Andrés Manuel López Obrador es, sin lugar a dudas, el político más destacado de México y el único opositor consistente al “establishment”, además de ser uno de los personajes más queridos por la ciudadanía. Su nombre se ha convertido en una marca registrada de lucha social y política y en la actualidad se perfila a ser el candidato a vencer en las elecciones presidenciales de 2018, en la que sería su tercera aparición consecutiva.

AMLO tiene excelente imagen -el director de este portal, Federico Arreola, elogia su honestidad cada vez que puede- entre la población, pero parece empeñado en dinamitar sus posibilidades al hacer alianzas cuestionables, como la que a partir de este lunes formalizará con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

La CNTE es el último reducto del retrógrada fundamentalismo sindical que tanto daño ha hecho a la educación mexicana, a pesar de que en los últimos tres años ha adquirido enorme popularidad e incrementado su influencia en el magisterio nacional gracias a su postura férrea contra la Reforma Educativa, rechazada por una buena parte de los profesores.

Pero quienes piensan que la actitud “revolucionaria” de la famosa Coordinadora es genuina por simple simpatía con su lucha actual, deberían revisar a detalle su origen, su modo de operar y sus supuestos logros.

Al igual que el SNTE, sindicato del que reniegan pero al que nunca renunciaron, los profes de la CNTE siempre han jugado en la arena política para el bando que les prometa mantener el botín educativo que por años controlaron -y siguen controlando en cierta medida- en Oaxaca, Guerrero y Michoacán, por cierto, tres de los estados con mayor rezago educativo del país.

He escuchado cientos, tal vez miles de argumentos de maestros que defienden la lucha de la CNTE sin importar los medios utilizados, pero también dispongo de testimonios directos de profesores que trabajaron en los dominios de la Coordinadora por muchos años, y que fueron víctimas de la presión inmensa que significaba pertenecer a sus filas.

Y no son testimonios nuevos. Un profesor quintanarroense recién jubilado, que inició su carrera docente en Oaxaca 30 años atrás, narró que desde la década de las 80´s las marchas de la Coordinadora dejaban sin clases a miles de niños oaxaqueños por dos o tres meses cada ciclo escolar.

Me confirmó que trasgreden las libertades individuales al exigir a sus agremiados someterse a una disciplina autoritaria y jerárquica, donde diferir te puede costar ser estigmatizado y humillado. No existe el respeto por el individuo y ni hablar de la pluralidad de pensamiento, aunque se venden como verdaderos adalides de la democracia.

Como ejemplo están sus recientes acciones para evitar las evaluaciones para la permanencia. Su resistencia a la Reforma Educativa puede ser respetable, lo que es inaceptable es que boicoteen las sedes de las evaluaciones e impidan a otros profesores ejercer su libertad de decidir.

Pues bien, con esa CNTE está pactando López Obrador y su Morena, prometiéndoles posiciones políticas clave en la administración educativa del estado de Oaxaca en caso de que su partido gane, e incluso contempla convertir a los líderes de la Coordinadora en candidatos a puestos de elección popular.

AMLO no es un político novato; seguramente considera que pactar con la conflictiva CNTE le puede traer beneficios electorales inmediatos en Oaxaca y en otros estados donde el magisterio está bajo su control, pero está perdiendo de vista el daño que le puede ocasionar esta alianza a futuro, cuando la presidencia esté en juego.

 Con este pacto, Andrés Manuel estará perdiendo un sinnúmero de potenciales votantes “moderados”, que no ven con buenos ojos su apapacho a organizaciones recalcitrantes como la Coordinadora, cuya imagen está sumamente deteriorada a lo largo y ancho del país.

El amasiato con la Coordinadora será nocivo para sus aspiraciones, no solo por los ciudadanos y educadores que tomarán distancia de Morena, sino también porque da armas a sus opositores para golpearlo y restarle puntos.

Puntos que podrían ser la diferencia en 2018.