Durante los férreos años del Gral. Porfirio Díaz fueron construidos unos 18,000 km de vías férreas. Cuando el General llegó al poder ya operaba el tramo de la Ciudad de México a Veracruz con una longitud de 471 km., réstelos si lo considera justo para comparar, pero a la fecha, aunque usted amable Lector no lo crea, solo existen 26,726 km de rieles y durmientes en mal estado, o sea, ¡menos de 9,000 km construidos en casi 110 años! Aun así, ahora que el gobierno actual pretende construir un ramal de unos 1,500 km, menos de un 10% de lo que se hizo con el Gral. Díaz, se alzan múltiples y airadas voces en su contra, algunas incluso, en tono de burla. ¡Ladran Sancho, luego cabalgamos!

Vamos a ver. ¿Alguien podría imaginar a Don Porfis pidiendo opinión o dando explicaciones sobre dónde y cuándo construir una vía de ferrocarril? ¿O al longevo Presidente Echeverría, preguntar si a persona alguna le parecía la construcción de Cancun apropiada o cara, mal planeada e incompleta, si eran necesarios los estudios formales o la evaluación del impacto ambiental y si podía prescindir de la opinión de un Vidente con bola de cristal que advirtiera sobre las consecuencias de llevar a cabo dicho proyecto o de no hacerlo? Con Echeverría se compraron los terrenos sin hacer ruido, se expropiaron otros y se inició el proyecto. Punto. 

Ese truquito, comprar o expropiar y luego vender tierras, ha sido el gran negocio gubernamental y privado que precede a la obra pública. El ejemplo más obvio son los 385,000 km de carreteras, autopistas, terracerías y caminos vecinales que surcan todo el país. ¿Alguien se desgañita porque dichas vías deforestan, contaminan, agreden a la fauna, matan gente al por mayor y se termina pagando por ellas 3, 4 o más veces el costo presupuestado? No, pues no.

Pero por 1,500 km que es una nimiedad, no un megaproyecto, destinados a mejorar  un olvidado rincón de la Patria, los defensores del uso correcto de los dineros públicos, ponen el grito al cielo. Considérese que de los 26,000 km de vías, cerca del 90 %  corren hacia el norte, que de los 1,500 km del Tren Maya quizás unos 800 km serían nuevos, que la mayor parte se construiría a la vera de carreteras ya existentes y que siendo una obra complementaria en las vías de comunicación, su costo se estima moderado guardando la prudente distancia. Por ejemplo, se calcula que el costo por km será de $5,2 millones de dólares contra unos $9 millones de dólares que cuesta el km en USA y $20 millones de dólares en promedio que ha costado el AVE en España. Pero bueno, de lengua me echo un taco. Veremos.

Ahora estamos en México, un país cuya democracia permite que aflore sin disimulos la viveza de su gente, con sus excepciones, por supuesto. En cuanto se escucha que se proyecta una obra pública, se desata la rebatinga, brotan los agitadores profesionales, se engrosan las filas de los que quieren una tajada del pastel, se esgrimen los más diversos argumentos para ser tomados en cuenta, que si los pueblos perderán sus valores, que se provocará un desastre ecológico, que las hordas turísticas son depredadoras, que los pobladores de la ruta perderán sus tierras, que las abejas morirán, que la Nicte-Ha se peleará con un francés, que el Cotzito los desconocerá porque aprendió alemán, que se roban la marca "Maya", pero que si los ayudan con 50 cuartos para un hotel y les dan prioridad para vender sus productos, la cosa cambia. El EZLN sólo pide escopetas, municiones y resorteras para cazar iguanas, jabalíes y Jaguares, pero no se dan cuenta que los turistas que arriben en el tren se tomarán fotos de a dólar con ellos, como el Chepe y los tarahumaras. Los intelectuales que deambulan por la zona solo piden lo más difícil, amor y paz, pero en eso coinciden con el Presidente. Ah, y que el tren no toque el pito a las 4 de la mañana. En fin, en el modo de pedir está el dar.

Incrementar las pocas vías de tren que hay en el Sureste y en la Península de Yucatán, dista mucho de ser una mega obra y si parece un acto de justicia. Sin embargo, este proyecto puede adquirir una mayor dimensión, importancia social  y valor comercial, si se incorpora en su trayecto a los países de Belice, Honduras, Guatemala y El Salvador. Un genuino Tren Maya. Hecho esto, no solo se avanzará de manera contundente en la integración de México y Centroamérica y se iniciará el ferrocarril que unirá a todos los países del Istmo, hasta Panamá, si no que será quizás el programa de inversión más importante que promueva México en su afán de frenar la corriente migratoria e implantar con el apoyo de USA y Canadá, una especie de mini plan Marshall, que ya en diversos medios se ha mencionado. Y claro que se puede, ¡me canso ganso!

Rendijas

  1. En USA residen 38.5 millones de personas de origen mexicano (Current Population Survey) y en México nadie se molesta.

  • Cerca de un millón de estadounidenses y menos de 100 mil centroamericanos residen en México. Por los gringos nadie se molesta, ah, pero por los que vienen del sur ¡casi todos se molestan!
  • Trump al tiempo amenazará: o retienen en México a un milloncito de Guatemala, Honduras y Salvador o les reembolso a 10 milloncitos de paisas! Uds. dicen.