De unos 4 años para acá, en las Juntas de Consejo de muchas empresas privadas aparece lo que un físico europeo llamó “la partícula de Dios”, para tomar en cuenta factores impredecibles al momento de planear los presupuestos operativos anuales de los negocios.

Estos son diseñados y planeados hasta con tres años de anticipación y la “partícula de Dios” es una especie de válvula de escape ante contingencias coyunturales de tipo económico, sociales y mayormente políticas que pudieran presentarse. Desde hace 15 años, en México ha aparecido un cuarto factor a considerar en la planeación operativa de los negocios, el de la seguridad.

Participo en los consejos de administración de empresas privadas aquí y en Estados Unidos y las cosas son muy parecidas en eso de “planear con contingencias”.

Les platico: El bosón de Higgs es la última pieza que falta en nuestra actual comprensión de la naturaleza fundamental del Universo y para que todo estudio sobre el tema pueda desarrollarse, siempre debe contemplarse la existencia de esa parte inexplicable de nuestro origen.

Entonces, la “partícula de Dios” equivale a reservarle un lugar con mucho margen de maniobra y poder, a un ser supremo, que está muy fuera del alcance de toda comprensión humana.

Este apodo que se volvió muy popular en el ambiente de la física, fue creado en base al título de un libro escrito por Leon Lederman, Premio Nóbel de Física en 1988, en contra de su voluntad, porque él quería llamarle Goddamn Particle (Partícula Maldita por Dios) porque nadie podía explicar ni encontrar esa cosa.

Ahora sí, vayamos al tema: Desde los tiempos de Echeverría, López Portillo y los que les siguieron, durante los primeros meses de sus mandatos se volvió casi un ritual que los santones de la IP se apersonaran -en ese entonces- en Los Pinos, para anunciar con bombo y platillos las grandes inversiones con las cuales los empresarios respaldarían al nuevo gobierno federal en su primer año.

El presidente los felicitaba por su espíritu patriótico y ellos decían estar dispuestos a contribuir al desarrollo del País. El pueblo se las creía y aplaudía a los unos y a los otros.

A la luz de los hechos, poco de esas inversiones anunciadas y comprometidas se concretaba, porque no faltaban los imprevistos políticos, económicos y sociales; los cambios de rumbos anunciados en campaña y -lo más importante- ese primer año de gobierno las empresas ya tenían sus presupuestos armados desde tres años atrás y ni con la “partícula de Dios” se arriesgaban a meterle dinero a proyectos donde los estudios y análisis de mercado estaban hechos mucho tiempo atrás.

Las decisiones de inversión de los negocios no obedecen a estar bien con el gobernante en turno, sino a los factores del mercado nacional y mundial, a las de la oferta y la demanda, entre muchos otros aspectos. Todo nuevo proyecto no se gesta en unos meses. Requiere años para planear su retorno de inversión.

Por eso ahora que “las empresas más grandes de México” anunciaron en su reunión con el presidente López Obrador, que en este 2019 van a invertir 34 mil millones de dólares en México, la pregunta es: ¿dónde están los estudios de factibilidad económica que respaldan lo dicho por Carlos Salazar Lomelín, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, teniendo como testigo a Poncho Romo, cuya área recibió el empoderamiento para operar el llamado “consejo para la promoción del empleo”?

Textualmente, el dirigente empresarial dijo que el acuerdo contempla el respeto al Estado de derecho en inversiones, un compromiso del presidente a revisar la ejecución adecuada de proyectos y contar con las mejores prácticas para evaluar los planes de inversión pública con sus respectivos indicadores de avance. Dijo que habrá una reunión cada 15 días para ver cómo vamos en ese tema.

Esto suena muy bien, aunque muy parecido a lo que ocurría hace un montonal de años con los gobiernos priistas.

Esta práctica del gobierno y representantes de las cúpulas empresariales es una visión al pasado, que según lo dicho por el mismo presidente López Obrador, no le fue muy útil al País, por haber formado parte del “nefasto” neoliberalismo.

Otra cosa, la representatividad llevada a este acuerdo por parte del CCE, no necesariamente está tomando en cuenta a los micros, minis y pequeños empresarios que desde gayola -porque las butacas de primera fila son de los grandes capitales- mueven el 75% del PIB nacional.

Cerca de 8 millones de esos empresarios se quejan de que las camarotas no los representan a ellos, sino nada más a los gigantescos emporios que ejercen un verdadero oligopolio en México.

Entonces, como observadores que somos de la marcha del País, veremos y diremos cuando se den a conocer los detalles de este enorme anuncio de inversión hecho por los ipecos ante el gobierno.

Mientras tanto, yo, como Santo Tomás: “Ver para creer”.

CAJÓN DE SASTRE

“No en balde se dice que de pequeños detalles está empedrado el camino al infierno”, dice la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.