Andrés Manuel no necesitaba en su equipo a uno de los mejores amigos de Felipe Calderón. Sorprendió el año pasado que AMLO aceptara como uno de los suyos al que quizá fue el principal operador del fraude electoral de 2006. Generoso, López Obrador hizo senador a Germán Martínez y, después, le dio la dirección del IMSS.

Muchos sabíamos que Martínez iba a serle desleal al presidente López Obrador. Aunque personalmente pensé que la traición tardaría algunos años en llegar, como al alacrán de la fábula su naturaleza obligó a Martínez a encajar el aguijón de la felonía mucho tiempo antes de lo que él mismo había estimado.

Ha renunciado al IMSS y, en su despedida, ha atacado al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, este sí un hombre honorable. Germán Martínez, miserable, ni siquiera fue capaz de simplemente, sin mayor escándalo, dejar su cargo.

Seguramente volverá al Senado. Y será tan cínico de exigir que no solo lo acepten los legisladores de Morena, sino que le ofrezcan encabezar importantes comisiones.

Es obvio en la carta de renuncia de Martínez que no estaba de acuerdo con las medidas de austeridad del gobierno de López Obrador. Se entiende el descontento del amigo de Calderón: fue importante funcionario en el gabinete del esposo de Margarita Zavala y como tal se acostumbró el derroche.

Llegará al IMSS alguien mejor, más sensato, más identificado con el proyecto de Andrés Manuel… y que menos problemas le dé al secretario Urzúa, que bastante trabajo tiene como para perder el tiempo haciéndoles gordo el caldo a funcionarios frívolos que no saben ser, como humildad, simples servidores públicos.