Según la teoría de los escenarios los políticos que tratan de construirse un futuro, ya sea electoral o ya sea como parte de un gobierno, deben de dar dos pasos obligados, como principio de su estrategia:

a) Proceder a realizar cooptaciones que les sean funcionales a su proyecto.

b) hacer una ingeniería de tiempos que, admitiendo las flexibilidades a las que obligan los imponderables, debe cumplirse con la mayor puntualidad que sea posible.

Dando por hecho que tanto Enrique Ochoa Reza como Jesús Murillo Karam y Javier Duarte tienen que construirse una estrategia política para enfrentar sus respectivos futuros, y que están conscientes de ello, el principio de sus tareas para resolver sus indivisibles responsabilidades, que de aquí en adelante puede marcar su destino de una manera definitiva.

1.- El presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, llega al más importante cargo de esa organización sin tener ni la impresionante curricula de su antecesor Manlio Fabio Beltrones y mucho menos la experiencia y el oficio (o las mañas como quiera llamarlas el improbable lector de estas notas) del sonorense.

Y si a un político tan cuajado como lo es Beltrones le ganó el exceso de confianza y dejó la operación de las pasadas elecciones de junio en manos de unos muchachos que no pudieron con el encargo, con los desastrosos resultados que le obligaron a dimitir antes de que lo dimitieran, una actitud similar por parte de Enrique Ochoa puede llevar al PRI a un despeñadero en los comicios que habrán de celebrarse el próximo años para elegir gobernadores en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, que serían así el inexorable preámbulo de la salida de partido del presidente de Los Pinos.

Ochoa Reza no realiza aún la recomposición del cuadro dirigente nacional del PRI.

Esa es la oportunidad que tiene Ochoa Reza de realizar interesantes cooptaciones de liderazgos regionales y de representantes duros de la clase política priísta.

Una clase de profesionales que es una abigarrada mezcla de militantes de todas las generaciones del tricolor y que tienen más cuadros con oficio que el PAN, que vive ahora un momento de grave división por la feroz pelea por la candidatura presidencial que se libra  entre los grupos de Ricardo Anaya, Margarita Zavala-Felipe Calderón y el mandatario poblano Rafael  Moreno Valle.

 O que MORENA cuya nominación para que sea el representante en las presidenciales 2018 está definida para su propietario Andrés Manuel López Obrador, pero que ha trasladado sus disputas internas a la puja por la candidatura a jefe de gobierno de la Ciudad de México en los comicios que vienen, una riña callejera en la que por ahora el fuego amigo de Martí Batres le ha tundido de manera inmisericorde a Ricardo Monreal, que se ha descuidado aldeanamente por estar con gran parte de su atención política centrada en su natal Zacatecas.

Los tiempos para Ochoa Reza no son los que marca el calendario electoral del año próximo, son los que de una manera fatal, le está imponiendo una coyuntura muy pesada de balcanización de sus gobernadores, de los que están llegando, de los que van de salida y de los que todavía tienen aire para llegar al gran evento de la sucesión presidencial que viene.

Lo de su liquidación como director de la CFE es una grilla menor que le hicieron, muy probablemente, los malquerientes de su amigo Luis Videgaray en el Estado de México.

Los retos de Ochoa Reza son más importantes para el futuro político de México que desgastarse en dar explicaciones sobre un asunto que medido en pesos, nada tiene que ver con algunos políticos que aparecen en las listas negras de los Panama Papers o la de las Bahamas Leaks.

Su reto es construir un PRI fuerte y competitivo, sin exclusiones ni exclusividades.

Y tiene todo para hacerlo.

2.- Jesús Murillo Karam, y con él Tomás Zerón, se han quedado en una posición muy incómoda con las declaraciones de la procuradora Arely Gómez en el sentido de que en el caso de los 43 normalistas desaparecidos hace dos años en Iguala , las investigaciones se volverán a empezar partiendo prácticamente de cero.

Ayer decíamos en esta columna que en el caso de los normalistas de Ayotzinapa, habría que considerar las declaraciones de cuatro personajes que hoy son claves para el esclarecimiento del doloroso acontecimiento.

El exgobernador de Guerrero Ángel Aguirre Rivero, el jefe de la policía de Iguala en aquellos 26 y 27 de septiembre de 2014, Jesús Murillo Karam y Tomás Zerón representan la punta del hilo de una madeja que al régimen peñista le urge desenredar.

3.- Ayer le fueron cancelados temporalmente los derechos partidarios al gobernador de Veracruz Javier Duarte.

Poco gana el PRI con esa decisión que debieron haber tomado cuando menos hace un año.

El PRI no tiene en su comisión de justicia partidaria la autonomía que debiera. Si lo que sigue es cumplir por encomienda un guion suicida de ir cazando en episodios a Roberto Borge, César Duarte, Rodrigo Medina y los temibles hermanos Moreira, van a salir más raspados los integrantes de esa comisión que los propios preacusados.

Pero en fin, así se están dando las condiciones para que los actores que menciono en el título de esta columna, vayan construyendo sus particulares escenarios futuros.

Y recordando que si bien es cierto lo que dijo hace unos días Enrique Ochoa Reza de que en política nada es casual, también es una sentencia verdadera de que en política nada es para siempre.

Veremos cómo camina la política mexicana en los días y meses por venir.