El cambio de gobierno llegó precedido de niveles de descontento, hartazgo, desaprobación del gobierno anterior y un resentimiento social contra la clase política, los partidos hegemónicos y las prácticas de abusos y excesos. Podría decirse que tocamos el umbral de los infiernos y por momentos la ingobernabilidad y el estallido comenzaba a rondarnos.
En el México democrático no se había registrado antes un rechazo tan manifiesto a un Presidente y su gestión de gobierno. La sociedad tenía el buche lleno de piedritas. Enrique Peña Nieto cargaba su propias piedritas, pero le tocó jalar las acumuladas por decenas de años anteriores. Con él, el vaso ya estaba casi lleno, y las gotas que arrojaba estuvieron a punto de derramarlo todo.
La victoria electoral democrática de Andrés Manuel López Obrador, contuvo en las urnas la animadversión, la insatisfacción y el hartazgo social. A raíz de su triunfo, el país cambió su percepción, enarboló la esperanza, inspiró confianza y encauzó la energía de la masa social. El buche se vació de piedritas. La cuarta transformación arrancó sin lastres, sin pesos muertos, sin pasado tortuoso, como si se hubiera reseteado el sistema, en una suerte de borrón y cuenta nueva.
A seis meses de iniciado su gestión de gobierno, el Presidente ha transitado ante la percepción social con soltura, en un clima de cooperación, con una fortaleza institucional y números de aprobación ciudadana que le otorgan recursos políticos útiles para convertir –si lo sabe capitalizar- en gobernabilidad, para enganchar con acciones puntuales un nuevo capítulo de gobernanza nacional, con estabilidad y cooperación para lograr socializar sus políticas públicas y proyecto de gobierno. Por ahora, nuestro Presidente navega en un caudaloso mar de esperanza, que espera resultados y acciones para afianzarse y perdurar.
Sin embargo, la máxima ineludible de que el poder desgasta hace evidente que pese a sus mediciones favorables, ya registra en el historial de su gobierno fallas, yerros, descuidos y errores, que nos hacen entender que el gobierno y la política, son actividades humanas, imperfectas siempre, que por más que se esfuercen en perfeccionar, siempre existirán y deberán asumirse, mitigar sus daños, procurar evitarlos y en lo posible, corregirse sobre el camino. Hoy el buche ya no está vacío.
El buche de la 4T ya tiene piedritas. Pequeñas piedras pero numerosas. Las reseñas noticiosas le van abonando día con día las propias piedritas a este gobierno de la república.
¿Cuánto tiempo tardará en llenarse el buche de piedritas nuevamente? Aún no se puede saber.
Por ahora es un hecho que el gobierno actual atraviesa por un momentum impresionante, con un Presidente fuerte, firme, que toma decisiones y es arropado contundentemente por sus mayorías legislativas, que crece y extiende su influencia, ganando las elecciones que el calendario electoral brinda, como por ejemplo las gubernaturas de Baja California y Puebla que acaban de migrar de gobiernos del Partido Acción Nacional pasando la estafeta a Morena, el partido político del Presidente. Por ello, a lo largo y ancho del país, López Obrador disfruta del control del poder, se logra impulsar e imponer agenda política, alinea y define proyecto de nación sin contrapesos reales, construye nuevos liderazgos burocráticos y políticos y gobierna cómodamente, aunque ya empiece a tener acumulación de piedritas en el recuento de su mandato.
En la esfera de lo político el país marcha bien. La transición democrática resultó positiva y la renovación de la cúpula burocrática aún en proceso, ha salido sin grandes dificultades aunque con algunos contratiempos que retrasan la designación de funcionarios federales en las entidades federativas. En la esfera económica, se vislumbran problemas y se endilgan piedritas, que marcan el rumbo y acompañarán todo el sexenio su calificación. Ahí empieza a haber aristas filosas que tanto sus críticos como los estudiosos de la materia, señalan como omisiones, errores o decisiones equivocadas. Sólo el transcurso del tiempo permitirá hacer un juicio crítico objetivo acerca de si estuvo en lo correcto o equivocó el camino. En la esfera de lo social, la esperanza necesita anclarse a resultados y la narrativa de aliento popular exige buen gobierno para sostener el buen ánimo, el orgullo y el acompañamiento duradero.
Vale la pena recordar que el buche de anteriores gobiernos, se llenó y derramó cuando se vaciaron los bolsillos de la gente. Si la brecha de la desigualdad social no se reduce, si la clase media no encuentran motivos para traducir la esperanza en beneficios, si se mantiene paralizada la inversión pública y no se es capaz de retener a los inversionistas nacionales, además de atraer inversionistas extranjeros, la ecuación del buen gobierno y la cuarta transformación, colapsará, más temprano que tarde.
Nada sería más reconfortante y gratificante como que se pudiera extender la racha positiva de aprobación en el gobierno actual. México necesita fortalecer las instituciones, recuperar la confianza, el respeto, la unidad y la solidaridad permanente entre los gobernados. No cabe la división entre los mexicanos y menos ahora que enfrentamos los embates del vecino del norte, que por cierto, puede ser un aliciente para que de una vez por todas salgamos de la zona de confort, nos apliquemos a trabajar duro, sin pretextos y salgamos adelante, abriendo nuestros horizontes para depender menos del mercado americano y dejar de lado la dependencia económica de quien siempre pretende someternos y a quien debemos ir conteniendo y superando poco a poco, día a día, pero de una vez por todas.
Sería conveniente para todos que el buche se mantenga sin llenarse de piedritas, que se vacié periódicamente, que no se permita que se vuelva a llenar hasta el tope, que la vía democrática nos permita transitar a nuevos gobiernos de diferentes partidos, pues esa es la mejor opción para controlar la corrupción, para amarrarle las manos a los poderosos hegemónicos, para impedir que se enquisten las mañas, la corrupción y los abusos en el uso del poder al gobernar. Sano sería que el poder transitara por muchas manos, nunca en las mismas por mucho tiempo consecutivo. Esa es la esencia de la democracia, clave para no repetir errores de nuestro pasado en la construcción de un mejor país donde vivir.