Una de las regiones más bellas y más prósperas del mundo, Lombardía, en Italia, ha sido de las más afectadas por el coronavirus. Su gente volverá a la actividad el 4 de mayo. Lo hará protegida por las Cuatro Des:
Primera D: Distancia, un metro.
Segunda D: Dispositivos, cubrebocas obligatorio para todas las personas.
Tercera D: Digitalización, trabajo inteligente para quienes puedan hacerlo sin acudir a las oficinas o fábricas.
Cuarta D: Diagnóstico, a partir de las pruebas serológicas que empezarán a aplicarse masivamente el 21 de abril y con las que se pretende detectar evidencia de inmunidad.
Si los Tres Mosqueteros eran cuatro, las Cuatro Des de Lombardía son en realidad cinco
Quinta D: Disciplina, fundamental para que las otras cuatro Des se cumplan.
Se supone que este jueves el presidente López Obrador y los epidemiólogos de la 4T nos informarán cuándo se podrá reabrir la actividad comercial, industrial, educativa, cultural, turística, etcétera en nuestro país.
Cualquiera que sea la fecha que determinen Andrés Manuel y sus colaboradores, pienso —sin ser científico ni pretender serlo—, que deberían empezar desde ahora mismo una campaña de difusión de las Cuatro Des, que en realidad son cinco, con las que Lombardía pretende volver a la normalidad. Simple conclusión basada en el sentido común.
Es cierto, como ha dicho tantas veces el presidente AMLO, los mexicanos somos herederos de una cultura que nos ha protegido en numerosas crisis terribles.
La gente de Lombardía, también. En el diálogo entre culturas, tomemos lo bueno de aquella sociedad.
Por cierto, leyendo acerca de la historia de los lombardos, me encontré en Google con la Historia gentis Langobardorum (Historia de los pueblos Longobardos) de Pablo Diácono.
Tuve acceso a una versión en español de ese libro y leí un poco. Aprendí dos cosas interesantes, aunque quizá no del todo relevantes en la actualidad:
La primera, que Igor y Ayón, con su madre Gambara, condujeron a los longobardos desde Escandinavia (tristemente, no pude entender en qué remota época ocurrió tal migración).
La segunda tiene que ver con Agelmund, hijo de Ayón. Esta es una historia de espanto. Hay que analizarla con cabeza fría.
Por esa época una mujer “dio a luz siete criaturas en un solo parto y, madre más cruel que todas las fieras, las tiró a un estanque para ahogarlas”.
Para que no lo consideraran exagerado, Pablo el Diácono recomienda a sus lectores repasar las historias antiguas, en las que se hallará “que no solo siete, sino nueve criaturas parió de una vez una sola mujer”. El traductor, para apoyar lo dicho por el historiador de los lombardos, publica una nota de pie de página en la que recuerda que Plinio habló de una mujer que parió cinco hijos y Gelio de otra que dio a luz a siete.
El hecho es que un día Agelmund, que ya era rey, pasó por el estanque donde estaban las criaturas que la inhumana madre había tirado:
“Se puso a contemplar a los desdichados pequeñuelos y a removerlos de un lado para otro con la lanza que llevaba en la mano, uno de ellos alargó su mano y agarró la lanza del rey. Este, movido de su compasión y profundamente admirado del hecho, proclamó la futura grandeza de aquel. De inmediato mandó sacarlo del estanque y, una vez confiado a una nodriza, ordenó que lo criara con todo cuidado, y como lo había cogido de un estanque que en su lengua se dice 'lama¡, le puso el nombre Lamisión. Cuando este creció se convirtió en un joven tan esforzado que resultó también de lo más aguerrido y, a la muerte de Agelmund, gobernó el timón del reino”.
Pablo el Diácono
Qué historias. La mayoría de quienes las lean en la actualidad dirá que eran las fake news de aquellos tiempos. Entenderé que se piense eso, pero, como no me consta y por respeto al autor, prefiero no opinar.