Vistas de cerca las afirmaciones de Javier Alatorre en su noticiero nocturno, a mi modo de ver ha sido exagerada la polvareda y el alud de críticas y denostaciones que detonaron.

Así como también los señalamientos - que se exacerbaron tras lo dicho por el comunicador - del compadrazgo, o ligas del jefe de Alatorre, el empresario y dueño de TV Azteca Ricardo Salinas, con el presidente. Aquí hay tela de donde cortar, pero estos predicamentos no se relacionan estrictamente con lo dicho por el conductor de televisión en su noticiero.

Incluso, más allá del tono indulgente con el que se refirió el presidente a Alatorre, de su postura de que los medios de comunicación no deben ser sancionados – lo que deja la duda de si el oficio que envió Olga Sánchez Cordero a TV Azteca se cancela o continúa - las afirmaciones del comunicador apuntan hacia la confiabilidad de las estadísticas del contagio del coronavirus, a cargo de López Gatell, suspicacia que es compartida por muchos, y debe dilucidarse con seriedad en el combate de esta pandemia que a todos nos tiene alarmados.

Veamos.

Alatorre dijo: “las cifras de contagio y fallecimientos por el COVID 19, sus cifras y conferencias (de López Gatell) ya se volvieron irrelevantes. No le hagan caso”.

No conminó a los mexicanos en su noticiero, a que salieran a la calle y abandonaran el confinamiento lo cual hubiera sido irresponsable, y le habría ganado a pulso la condena ante la opinión pública.

No dijo eso -reitero- pero sí puso en tela de duda la confiabilidad de los datos del impacto del microbio en el país.

Y, para probar su aseveración -de que las cifras de López Gatell se volvieron irrelevantes- presentó un video de Jaime Bonilla, gobernador de Baja California, quien fue más lejos que Alatorre, y señaló abiertamente que el Zar de la salud miente, que no actualiza las cifras de muertos de su estado, y que el gobierno de la república reportaba 31 muertos por coronavirus en el estado norteño, siendo que, desde una semana previa, había 72 decesos

Como la respuesta de López Gatell, fue tibia, queda la sospecha.

La pregunta es:

¿Es cierto o no lo que sostiene Bonilla, de que están truqueadas las estadísticas oficiales del coronavirus?

¿Si fuera así, se subestima también la numérica del microbio en otros estados?

El debate crucial de la credibilidad de las cifras permea en las redes sociales, los medios, entre buen número de comentaristas; y hasta en la prensa internacional.

En una entrevista de López Gatell al semanario londinense, The Economist, luce inseguro, sin la contundencia en argumentos para defender el modelo centinela, utilizado para las estimaciones del perfil del virus en México, ante el periodista quien lo acribilla a preguntas.

Justo después de esta entrevista López Gatell sorprendió a todos en su conferencia vespertina cotidiana al afirmar que lo más apegado a la realidad es multiplicar por ocho los datos oficiales de los enferman, sospechosos de estar infectados y muertos por el virus.

¿Por qué demoró en explicar este detalle tan relevante de su metodología?

En corto, algunos gobernadores - además de Bonilla- tienen las mismas dudas.

Y está, además, el tema del estallido fuera de norma de las muertes por neumonía atípica en el país, que - se sospecha- son en su mayoría por coronavirus.

En las redes sociales en días pasados proliferaron imágenes enviadas en forma privada y confidencial por personal de los hospitales, de tableros de enfermos que detallaban que de 20 o 30 ingresados la gran mayoría era clasificado como neumonía atípica, y solo dos o tres como coronavirus.

La incidencia anómala de decesos por neumonía atípica se relaciona directamente con otro aspecto, que exacerba los cuestionamientos sobre la confiabilidad de los datos oficiales del coronavirus: que en México se llevan a cabo muy pocas pruebas rápidas para detectar el microbio.

Las estadísticas señalan que estamos entre los países que - en proporción a su población- utilizan menos este procedimiento de detección, que en naciones como Singapur o Alemania ha sido clave para frenar la curva de contagios.

Las autoridades sanitarias de México - con López Gatell a la cabeza- han manifestado dudas sobre estas llamadas pruebas rápidas.

Cualquier explicación atiza la suspicacia. Puede ser que sea por una genuina discrepancia entre expertos - que tendría que explicarse con claridad porque tal práctica prolifera en todos los países del mundo- ; que sí sepan de su utilidad y no la defiendan por falta de dinero - en cuyo caso habría que conseguir estos recursos urgentemente; o, peor aún, que limiten o entorpezcan estos procedimientos de detección oportuna del mal, lo que sería a todas luces poco ético y condenable.

Sobre todo, luego de que el Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro acusó a López Gatell de trabar las compras del exterior de estas pruebas, y de que finalmente, los gobiernos de Jalisco, o Nuevo León – donde gobierna Jaime Rodríguez Calderón- están aplicando estas pruebas, algo que no está haciendo la Secretaría de Salud a nivel nacional.

 

De modo que las afirmaciones de Alatorre sobre la confiabilidad de las estadísticas del coronavirus abonan en terreno fértil.

Es un imperativo moral – una enorme responsabilidad- que el gobierno informe con absoluta claridad sobre el tamaño de esta pandemia.

Eso es lo relevante de lo que dijo Alatorre. No otra cosa.

Si las autoridades del país estuvieran subestimando la magnitud de la pandemia sería terrible.

Es mejor decir la verdad, aunque duela.

(¿Qué Ricardo Salinas ordenó a Alatorre arremeter contra el Zar de la salud para presionar al gobierno de López Obrador a abrir la economía porque está perdiendo en sus negocios, aduciendo que se morirá poca gente? Podría ser, no lo dudo, aunque al margen del artilugio, independientemente de las razones y sinrazones del dueño de Azteca, tras el desplome de los precios del petróleo, este tema se ubicará en el en el centro del debate nacional)