagara la cuenta que llevaba en otro carrito que también pujaba dolorosamente debido al madral de cosas que cargaba.

“What?”, volvió a preguntarle el incrédulo Pol.

Acto seguido, se sonrió, volvió la vista hacia su carrito ya más aliviado pues estaba a punto de ser liberado de su cargamento, y dejó a la chilanga hablando sola...

No quiero saber el desmadre que se hubiera armado en aquel Walmart, si Pol le paga la cuenta a la chilanga, y luego ésta a otro, y el otro a otra y de repente la chilanga se vuelva a meter en la fila para que le paguen otra vez la cuenta....

Por eso, en el mundo los mexicanos tenemos fama de ser muy ingeniosos... y también medio cabrones.

Bueno, tiene razón mi amiga Pilar Madero: no todos, no todos....

CAJÓN DE SASTRE

La irreverente de mi Kalifa se excusa de no escribir hoy su acostumbrada despedida en mi columna, pero es que tiene tres minutos de que no para de reír ante lo que acabo de platicarles y no quiero esperarla más, no vaya a salir con otra de sus irreverencias...

(Para mi querida Wicha Kaún, lectora voraz, de las que el árbol de ésta pandémica existencia, ya no da más... y menos en el segmento de la información, o la comunicación, o los portales noticiosos o todas esas madres).