Mientras la atención de Brasil está centrada en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, tras una sesión de 16 horas y agitadísimos debates en Brasilia, el Senado aprobó esta madrugada, y por amplia mayoría, la apertura del juicio político a la suspendida presidenta Dilma Rousseff, con lo cual el terreno ya queda listo para que a fin de este mes se decida si la mandataria, acusada de manipulación de las cuentas públicas, es destituida o no.

En la histórica sesión, que como manda la Constitución fue encabezada por el presidente del Supremo Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski, 59 senadores apoyaron el impeachment de Rousseff, del Partido de los Trabajadores, mientras que 21 votaron en contra. Para la aprobación de la moción en esta penúltima etapa era tan sólo necesaria una mayoría simple, por lo que el holgado margen que se obtuvo señala que son pocas las chances de que la mandataria sobreviva la votación final, en la cual se requiere de una mayoría calificada de dos tercios -54 votos- para que Rousseff sea definitivamente removida de su cargo.

En caso de que sea destituida, el presidente en ejercicio, Michel Temer , del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), distanciado ex vicepresidente de Rousseff, permanecería al mando del Palacio del Planalto hasta el fin del actual mandato, que termina el 31 de diciembre de 2018. Rousseff, en tanto, quedaría inhabilitada para presentarse como candidata a cualquier cargo electivo por ocho años. Hasta ahora, en la historia de Brasil sólo un presidente fue destituido por el Congreso: Fernando Collor de Mello, en 1992, aunque prefirió renunciar la víspera antes de ser condenado. Igualmente, el Senado lo inhabilitó por ocho años, pero después de ese período él volvió al ruedo político y hasta el día de hoy es senador.

En medio de una aguda recesión y de una profunda crisis política generada por el impacto de las investigaciones acerca del esquema de corrupción en Petrobras, la Cámara de Diputados aprobó el 17 de abril iniciar el proceso de impeachment contra Rousseff, acusada de modificar leyes presupuestales sin autorización del Congreso para esconder el déficit público y aumentar el gasto en los últimos dos años, garantizándose así la reelección en 2014.

El 12 de mayo, el Senado decidió su suspensión mientras se decidía si enfrentaría un juicio político. Ahora, con la aprobación del informe de la comisión especial de impeachment de la Cámara alta, el plenario del Senado tendrá en sus manos la decisión final: se espera que el debate y la votación que definirán el destino de la mandataria ocurra en dos semanas, entre el 23 y el 31 de agosto.

Todo esto contrasta con lo acontecido en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, en donde el Presidente Interino Temer recibió una tremenda silbatina, además de escucharse los gritos de la multitud que exclamaban “Fora Temer” cuando éste hacía la declaratoria inaugural, e incluso se recurrió al añejo recurso televisivo de subir el volumen a las palabras del mandatario para “hacer acallar” a la multitud, lo que me llevó a recordar lo acontecido en el Mundial celebrado en México en 1986, cuando más de cien mil aficionados en el Estadio Azteca, silbaron, insultaron y gritaron en contra del entonces Presidente de la República al hacer la inauguración del campeonato.

Mientras tanto en México, un nuevo escándalo de corrupción se asoma, cuando el diario Británico “The Guardian” ha revelado que la primera dama, Angélica Rivera, posee otro departamento de lujo en Miami, cuyos gastos son solventados por un empresario que parece ha sido beneficiado mediante contratos asignados por el Gobierno de Peña Nieto.

Desconozco si dichas acusaciones tienen fundamento o no, pero lo que es un hecho es que la desconfianza que pesa sobre el Presidente de la República, sobre su familia y sobre los funcionarios de su gabinete, es tremenda y es fiel reflejo del descontento que cada vez es más patente en nuestro país.

Creo que por el bien de todos los mexicanos, la transparencia con que debe actuar el gobierno de la República debe ser extrema, para que no quede el menor rastro de sospecha en su actuar.

No cabe duda que los países latinoamericanos tenemos mucho en común y la incongruencia con la que vivimos es una de ellas, porque no es inconcebible que en medio de escándalos públicos, que ante la evidencia abrumadora de pruebas, la población siga optando por elegir a los mismos actores que la han llevado a la crisis no sólo económica, sino de valores, en la que nos encontramos.

En esta ocasión quiere referirme en mi comentario histórico a ciertas especialidades que en algún momento formaron parte de la Gesta Olímpica.

A lo largo de los años las disciplinas que han formado parte de los Juegos Olímpicos han ido variando, una veces incorporándose nuevas (en Río 2016 debutan el rugby y el golf, y en Tokio 2020 el COI ha anunciado que se incluirán el skate, el surf, la escalada deportiva, el karate y el beisbol/softbol); y en otras desapareciendo, como el tiro de pichón, la pelota vasca, el ascenso en globo, el lacrosse, trepar la cuerda o… el arte (competiciones de arquitectura, escultura, literatura, pintura y música).

En los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912 el estadounidense Walter Winans consiguió una medalla de oro con 60 años; para él no era nada nuevo conseguir un metal olímpico, ya tenía una de plata de estos mismo juegos y otras dos (oro y plata) de Londres 1908, todas ellas en la disciplina de tiro; pero aquella tenía un sabor especial… era el oro olímpico en la competición de escultura que consiguió por la obra “An American Trotter“

Aunque en la idea primigenia que tenía Pierre de Coubertin para los Juegos Olímpicos también estaban incluidas las competiciones de arte, no sería hasta los Juegos de Estocolmo 1912 cuando tendrían cabida bajo las disciplinas de arquitectura, escultura, literatura, pintura y música. El único requisito para poder competir era que las obras tuvieran su inspiración en el deporte.

Hasta 33 artistas (principalmente europeos) presentaron sus obras y se otorgó una medalla de oro en cada una de las cinco categorías. Además de Winans, también consiguieron su medalla de oro el italiano Giovanni Pellegrini en pintura, los suizos Alphonse Laverrière y Eugène-Edouard Monod en arquitectura, el italiano Ricardo Barthelemy en música y en literatura George Hohrod y Martin Eschbach -seudónimo con el que presentó “Ode au Sport” (Oda al Deporte) el propio barón de Coubertin-.

Aunque entre 1912 y 1948 los artistas de estas cinco disciplinas tomaron parte en los Juegos, la realidad es que estas competiciones eran un tanto caóticas: se necesitaban “espacios” diferentes a los puramente deportivos, en varias ocasiones las medallas (ya ampliadas a las típicas de oro, plata y bronce) quedaron desiertas por lo “relativo” del arte y la opinión de un jurado e incluso algunas competiciones se dividían en unos Juegos y agrupaban en otros (en Ámsterdam 1928 la literatura tenían tres subcategorías: líricas, dramáticas y épicas, en Los Ángeles 1932 se reagruparon y en Berlín 1936 se volvieron a dividir).

Pero lo que realmente hizo desaparecer el arte de los Juegos Olímpicos fue el amateurismo. Mejor dicho, habría que decir la defensa a ultranza del deporte amateur y la oposición al profesionalismo y a la comercialización de los Juegos Olímpicos del estadounidense Avery Brundage, nombrado presidente del COI en 1952. Entendía que la mayoría de los participantes en las competiciones de arte eran profesionales en sus disciplinas y que se utilizaban los Juegos como un escaparate para que sus trabajos se conociesen internacionalmente y poder vender sus “productos”.

Avery Brundage ganó la partida y las competiciones de arte desaparecieron de los Juegos. De hecho, en los medalleros históricos del COI dichas medallas no están contabilizadas.

El hecho de que los Juegos se convirtiesen en un espectáculo de masas, en el mayor escaparate mundial y en un negocio económico y hasta político, abrió las puertas al profesionalismo y al dinero. Aún así, las competiciones de arte ya no se recuperaron y nunca más volvieron a ser disciplinas olímpicas pero hubo un tiempo en que lo fueron.