La imposición de un NO-Priísta para encabezar al PRI como aspirante a la presidencia, es un intento desesperado de ese partido para no ser desbarrancado en 2018, ante los infames resultados que ha arrojado el gobierno federal en la presente administración.

José Antonio Meade Kuribreña -hasta hace unas horas secretario de Hacienda- va a partir al PRI. Lo va a fragmentar. Porque es una imposición. Porque no es priísta. Porque nunca ha ganado una elección. Porque no puede, entonces, ser buen candidato.

Contrario a lo que algunos habían apostado, Meade -ahora electo por una sola persona en este país, para ser candidato del PRI y sus secuaces a la presidencia de México-, va a partir al PRI, pero no va a poder dividir al Frente Ciudadano por México, ni al PAN.

Por supuesto, el cálculo del PRI es que en el escenario de que el PAN y el Frente no estuvieran -como está ahora- arriba en las encuestas para la presidencia, algunos panistas decidieran no dejar pasar a Obrador y entonces optarán por Meade.

Pero las cosas son de otra manera. Antes bien, en lugar de que algunos panistas despistados, o bien, de plano traidores, se pasarán a su lado, a apoyarlo como candidato tricolor, todo indica que será al revés: muchos inconformes en el PRI, militantes o simpatizantes, se sumarán a las filas del PAN, de facto, apoyando a quien sea el candidato del partido más democrático de esta nación.

 ¿Por qué decimos esto? Resulta que en México ya las cosas no son como en la época de Plutarco Elías Calles, el papá del PRI. Que alguien les avise que el dedazo presidencial causa ardor, causa problemas, causa fracturas, causa frustraciones, causa conspiraciones, causa venganzas y desquites, y causa finalmente traiciones…

 Había otros cuadros del PRI que tenían aspiraciones presidenciales. Un caso es la diputada Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán y ex secretaria general del PRI, quien asegura que cumple con todos los requisitos para ser la abanderada de su partido de cara al 2018, y acudiría a los tribunales ante la injusticia del método de elección, por dedazo.

 Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, también era un fuerte contendiente para la candidatura presidencial. Quedó fuera por obra del dedo del señor de Los Pinos. En su momento, Manlio Fabio Beltrones, lucía bastante interesado en ocupar la Silla presidencial. José Narro, el ex rector de la UNAM, también asomaba la cabeza. Eruviel Ávila, ex gobernador de Edomex, pedía que no lo descartaran en esa carrera. Enrique de la Madrid, secretario de turismo, rondaba por ahí.

 Habrá gobernadores y muchos cuadros de la “vieja escuela” en el PRI, que no estarán de acuerdo en que un personaje como Meade, quien no es priísta, y hoy esté al frente de ellos. Es su nuevo patrón. Y de acuerdo a sus “usos y costumbres”, a sus rituales del pasado, todo deben “cuadrarse”. Es acaso una falta de respeto a las trayectorias, a los años y años de lucha de muchos militantes, que han sido leales a ese partido.

 ¿Por qué el dedo del presidente se ha decantado por un “externo”? ¿Es que no hay nadie que pueda ser un digno candidato a la presidencia por el PRI y por eso tienen que recurrir a alguien de fuera?

 En esas condiciones está ese partido, que efectivamente tuvieron que ir por un no-priísta, y hasta quitar restricciones en su asamblea general para abrirle paso. ¿A eso llaman disciplina? Todo eso luce como la suprema voluntad de uno, en contraposición con la del resto de los priístas. Cero democracia en el PRI.

 Es fácil visualizar que ante ese gran rechazo al dedazo, miles de priístas en todos los estados de la República, no acatarán una decisión forzada -la del dedo-, pero como tampoco desean que Obrador pudiera crecer en las encuestas, estarán escogiendo una opción alterna y más confiable, representada por el PAN y por el Frente Ciudadano.

 No pocos inconformes con la imposición de Meade como candidato del PRI van a apoyar al PAN y al Frente Ciudadano. Y además jamás olvidemos que todo esto, por supuesto, ocurre en el contexto de la popularidad más baja en la historia para un presidente de la República, como la de Peña Nieto.

La imposición de un no-priísta para abanderar al PRI, tiene lugar mientras el gobierno federal reprueba en todos las áreas, sea la económica, la de seguridad, o la de salud. México sufre su peor momento de inseguridad en décadas, según la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI, en la que 76% considera que su ciudad es peligrosa.

Y se consumó la imposición de un no-priísta al frente del PRI, cuando la Encuesta Nacional de Ocupación del INEGI, muestra que 32.6 millones de personas no tiene acceso a las instituciones de salud.

El dedazo se da mientras el 10% de las familias más pobres percibe apenas el 1.74% del ingreso, según la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares, de INEGI, al tiempo que el 10% más rico se queda con el 36.20%.

Se da cuando, en referencia al desempleo, en México se registran un millón 931 mil 269 personas desocupadas durante el tercer trimestre de 2017. Y se da mientras el crecimiento económico actual es cercano a sólo el 2% anual. Y se da entre muchos casos extremos, nunca antes vistos, de corrupción.

Por todas estas razones, el PRI y su abanderado No-priísta, van por el camino equivocado… Ya llegó el que va a partir al PRI.

Es la hora de luchar.