No es al PRI a quien no conviene la alianza PAN-PRD. Es el PRD quien, sin darse cuenta, se desfonda y pone a México en manos de una izquierda autoritaria y destructiva como la de Andrés Manuel López Obrador.

La trastocada y desordenada alianza entre Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, convertida en un culebrón, en una telenovela melodramática, sólo está logrando fortalecer a Morena.

Tan es así que López Obrador ya le dio el “beso del diablo” al romance PAN-PRD en Veracruz, donde ambos partidos pretenden impulsar la candidatura del panista Miguel Ángel Yunes al gobierno del estado.

El tabasqueño acusó a los perredistas, a sus excompañeros de partido, de ser políticamente promiscuos por apoyar a un político corrupto que, como secretario de Gobierno durante la administración de Patricio Chirinos, contrató a homosexuales para que se vistieran de mujeres y fueran a besar al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

Lo cierto es que la única competencia que, en este momento, podría ganar Yunes es la de ser, en el ámbito nacional, uno de los políticos más desprestigiados.

La Procuraduría General de la República informó el 14 de octubre del año pasado que Yunes era investigado, junto con su familia, por realizar operaciones con recursos de procedencia ilícita. PAN y PRD insisten, sin embargo, en que no tienen mejor prospecto para ganar.

Este tipo de coaliciones construidas por el PRD, desde la confusión y desesperación, le está abriendo el camino a Morena, y específicamente a López Obrador para que amplíe la base de su partido rumbo a 2018.

López Obrador avanza, no hay duda. Tiene presencia en Tabasco. En 2015 su partido se quedó con cinco delegaciones del Distrito Federal, ganó la presidencia municipal de Coatzacoalcos y, a través de su hoy candidato al gobierno del estado, Cuitláhuac García, obtuvo Xalapa, la capital. La fracasada alianza entre panismo y perredismo en Puebla dañó aún más la imagen del desfondado PRD.

Fracaso doble y vergonzoso porque Agustín Basave —líder nacional del PRD— amenazó con renunciar si la militancia de su partido no lo apoyaba para pactar con la derecha y el gobierno de Rafael Moreno Valle.

Y quienes al final del día operaron con toda conciencia y todo el propósito para echar abajo la alianza fueron los operadores del gobernador. Cooptaron, amenazaron, infiltraron y bloquearon abiertamente a los perredistas para que, ellos mismos, se negaran a pactar. Más aún, el dirigente del PAN poblano salió a decir que ellos jamás buscaron esa alianza.

Ricardo Anaya y Basave se han equivocado no sólo de método sino de enemigo. En lugar de proponerse “sacar el PRI de Los Pinos” para, según ellos, acabar con el autoritarismo, deberían concentrarse en impedir que se fortalezca una corriente de izquierda que, de ganar, no llevaría al poder a un “caudillo”, como bondadosamente llamó Miguel Ángel Mancera a López Obrador, sino a un dictador.

Se repite lo que sucedió con Josefina Vázquez Mota durante la elección presidencial pasada. La candidata panista creyó que debía golpear al PRI para ganar y lo único que logró fue arrastrar a su partido a la tercera fuerza y regalarle votos a López Obrador.

El intento del PAN y PRD por formar un frente para 2016 se ha convertido en un teatro de comedia trágica, que ha servido para entender que dos partidos tan opuestos en su ideología y en su cultura política no podrían vivir políticamente en coalición. Los gobiernos que intentaron formar en Oaxaca y Sinaloa son una muestra.

En este caso, ni el PAN ni el PRD saldrán ganando. Ambos trabajan, sin saberlo, para “El Rey Sol”, es decir, para López Obrador.

@PagesBeatriz

www.siempre.com.mx