Al ser considerado un intelectual clave del periodo más convulso del siglo XX y que mereciera los elogios de Ralph Miliband o Charles Chaplin, la admiración de Albert Einstein o la amistad de los matrimonios Webb y Roosevelt, y figure en estudios sobre la época con intelectuales como Hayek y Keynes, además de Winston Churchill, que en sus estancias en la casa de los Laski solía practicar sus discursos frente al espejo de la habitación de invitados. Harold Joseph Laski, destacado académico de la London School of Economics (LSE), podría arrojarnos luz en tiempos difíciles y de amplio debate e intercambio de ideas. Es por ello, que decidimos hacer una pequeña reseña.
El politólogo y economista asegura que ?la sociedad occidental debe sus mayores triunfos a su afición iconoclasta?. Es decir, aquella sociedad que se mantuvo alejada de los convencionalismos, y que ?debe sus descubrimientos a hombres, que en algún campo determinado, se han mostrado deliberadamente escépticos frente a verdades hasta entonces consideradas indubitables?. En este sentido, a partir de una palabra, idea y situación se pueden cambiar ?o enraizar? muchas cosas preconcebidas. Por lo que, por un lado, el valor de la originalidad en un campo determinado puede ser suprimido; o por el contrario, ?preservar los causes por los que pueda fluir lo nuevo como condición necesaria de nuestro bienestar? afirma Laski.
De acuerdo con lo anterior, la consecuencia de la supresión es una sociedad de ?ideas estancadas?, ?conformistas? ?limítrofes? ?resignadas? y que, por esas mismas condiciones, todo lo quiere rápido, fácil y redituable. Esto es el reflejo de que ?cada vez más vivimos una vida en la que alejarse de los convencionalismos entraña peligros? y, parafraseando a Laski, siendo esclavos de la costumbre, hoy en día, hasta abrazamos las cadenas que nos atan.
Sin embargo, lo nuevo aunque siempre es difícil, siempre es necesario. Lo convencional no tiene por qué ser infranqueable, aunque así lo parezca, sobre todo cuando se realiza el ejercicio de diferenciar entre cosas que son creíbles debido a que son consistentes con una visión generalizada, en una mayoría o minoría ?visión, incluso, que se acepta como sustituto de hechos? y las cosas que son sometidas a la prueba de hechos concretos. Esto es fundamental cuando se trata de convicciones económicas y políticas que tienen impactos ineludibles sobre la vida de millones de personas. De esta manera, lo peligroso, dice Laski, ?estriba en que lo convencional se convierta en lo infalible?.
Inmediatamente se piensa en México. En nuestro país tenemos un Estado de Derecho destrozado por la impunidad persistente y la corrupción, ambas han funcionado como aceite en la maquinaria política y económica, que a lo largo de décadas finalmente, nos hacen movernos en la convergencia de siete crisis: económica, financiera, política, climática, agroalimentaria, energética, de derechos humanos, y de legitimidad. Así lo han sostenido diversos investigadores del COLMEX, CIDE, UNAM, UAM, IBERO, además de instituciones multilaterales como la ONU. Y también, una minoría de ciudadanos observadores. La necesidad de interpretar estas crisis respondiendo al interés, necesidades y preocupación de los gobernados es vital. Ante tal situación, por ejemplo, se debe tener claro que no hay nada definitivo en la estructura actual de nuestras instituciones, aclarando, que ?los ciudadanos más leales son aquellos que recuerdan a nuestros gobernantes las condiciones bajo las cuales han sido puestos a gobernar? dice Laski. Por lo tanto, encontrar defectos en las cosas que parecen perfectas o preestablecidas, más que una moda o un ejercicio de intelectualidad, pareciera que ya es una tarea de supervivencia.
Lo anterior, es cierto porque ?si los ciudadanos callan ante la negativa de que su voz sea escuchada, los grandes intereses darán por descontado que el silencio es consecuencia del no tener nada que decir. Y el hábito adquirido de la aquiescencia, no sólo transforma al ciudadano en inerte y aletargado receptáculo de órdenes, sino que contribuye a que el gobierno se persuada de que bastará con mantenerse firme para que sus imposiciones, por raras que puedan ser, sean aceptadas. Ante actitudes como éstas, sin una constante y necesaria vigilancia, las libertades ciudadanas no podrán perdurar?.
En concreto, algunas de las ideas del libro Los peligros de obedecer puede hacernos ver que las voluntades de los que aspiren a gobernar no se consoliden a costa de la supresión de los ciudadanos y a costa del bien público, como han existido muchos casos en México. Lo nuevo, sin tener miedo a desviarse de lo convencional, no sólo es propio de la empresa, la tecnología, las artes y el deporte, es principalmente del pensamiento. Por ejemplo, es visto con normalidad y hasta admirable que el estadista, el empresario exitoso, el millonario, el actor bien parecido, señalen en qué forma ha de organizarse la vida, ?pero en cuanto oímos hablar de ello al simple ciudadano, nos pasma su osadía o nos indigna su intromisión? cuando paradójicamente, ha sido al simple ciudadano al que más le ha afectado la imposición de normas, cuando los gobernantes muchos de ellos sin calidad moral, tienden a definir con creciente precisión los límites de la vida que éstos deben llevar. Así Laski deja claro el mensaje de que el término ?civilización? significa no atentar contra sí mismos. Conforme a esta definición ?aquellos que por negligencia aceptan pasivamente las órdenes de la autoridad no están en condiciones de reclamar para sí el título de ?hombres civilizados? sostiene el también escritor y conferencista inglés.
Finalmente, la brevedad de este pequeño libro, de poco menos de cien páginas, es interesante porque independientemente de los convencionalismos de pensamiento que tenga lector, puede aportar, compensar, equilibrar y/ cambiar ideas que son de debate actual en México.