El éxito de un empresario en la mayoría de las veces puede ser medido por sus ventas, utilidades o el crecimiento de su negocio, en cambio el de un político, está relacionado directamente con su nivel de aprobación o popularidad.

Por ende, todas sus acciones van encaminadas en seguir contando con el respaldo de la mayoría de los ciudadanos, así está sustentada la democracia en casi todos los países del mundo. Los métodos que cada líder dispone para lograr esto, sin embargo, no siempre son los mismos.

De ahí, que podemos concluir que con base a sus niveles de aprobación López Obrador ha tenido dos años exitosos en la presidencia de la República, sin importar si estamos o no de acuerdo con sus políticas, estrategias o personalidad, lo que es innegable es que hay una gran mayoría de la población que lo sigue respaldando y por ello, sería un absurdo, que el primer mandatario cambiará su discurso o hiciera algún ajuste significativo en su administración.

Y no hay que confundir su logro como político, con sus logros como gobierno. Por supuesto que hay indicadores que han prendido las alarmas y que podrían agravar crisis ya existentes como la económica, la de seguridad o la de salud.

Pero el papel que ha jugado hasta ahora la oposición ha sido deficiente, sin sentido, sin autocrítica, pero sobre todo sin sensibilidad política; y ha sido precisamente esta falta de sensibilidad la que provocó que durante las décadas de la tecnocracia en el país, se ampliará la brecha social y creciera el descontento y el hartazgo de un sector de la población que se cansó de las promesas de un mejor futuro, cuando su presente cada día estaba peor.

Los políticos de escritorio, aquellos que quizás nunca recorrieron los rincones más pobres del país, son los que dictaban las políticas económicas de los gobiernos anteriores, lo que provocó una desconexión total de los gobernantes con sus gobernados.

Conocer México, es entender que la mayoría de la población desafortunadamente vive en precariedad, preocupadas por ganarse el sustento que les permita poner comida sobre la mesa, o brindarles una educación a sus hijos; familias que en algunas zonas no cuentan ni siquiera con los servicios básicos como la luz y/o el agua; a toda esa población, los egresados de Harvard o del MIT les quisieron vender las tasas de crecimiento o los demás indicadores macroeconómicos, cuando lo único que necesitaban era alguien que los escuchara y les ayudara a resolver sus necesidades básicas.

Hoy la oposición sigue sin hacer esa reflexión, entrando al juego de las descalificaciones, de los cuestionamientos, pero no de las soluciones. Esto abona a la polarización la cual evidentemente favorece al partido en el gobierno.

Por eso no es el presidente quien debe de cambiar su discurso ni su estrategia, son los partidos y líderes de oposición quienes tienen que encontrar la manera de acercarse nuevamente a los más vulnerables, presentarles soluciones que no comprometan los apoyos que hoy les están dando, pero que lo hagan con esquemas que garanticen su viabilidad a largo plazo sin poner en juego la estabilidad económica del país en un futuro.

El cambio en la oposición debe darse y pronto, si es que se quiere aspirar a competir en los próximos procesos electorales, recuperar la conexión con la gente requerirá no sólo una nueva propuesta de desarrollo que tenga por objetivo disminuir esta brecha social, también necesitarán impulsar nuevos cuadros, nuevos liderazgos con mayor carisma y empatía para escuchar a la gente.

No, no es caer en el juego, es por el contrario, salirse de él y comenzar una partida nueva que provoque y obligue al gobierno actual a elevar sus resultados porque sabrían que de no hacerlo, la población ya tendría otra opción sobre la mesa.

Puntos Extras

Ayer compareció ante el Congreso local, el Secretario de Salud de Veracruz; quién es el funcionario estatal más observado por la Auditoría Superior de la Federación en todo el país. Con eso a cuestas, tuvo la desfachatez de aventarse una declaración que pondría orgulloso a López-Gatell, afirmando que el neoliberalismo al provocar la obesidad es el culpable de los males en el sector salud de Veracruz y de México.

Que lástima para él que no sea López-Gatell el titular de la ASF, que lástima que en esa instancia no le acepten su pretexto sobre el neoliberalismo para explicar la opacidad en el manejo de los recursos y sus adjudicaciones directas anómalas de contratos millonarios de su dependencia. Al tiempo se dará cuenta que el famoso subsecretario ni un consejo le podrá dar para zafarse del problema en que se ha metido, mientras tanto, que la siga gozando.