30 de abril de 2024 | 06:22 a.m.
Opinión de Mar Morales

    Ese diablito, señor presidente

    Así nos hemos enterado de planes tan raros, tan excéntricos, tan atrayentes...
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    La mente es como un paracaídas. No funciona si no está abierta.

    Frank Zappa

    Si los perros ladran, Sancho, es señal que avanzamos

    Don Quijote de la Mancha

    ¿Alguien duda que Andrés Manuel sea un gran, qué digo gran, un e-nor-me y extraordinario comunicador?

    Basta verlo todas las mañanas, fresco como la lechuga, agarrar el micrófono y plantarse firme y seguro en la conferencia mañanera. Aborda cada día diferentes temas. Ya sea que empiece con algo relevante que pasó el día anterior o tenga alguna propuesta y sí, también, alguna ocurrencia… como sea nos tiene a todos esperando lo que sin duda alguna marcará la agenda y será tendencia, de todo el día y hasta dos (o más), en redes sociales.

    He de confesarlo: siempre he tenido un aire de sadismo que sólo yo lo entiendo. Y es ese sadismo, (a veces involuntario, otras no) el que me mantiene pegada a la pantalla observando a conciencia cada palabra, cada gesto, cada sonrisa, cada fruncida de ceño del presidente. Me imagino a la “fifiriza” haciendo muinas matinales, a los “conservadores” quejándose, a la “chairiza” aplaudiendo… y al presidente gozándola.

    Así nos hemos enterado de planes tan raros, tan excéntricos, tan atrayentes (¡Sí atrayentes! a nivel internacional) como la rifa del avión que nos ha traído durante semanas con el Jesús en la boca (¿lo venderá, lo rifará, lo regalará?, oh dios, qué nervios).

    Al presidente se le ocurre algo y nosotros observamos. Dependiendo de nuestro grado de estrés, de nuestras fobias o de nuestras filias, o de nuestra capacidad de entender lo que se quiso decir o se dijo entre líneas, será que arranquemos el día de buenas o de malas o que, de plano, nos valga madres lo que se diga en Palacio Nacional. Pero Andrés Manuel cumplió su cometido: consiguió nuestra atención.

     Me recuerda, perdone usted la comparación e incluso la digresión, cuando mi hija tenía cerca de dos años de edad y traviesa como era, corría de un lado a otro por el pasillo de la casa muy temprano, mientras yo, vuelta loca por las prisas, me arreglaba, la arreglaba, le quería dar el desayuno… y ella se detenía, me daba la espalda, volteaba a verme de reojo y decía en voz alta: “Me paro así y mi mamá se enoja”. Se me ponían los pelos de punta porque pensaba cómo una bebé de esa edad gozaba, sí, ¡gozaba! haciéndome enojar tan temprano.

    Con el presidente habría que ver la cara de gusto, de travesura incluso, que pone cuando se refiere a sus “adversarios” y les avienta el trancazo que, con seguridad, los hace tomar su tila mañanera para apaciguar el nervio.

    El trancazo, la ocurrencia, la puntada, pues, puede ser desde la rifa del mentado avión hasta la cancelación de los descansos largos (¡Con los puentes no, por piedad!) pasando, por supuesto, por la ligera insinuación de que un “diablito” le propone una reelección.

    El presidente lo dijo y algunos, con seguridad, brincaron, se asustaron, pensaron en algún exorcismo o incluso insinuaron que Andrés Manuel “ya escucha voces”.

    Quizá les falte, quiero creer, tener presente la imagen de una bebita corriendo por los pasillos a las seis de la mañana con cara de “pingo” haciendo enojar a la mamá que hoy piensa en el avión, en los puentes, en la reelección, en el diablito y sonríe al ver la mañanera del presidente (de ese genio de la comunicación) todos los días mientras toma su café y espera ver las tendencias en las redes sociales...

    P.D. El que entendió, entendió