“Y en un mundo de chingones, de relaciones duras,
presididas por la violencia y el recelo,
en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar,
las ideas y el trabajo cuentan poco”.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
De acuerdo a la Real Academia Española, 'nacionalismo' es: 1. Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece; 2. Ideología que atribuye identidad propia y diferenciada a un territorio, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas y; 3. Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a tener cierta independencia en sus órganos rectores.
Por otro lado, el término 'patriotismo', según la misma fuente citada es: 1. Amor a la patria; 2. Sentimiento y conducta propias del patriota.
Vale la pena hacer la diferenciación entre uno y otro término, sobre todo en el llamado “mes patrio”, en donde salen a relucir todo tipo de conductas, expresiones y características que aluden al orgullo de ser mexicano. Mientras el nacionalismo refiere actitudes de pertenencia, apego, independencia, e incluso democráticas al señalar aspiraciones políticas diversas; el patriotismo apela más a las emociones que a la razón, a sentimientos efímeros que caducan al día siguiente de concluir “las fiestas patrias”, como atinadamente indica la frase.
La mexicanidad, decía Octavio Paz, está plagada de fiestas populares, entre ellas destaca la celebración del 15 de septiembre, fecha en que se reúnen multitudes en plazas públicas para celebrar “el Grito de Independencia”, donde el mexicano grita por varios minutos, quizá para callar los restantes 364 días del año, nos refiere el escritor.
Octavio Paz observaba que el mexicano es dos circunstancias y ninguna a la vez, es el “chingón” que rinde culto a la muerte y se burla de ella al hacerlo, el que “no se raja”. Pero, es también, el agachón, escéptico y resignado que permite abusos de autoridad. El que quiere chingar y el chingado.
El nacionalista es mexicano todos los días, no olvida su pertenencia a un territorio, no olvida que son suyos y de todos, los recursos naturales que pertenecen a la nación. La nación somos todos. El patriota grita, llora, se pinta, baila, brinca y se embriaga el 15 de septiembre para interrumpir la marcha del tiempo e ignorar, en palabras de Octavio Paz, a todos los Hijos de la Chingada: extranjeros, malos mexicanos, nuestro enemigos, nuestros rivales, los “otros”, aquellos que no son lo que nosotros somos.
Para Martín Luis Guzmán el único verbo que se conjuga en México, en la política mexicana es el de “madrugar”. Chingar, para Octavio Paz, quien también considera “ningunear”. Se ningunea al “otro”, al Hijo de la Chingada.
En septiembre, el patriota escucha música del tradicional mariachi mientras bebe tequila en grandes cantidades, aunque ya no sea mexicano. El nacionalista sabe que es simulación que una clase política conservadora celebre una revolución. Un levantamiento armado.
El nacionalista sabe que el ningunear, madrugar o chingar pertenecen a una cultura contraria al entendimiento humano, que responde más a emociones que a razones. El patriota está buscando pretextos para demostrar “lo chingones que somos” o por lo menos aparentarlo con los otros.
En competencias deportivas mundiales, por ejemplo, se desearía que vayan los mejores, no los más chingones. El patriota llora cuando pierde la selección. El nacionalista rechaza los protocolos y lo “políticamente correcto” de todo tipo de ceremonias patrióticas. El nacionalista y el patriota comparten la idea de ver triunfar a México, pero lo buscan con acciones a veces diametralmente opuestas. Son mexicanos que esperan el llamado al grito de guerra y rugir del cañón. O mexicanos que creen en el cambio por la vía armada como último recurso, o que de plano no creen en nada. Las coincidencias sirven para construir lo que se considera posible.