Hay quienes dicen que la única razón por la cual el siniestro Imperio, la nación más poderosa del orbe, los Estados Unidos de Norteamérica, no nos invade y conquista, es porque la tierra en la que vivimos y cohabitamos está infestada de mexicanos. Está repleta de nosotros. De chusma, pelusa, raza, de una masa amorfa, pardusca, hedionda, caótica y cambiante que recorre el país descomponiendo, rompiendo, arrastrando, robando, matando todo lo que va dejando a su paso. Y tú, yo, él, ella, ellos y nosotros conformamos semejante extraña criatura indomable y destructora.
Trinquete, 'mordida', transa, baile, cogida, cagada, chingada, jodida, 'moche'.
Siempre hemos sido un pueblo violento, abusivo, vivo, alburero, cabrón, corrupto, borracho, temerario, ágil, pillo, simpático, cálido y cariñoso. Y es el conjunto de todas estas cualidades y muchas otras más lo que nos dota de una identidad carismática, esquizofrénica y nefasta. Porque del ¡salud, compadre! podemos pasar a los madrazos; porque luego de invitar la cuenta con un ¡no'mbre, mano, por favor, no te preocupes, yo me encargo! procede el falso bondadoso a robarle al iluso compañero; porque ¡viva México, cabrones! Y en la cruda de pozole, alcohol adulterado y con las suelas de los zapatos todavía apestando a la plancha del Zócalo pasamos al pinche gobierno corrupto, país de mierda; porque somos indígenas en Teotihuacán, mas en el metro cuando se sienta el indígena al lado le espetamos un ¡hazte, pinche indio pata rajada! Por eso nos llaman mexicanos.
El "Cielito lindo", el imposible quinto partido, el PRI, Vicente Fox, Oribe, la guerra de Calderón, los fraudes electorales, el acarreo, el mesianismo político, Chabelo, nuestra burocracia, Molotov, la Cruz, Maciel, Zapata, las Chivas, la UNAM, el Huelum, la Gaviota, Ayotzinapa, Cantinflas, Cuauhtémoc, Juárez, Porfirio Díaz, El 'Peje', México 68, 70 y 86, Tlatelolco, la CTM, Velázquez, los cristeros, el 'narco', Colosio, el copete, Marthita, 'Hugol', Fortaleza, PEMEX, Villa, Salinas, dios, el Desafuero, Proceso, el jaguar. Y un largo etcétera. Y las subculturas como el charro, el chairo, el campesino, el obrero, el político, el potentado, el 'guarura', el militar, el poli, los estudiantes, el emo, el punk, el dark, el hippie, el viene viene, el resistolero, el fresa, los 'mochos', los tetos, los malandros, los porros. Y otro largo, muy largo etcétera.
Ni buenos ni malos, pero sí hay el peor: el escuálido, mediocre, falso, feo, inculto y bien peinado labrador de medio pelo. Lo que Marx llamaba pequeño burgués, porque no era ni burgués ni gran burgués, ya que no llegaba ni a patrón ni a Rothschild. Ese ser humano que tiene 'smartphone' y computadora, pero su coche no circula ni en martes ni en sábado; el que no tiene ni mucho ni poco; que hace como si trabaja para llevar una vida casi acomodada; el miserable que no enciende nuestra economía, pero aprovecha cada cupón, cada limosna del gobierno. El que no da empleos pudiendo darlos; el que no gasta pudiendo gastar. El que camina con un refresco de cuatro litros en una mano y un wafle cubierto de Nutella, chocolate y jarabe en la otra, por los pasillos de los centros comerciales sin comprar nada. Pero eso sí, pinches nacos, los otros; pinches ricos, los otros; pinches pobres, los otros. Yo, nunca. Y todo esto lo hace en Twitter, escudado en el anonimato y sin atreverse, por pena, a enseñar la cara. Y en Facebook tiene de foto de perfil un león. Aunque su esposa viva tras las rejas de la cárcel de la frustración sexual. Este tipo de personas odian su trabajo, odian a la gente, odian a su familia, odian todo. O por lo menos eso creen. Lo cierto es que se odian a sí mismos más que a nada, y creen odiar a los demás. Por eso sus envidias, resentimientos, complejos, frustraciones y fobias. Ese tipo de personas no tienen nombre, pero son los que se encargan de tildar a los demás, de ponerle nombre a las otras identidades.
Ahora se ha forjado una nueva identidad. Gestada en las colonias, discotecas, restaurantes, universidades, hangares, puertos, muelles, más exclusivos de México --¡qué decimos México, del mundo!--, la identidad del "mirrey" se ha manifestado en la sociedad mexicana de una manera muy particular. Los "mirreyes" se dieron a conocer mediante la publicación de múltiples y diversas fotografías en las que estos sujetos posan junto a jóvenes y voluptuosas mujeres despampanantes, o con coches deportivos, o sobre yates de treinta metros, o entrando a aviones capaces de volar a uno de Toluca a Fiji sin la necesidad de hacer escalas. En estas fotografías que circulan en Facebook muchas veces también se puede apreciar en ellas al "mirrey" detrás de una hielera pletórica de botellas y copas de champán, rodeada de minifaldas y escotes sensuales. Otro elemento de los retratos "mirreyes" suele ser el reloj, que van desde Rolex hasta Richard Mille. Asimismo, resulta fácil distinguir a estas personas porque también suelen tener una forma de vestir particular: camisa colorida, a rayas, puntos o estampada, con los tres botones superiores desabrochados y remangada hasta los codos; a veces suelen rodear el cuello con bufandas o chales; siempre con Jeans o pantalones ajustados; y el calzado forzosamente deberá contener adornos como broches, borlas, pompones, entre otros.
Pero, ¿quiénes son estos "mirreyes"? No son más que jóvenes que de alguna u otra manera han tenido la facilidad de recorrer el mundo, besar mujeres bonitas, tomar champaña, bailar en las distintas pistas del planeta, vestir caro, manejar automóviles de lujo, surcar los mares y los cielos en yates y aviones particulares, y fotografiarse en el transcurso. ¿Presumen sus fotografías? Sí. ¿Puede alguno de ellos ser frívolo, banal y superficial? Sí. ¿Que todo o la mayoría se los dan sus padres? A muchos de ellos, sí. ¿El dinero que gastan es mal habido? No podemos generalizar; el de uno que otro sí, el de uno que otro, pues no. ¿Leen novelas, suspiran con la poesía, lloran en la ópera y discuten sobre cine? Algunos, estoy seguro que sí. ¿Son prepotentes? Algunos, seguramente también. ¿Los hay con conciencia social? Estoy seguro que los habrá de izquierda. ¿Tienen ellos alguna la culpa del dinero de sus padres? No. Claro que no. Si alguno de estos "mirreyes" es hijo de político corrupto y millonario, no podemos culparlo de las transas de su papá. Si otro de estos chavos es hijo de un empresario honesto, trabajador y brillante para los negocios, tampoco podemos aplaudirle las virtudes del padre. Es decir, lo que no podemos hacer es amalgamar a los "mirreyes" y a sus papás. Por eso me parece deleznable que haya quienes descarguen sus frustraciones políticas en contra de los hijos de los gobernantes, dirigentes, legisladores y jueces del país. Y son peores los que desquitan su resentimiento social en contra de los hijos de los hombres que envidian.
Qué cobarde es el que por miedo a enfrentar a una persona por ser esta última superior, más grande, más fuerte, más preparada, o por el simple hecho de encontrarse fuera del alcance del diminuto, miedoso y enojado mezquino, ataque por pequeñez al hijo del imaginario enemigo. Además de cobardía, me parece grotesco usar a los hijos como blanco indirecto de ataques a un ser humano en particular. Por eso ignoré los tenis de Andrés Manuel hijo, el retwitt de Paulina Peña, los viajes exóticos de Luisa María Alcalde y de las hijas de Madero. Porque si tengo o tuviera diferencias ideológicas, éticas o morales con los padres de estos y estas jóvenes, criticaré a Andrés Manuel, Peña Nieto o Madero directamente. Nunca seré lo suficientemente cobarde y ramplón como para irme contra sus hijos.
Y si quisiera hacer una crítica a los "mirreyes", primero tendría que conocerlos personalmente, porque soy opositor de prejuzgar a las personas por su clase social. Yo no creo en el tanto tienes, tanto vales. ¿Tú, sí?
¿Que qué opino de los "mirreyes"? Mejor te digo quiénes están peor que estos chavos: los enfermos de envidia, acomplejados hasta la médula, que con la cara grasosa y golpeando unas teclas cubiertas de mugre, despotrican en las redes sociales calumnias cargadas de ponzoña y resentimiento social. Es su manera de evitar romper el espejo, que cuando lo enfrentan les avienta un gargajo de vergüenza por no cuidar la dieta, tener el pelo seboso y la cara cubierta de acné. Por eso se desquitan con esos jóvenes, se desquitan con las vísceras repletas de gases, garnacha y chatarra. Porque prefieren odiar a alguien más que sentir lástima por sí mismos.
Vivimos en un país de desaparecidos, desmembrados, indignados, afligidos, aterrados y muertos. A diario se perpetran crímenes horrendos que nos hacen estremecer y llorar. Estados enteros están incendiados y cubiertos de sangre. Asimismo, los bolsillos de nuestros políticos henchidos de billetes sucios, no se vacían ni para arrojar una migaja al hambriento. Pero a pesar de esto, y a pesar de tanta tragedia, muchos se enfocan en lo terrible, lo inhumano, lo inconcebible que resulta posar junto a un Ferrari y subir la foto a Facebook.
Dejen a esos chavos en paz, que hay en este México objetivos mucho más importantes y transcendentes a los cuales dirigir nuestras críticas y nuestra lucha. A crear conciencia.