Este año le costará a nuestro país cerca de 5 mil millones de pesos el financiamiento a los partidos políticos -sin incluir los dineros que reciben en el ámbito local- por concepto de actividades ordinarias, actividades extraordinarias, franquicias postales, franquicias telegráficas y gastos de campaña.
Una fortuna si comparamos los recursos públicos destinados con los niveles de confianza ciudadana. Y es que de acuerdo con el estudio “Democracy Report 2017” se observó que sólo el 6 por ciento de los mexicanos estaba satisfecho con la democracia en México.
Recordemos que el origen del financiamiento público -el cual desde 1996 se ha incrementado de manera constante- a los partidos políticos en nuestro país tiene su origen básicamente en dos principios, el primero es la necesidad de garantizar la equidad -en las contiendas- y el segundo que el dinero público asegure la independencia plena sobre los intereses de grupos privados.
En la actual coyuntura que vive el país, MORENA, la fuerza política mayoritaria, considera que ha llegado el momento de disminuir el financiamiento público a los partidos políticos bajo la premisa de que se vive una nueva circunstancia nacional.
Su propuesta -que modificaría el artículo 41 de la constitución- propone disminuir a la mitad el financiamiento público, es decir multiplicar el número de ciudadanos en el listado nominal por 32.5 del valor diario de la unidad de medida y actualización y no por 65 hasta ahora vigente. Del resultante el 30 por ciento se distribuiría iguales a todos y el 70 por ciento restante se distribuiría a partir de los votos por partido obtenidos en la elección de diputados inmediata anterior.
De aceptarse -porque requiere mayoría calificada- se daría un paso en el camino correcto por recuperar la confianza perdida - No por la cantidad de 2 mil 500 millones de pesos- sino por la intención de iniciar algo nuevo, ya que para la gente en la generalidad el hablar de política y políticos es sinónimo de corrupción y despilfarro, donde perciben burocracias familiares y de amigos que se han enquistado y enriquecido de distintas organizaciones políticas.
Se tendría entonces la oportunidad si vale la expresión de “abaratar la democracia “en términos cuantitativos y elevar su calidad, confianza y certeza. Demostrando con ello que se configura una nueva clase política, capaz de un desprendimiento real, señal inequívoca del inicio de una nueva etapa social y política en México.
Todos en nuestras manos, tenemos la última palabra.