Irreverente

Trabajadores y jubilados de PEMEX recostados en el suelo. Otros en los asientos de las salas de espera. Unos más de pie, de rodillas, muchos de ellos con mascarillas de oxígeno y los más desafortunados, prácticamente asfixiándose ante la impotencia de sus familiares.

La clínica que atiende en Coatzacoalcos al personal y sus familiares de las Secciones sindicales 31 y 23 (Minatitlán), está colapsada.

Los médicos y enfermeras asignados a la atención de los pacientes de COVID-19 tienen al momento de que escribo este artículo, 48 horas en un turno que parece interminable, porque no hay personal suficiente, a pesar de que -en palabras de ellos mismos- se desgañitan por pedir apoyo a sus jefes.

El problema se agrava pues no tienen camas suficientes, ni ventiladores y los medicamentos utilizados para el tratamiento de los enfermos se agotaron desde el 20 de este enero y no hay fecha para que les sean resurtidos.

Es más, no hay ni mascarillas ni guantes ni lentes protectores para el personal médico, lo cual los pone en grave riesgo de ser contagiados.

Ernesto, médico residente que pidió omitiera sus apellidos, me dijo que el director Julio Antonio Argüelles prácticamente se declaró incompetente, porque argumenta que las autoridades nacionales de Pemex no le hacen caso.

José María Andrade -trabajador activo de la Sección 31 en el área de mantenimiento en Pajaritos, me dijo que adquirió el Covid-19 hace una semana y está en la clínica cuidando a su padre, de 64 años, jubilado de la Sección 23, quien hoy dejó de ser intubado porque los médicos le dijeron que preferían usar el equipo con otras personas en posibilidades de salvar la vida.

Esther García tiene a sus dos padres -Helena y Jorge- tirados él en el pasillo y ella recostada en las sillas de la sala de espera, ambos intubados pero con serias dificultades para respirar, debido al hacinamiento.

Oscar de apellidos que no quiso revelar y comisionado administrativo a la Sección 23, comentó que su padre murió ayer, su esposa está en condiciones críticas y aunque él buscó en su whatsapp al líder nacional del sindicato petrolero -Manuel Limón Hernández- ni siquiera lee sus mensajes y las llamadas no las atiende.

Por su cargo sindical, tiene también el número del celular del director de Pemex, el agrónomo Octavio Romero Oropeza y de la secretaría de Energía, Rocío Nahle, y ninguno lee sus mensajes en busca de ayuda ni atiende sus llamadas.

Del total de fallecidos entre el personal de Pemex, 424 son trabajadores en activo, 1,066 jubilados y 753 de sus familiares, principalmente esposas y padres.

El total de derechohabientes de las clínicas de Pemex -según información que obtuve a través de mi BigData, cruzándola con la propia empresa y el sindicato- es al 31 de diciembre de 750,003.

A la fecha se han detectado 34,378 casos con síntomas de trastornos respiratorios; e han aplicado 23,298 pruebas de diagnóstico y según datos que obtuve en las Secciones 31 y 23 del STPRM, el déficit de personal médico en todas la clínicas es del 40% considerando ls estándares que se ocupan en esta pandemia.

Uno de los secretarios del actual líder nacional del sindicato me comento -con la condición de su anonimato- que PEMEX redujo en un 68% su presupuesto asignado a los servicios médicos.

"Fue por instrucciones de la dirección general y de la secretaría Nahle, quienes seguramente siguieron las indicaciones del gobierno federal", añadió.

Ahora, lean esto: En julio de 2020, Pemex registró 310 fallecidos debido al virus. A enero 15 de este año, la cifra aumentó a 2,424 y además de la pérdida de vidas humanas, la producción de la empresa cayó durante este mes al nivel más bajo en los últimos 41 años, según información que obtuve de Jaime Martínez, de la Comisión Nacional de Hidrocarburos.

CAJÓN DE SASTRE

"Y mientras esto sucede con los humildes mortales trabajadores, jubilados y sus familiares de PEMEX, AMLO, López Gatell, Rocío Nahle, Octavio Romero Oropeza y demás inútiles de la 4T, disfrutando de su domingo en la comodidad de sus casas. Qué poquísima madre", dice la irreverente de mi Gaby, ahora sí, bien encabronada.