Como dijo el gran Muhammad Ali, una batalla no se gana arriba del ring, el día de la pelea, si no que se gana mucho tiempo antes, al entrenar, al salir a correr en las madrugadas, con esfuerzo, con tiempo, y se gana con planeación y estrategia. A la luz de esta reflexión es posible conocer algunos factores que sin duda impactarán  en que el PRI pierda la presidencia de la República en 2018.

1.- El PRI no es realmente un partido político, y mucho menos es un instituto democrático. Ha sido una maquinaria electoral, ahora oxidada y con muchas piezas rotas, que no responden a un cerebro central como lo hicieron antes, durante décadas.

 2.- A los priístas no los mueven las convicciones democráticas, ni tampoco los principios, ni alguna ideología siquiera, por lo que el “aceite” ético-político que podría ser útil para unir las piezas, para comunicarlas y hacerlas funcionar en torno de una meta común, no existe.

 3.- No habiendo convicciones o principios democráticos que los unifiquen, ni ideología alguna, lo único que solía atar a los priístas era la voluntad del presidente de la República –es decir, la referencia más pragmática del “poder”-, lo que solía “disciplinarlos”, dominarlos, pero hoy en día tampoco es así, porque ese “poder” vive en un sótano de popularidad, y esto merma su capacidad de impacto, su fuerza política, y en suma, su influencia en los ciudadanos.

 4.- Las divisiones en ese instituto político son cada vez más acentuadas, y a muchos no les parece redituable políticamente obedecer al presidente, cuando se encuentra en los índices más bajos de aceptación a nivel histórico, y cuando estar cerca del primer mandatario significa ser asociado a demasiados negativos, con toda la mala fama de ineficiencia, y una cascada de sospechas de corrupción. ¿Para qué estar ante un ícono desgastado, por qué seguirlo, por qué ceñirse a su voluntad si va en plena caída?

 5.- Luego de los resultados del pasado 5 de junio, favorables al PAN, y tras la salida de Manlio Fabio Beltrones como líder nacional del PRI, quedó sepultado un referente del poder formado en la vieja escuela, pero antagónico en la geometría política a Peña Nieto, y con ello la esperanza de resurrección del PRI, en la mente de muchos priístas. El 2018 se veía entonces más lejano para ellos, inalcanzable tal vez. 

6.- En este delicado contexto, se estrena Enrique Ochoa Reza como presidente del CEN del PRI. Y llega de la peor manera: llega por el viejo “dedazo”, de un único elector, que es Peña, sin que haya brizna de democracia en la decisión de encumbrarlo. No sólo es lo más antidemocrático el método, sino que además, y por lo mismo, su elección conviene sólo a un grupo al interior del PRI, al grupo de Peña, pero a nadie más, con lo que las molestias, rabias y fracturas están hoy a la orden del día en el seno de lo que queda de ese instituto francamente en decadencia. En contraste, por ejemplo, en el PAN el líder nacional, Ricardo Anaya, fue elegido mediante el voto de todos sus militantes, cientos de miles, lo cual es sustancialmente distinto, y muy superior en praxis democrática…

7.- ¿Y qué es lo primero que hace el señor Ochoa Reza cuando es nombrado líder nacional del PRI? Anuncia que perseguirá a los gobernadores corruptos, que combatirá la corrupción, y que habrá sanciones a quienes caigan en estas oscuras prácticas. Traducción: su primer discurso es una copia del discurso del PAN, más específicamente, de la narrativa de Ricardo Anaya, líder nacional del PAN, quien desde siempre ha buscado combatir la corrupción y promover la transparencia, siendo esto una de sus prioridades al frente de ese instituto.

8.-Imaginemos la cara de todos los gobernadores del PRI luego de las palabras de un Ochoa Reza que imita a Anaya, que quiere ser Anaya. Si el PRI en verdad quiere combatir la corrupción, debe empezar por el gobierno federal, y no sólo poner facciosamente el ojo en todos sus gobernadores. Tras esto, no quedaría piedra sobre piedra. En todo caso, que el PRI imite al PAN, representa que el PAN está a la vanguardia en este país, y que los demás partidos lo imitan para intentar conseguir algo de votos con principios tomados como préstamo.

9.- Figuras conocidas del PRI, como el ex gobernador Ulises Ruiz, no apoyaron  -y aún criticaron fuerte- la decisión unilateral de nombrar a Ochoa Reza como líder nacional, y esto es sólo la punta del iceberg del derrumbe de este instituto de cara al 2018. Si llega Ochoa al PRI, advirtió Ruiz, “el PRI repetirá los errores del pasado y estará en camino a la derrota en los comicios presidenciales de 2018”. Además, ¿tiene Ochoa interlocución con las fuerzas internas del PRI, y sabe ganar elecciones? La respuesta es no. Y no tiene ni siquiera una trayectoria reconocida dentro de ese partido.10.- Sumado a esto, el discurso de Ochoa no tiene legitimidad. Y es aquí donde ha caído en su propia trampa: si el PRI va de verdad tras sus corruptos gobernadores, estamos ante un monstruo que se devora a sí mismo, que se autodestruye. Y si es sólo otra simulación, como siempre, Ochoa va a quedar como un falso profeta más, como alguien que no tiene palabra, y no podrá legitimarse ante los electores. Así que habiendo empezado de esta mala manera su presidencia nacional en el CEN, haga lo que haga, será irredituable a nivel electoral. Por todo esto, el PRI puede irse despidiendo del 2018 desde ahora. Estamos ante su autodestrucción.

Es la hora de luchar.