Aunque por ser quizá una de las representaciones teatrales más conocidas en las cercanías de Difuntos, la frase: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…” se le atribuye al Juan Tenorio de José Zorrilla, aunque no se pronuncie en la obra original. La paternidad es del guerrerense Juan Ruiz de Alarcón, quien con derroche de ingenio la redactó para su deliciosa comedia La Verdad Sospechosa, en el año ya muy lejano de 1630.

En una primera coincidencia, esa expresión fue tomada 13 años después de que la escribiera Juan Ruiz de Alarcón por el francés Pierre Cornielle quien la incorporó a su comedia “El mentiroso”, cuyo contenido puso en serio predicamento a los escritores de comedia de la época y solamente fue superado en talento por Moliere mucho tiempo después.

“Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…” viene a cuento por los acontecimientos recientes que, desde la retórica presidencial, dio por fallecido al neoliberalismo en México.

En esta cadena de fúnebres coincidencias y mendaces decretos, fue en la tierra de Juan Ruiz de Alarcón, concretamente en Acapulco y durante la Convención Bancaria que, paradójicamente, se le otorgó certificado de cabal salud al denostado modelo económico que tanta desigualdad y pobreza a traído a nuestro país.

Veamos.

Ahí, el presidente López Obrador formalizó lo que deseaban los banqueros: No habrá regulación para las comisiones que se cobran a los usuarios del sistema financiero mexicano.

Y se los puso más cómodo todavía: Que los bancos se regulen con los bancos, con la competencia que es clave para la economía. Pero eso sí, pidió que a cambio de ese compromiso (“porque los compromisos se cumplen”) contribuyan a promover la inversión privada que necesita el desarrollo nacional, porque no se puede hacer mucho solamente con la inversión pública.

Ya no hubo nada en favor del posneoliberalismo del que se habló en días anteriores, tampoco se estableció una ruta crítica para garantizar la competencia bancaria cuando en México solamente 5 bancos concentran la totalidad de la actividad financiera y dos de éstos, acaparan casi la mitad de las utilidades generadas por la intermediación.

Además, muchas de las prácticas financieras podrían ser consideradas como colusión, ya que algunas operaciones se basan en acuerdos entre los mismos competidores para evitar o reducir la competencia, con graves daños a los consumidores porque incrementan costos, favorecen la concentración, reducen la oferta de productos diferentes y por sus acciones monopólicas, impiden el desarrollo.

Y dado que las matrices de la mayoría de esas instituciones están en el extranjero, buena parte de las ganancias van a sus sedes y no se reinvierten necesariamente en el país.

Tampoco hubo señalamientos para asegurar el crecimiento económico con inclusión financiera de los ciudadanos o innovación tecnológica o bajos costos para los usuarios y estímulos reales para el ahorro y no solamente para el retiro o lo que se hará para que siete de cada diez adultos puedan tener acceso al financiamiento.

Con la música de una agenda gatopardista (no se ve cómo podría ser diferente sin una estrategia de desarrollo en verdad progresista y redistribuidora del ingreso) los banqueros lanzaron sus ofertas para ampliar su presencia del 23 por ciento a 100 por ciento de los municipios del país a fin de acreditar, vía tarjeta, los recursos de asistencia social del gobierno y eliminar, eso sí, las comisiones de todas las operaciones digitales, claro en donde no hay presencia de empleados.

Para suavizar a la tribuna, desde la Secretaría de Hacienda se anunció que hacia adelante se emprenderá un diálogo para establecer una regulación asimétrica que integre operaciones del mercado financiero tecnológico o “Fintech” y que proporcione trato diferenciado a instituciones de diferente trabajo.

Lo de Acapulco fue como revivir el título mencionado de la obra de Cornielle y desarrollar desde la retórica política una comedia en donde la recurrencia o “leitmotiv” indica que el neoliberalismo que vos matáis, goza de cabal salud.

@lusacevedop