Después de las 12 del día de cada sábado, los zopilotes (o chombos, en tabasqueño) trazaban perfectos círculos aéreos con sus negras figuras que, conforme avanzaba el tiempo, se acercaban más al campo hasta planear y precipitarse al atardecer sobre los restos de la res sacrificada a las cinco de la mañana; frescos todavía, el sol incandescente del trópico había empezado a actuar sobre la sangre, la grasa, las piltrafas y los restos de osamenta.

Una variante era ver a los chombos sobrevolar a la distancia e imaginarlos en picada caer sobre la vaca, el caballo, el perro o cualquier otro animal muerto a la orilla de la carretera, y clavar con rica fruición el sólido pico negroide sobre la putrefacta materia nutrida de moscas y gusanos; la sabrosa carroña maloliente (que siempre nos hace pensar en “Une charogne”, el poema de Baudelaire: “Recuerda el objeto que vimos, alma mía”).

A menos que se asuma a la 4T a punto de morir o como una carroña, la concepción o perspectiva estético-política del presidente López Obrador es equivocada y sin duda influenciada por el trabajo del 2009, Temporada de zopilotes. La Decena Trágica (que ya será quincena; según la conferencia matutina presidencial), un excelente documental del director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, pero igualmente de equivocado título (en febrero de 1913, narra, una bandada de zopilotes pobló la Ciudad de México, y esto lo interpreta como “el elemento simbólico de lo que iba a suceder después”, el golpe de Estado y el asesinato de Madero). El equívoco viene de asemejar la figura oscura y carroñera del zopilote con la violenta perversidad del hombre; no hay equivalencia ni por asomo.

Inversa a esta interpretación, he descrito al zopilote, desafortunadamente en vías de extinción, como “un eficientísimo inspector de sanidad”. Y es que, contrario a las ratas que transportan y trasmiten suciedad, bacterias y pulgas (de ahí viene la plaga, como narra Albert Camus en La peste), el zopilote limpia, hace un bien a la población (Animales y otros bichos raros; Praxis, 2013). Puede incluso acechar a un animal moribundo, pero jamás se atreve a cometer el crimen; una vez inerte la presa, el chombo inicia su banquete por los ojos y el ano, los extirpa. Lo suyo es la carroña; su objetivo ulterior.

No me parece correcto en consecuencia otorgarle papel tan benéfico a la oposición que en México está inconforme con los resultados de la elección de junio de 2018 y los cauces tomados por el gobierno que le ha seguido.

Según se puede leer en la realidad mexicana actual, el proceso de cambio encabezado por López Obrador, no obstante la pandemia Covid, estaría en pleno avance tanto por el combate a la corrupción, el freno a los privilegios, la austeridad, los programas sociales y de salud, como por la marcha de las obras públicas esenciales. Es decir, el aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el corredor Trans-Ístmico; más la construcción de carreteras por todo el país y la conclusión de obras abandonadas por gobiernos anteriores.

Y es justo este avance, esta marcha, lo que provoca tanta inconformidad al grado del odio y la convocación al crimen por parte de la diezmada oposición mexicana compuesta por calumniadores, mentirosos, odiadores, instigadores, criminales en potencia, asoladores. Golpistas en suma, no zopilotes. Y lo que buscan es la cabeza del presidente, su renuncia anticipada; no desean siquiera atender la nueva disposición constitucional, la revocación del mandato en 2022.

Se puede clasificar a los golpistas en ciertos grupos.

1. La prensa nacional e internacional y sus columnistas. Por ejemplo, Reforma, El Universal, Milenio, El Financiero, El Economista, The Wall Street Journal, The New York Times, The Washington Post, The Financial Times, El País. Los Loret de Mola y los Krauze, Leo Zuckerman, Denise Dresser y el payaso Brozo, el salinista Aguilar Camín, el pinochetista chileno Pablo Hiriart, el calderonista Gómez Leyva, la sabandija que ni sus paisanos quieren, Alazraki, el burócrata Sergio Sarmiento, el cretino Macario Schettino, el desperdicio Héctor de Mauleón, el cómico de Televisa Jorge Berry, la caricatura Paco Calderón, el mal heredero Riva Palacio, Jorge Ramos, Azam Ahmed, etcétera. Aquí se puede agregar a los “influencers” del youtube, twitter y Facebook.

2. Algunos empresarios. Sobre todo de la Coparmex, encabezados por Carlos de Hoyos. O supuestos empresarios como Claudio X González, Martín Bringas, Gilberto Lozano y muchos otros que tantas veces han sido en realidad beneficiarios de los gobiernos, traficantes de influencias, como suele clasificarlos López Obrador.

3. Los intelectuales orgánicos del neoliberalismo en sentido gramsciano. El repertorio es amplio pero se pueden sintetizar en Krauze y Aguilar Camín, es decir casi todos los agrupados en las revistas Nexos y Letras Libres (beneficiarias del salinismo y del prianismo, sin sombra de duda). Además, un sinnúmero de “artistas” de la pluma e “intelectuales” menores como Sheridan y Pérez Gay. Sobre todo, seres que han perdido privilegios de jugosas becas, viajes, posiciones consulares, asesorías, etcétera.

4. Partidos políticos y sus dirigentes, por no decir beneficiarios. El PAN, el PRI (Prian), Movimiento Ciudadano y los parásitos del PRD. Calderón Hinojosa (queriendo formar su partido cuando podría estar a nada de ser llamado a comparecer en Brooklyn por el asunto García Luna; acaso se salve si la estupidez de Trump le permite ganar a Biden), las Gómez del Campo, el grotesco de Javier Lozano, Marko Cortés y Dante Delgado y sus séquitos parasitarios, los gobernadores separatistas, etcétera.

5. La clase media clasificada como “aspiracionista”. O “clase media idiota”, como la adjetivaría el sociólogo Gabriel Careaga. Un grupo que aunque no haya perdido privilegios, aunque su vida no esté afectada de modo radical, sale a marchar con la servidumbre que le carga las pancartas y mantas con sus consignas, o en sus autos en tiempos del Covid-19. ¿Puede haber algo más idiota que una manifestación en auto? (en especial si es contra obras como la refinería de Dos Bocas). Este grupo merece un verdadero estudio antropo-sociológico al estilo de un Oscar Lewis invertido, pues actúa sobre todo a partir del célebre clasismo y racismo mexicano cuyo mayor teórico ha sido Enrique Krauze y su trabajo clasista, racista y psicologista trasnochado, “El mesías tropical”.

Entonces, presidente López Obrador, reconsidere su concepto sobre las aves de carroña. No le dé al golpista odiador que quiere su cabeza (como antes quiso la de Madero), el rango y el favor del útil y eficiente zopilote. Mientras uno propicia el bien del ecosistema, el otro procura el mal social y, por tanto, también el mal natural.