“Pero hay muchos estados superiores de la historia en que no ocurrió así, la corte de Guillermo II, episodios de la historia de China, la historia política administrativa norteamericana de la época de MacCarthy – que inclusive persigue a intelectuales -, el periodo estalinista, que los ve como enemigos del gobierno. Son los periodos negros de la historia reciente”

Gabriel Careaga: “Los intelectuales y el Poder”<br>​Gastón García Cantú y Gabriel Careaga.

Al inicio de su gobierno AMLO decía:

“La libertad de expresión debe ser una garantía para todos, por lo que en una sociedad democrática, debe darse el diálogo en un marco de respeto y libertades plenas”.

Totalmente falso, cada día que pasa de este gobierno se limitan más las libertades de expresión, el derecho a disentir y se limita la creatividad. AMLO solo acepta lo que para él es bueno. “La palabra del señor” sólo escucha a los sumisos que le aplauden por algunas migajas como Damián Alcazar, Epigmenio Ibarra, John Ackerman y Lorenzo Meyer.

“Dime qué presumes y te diré de qué careces”

Para entender al compañero presidente hay que ver sus dichos al revés. Por ejemplo, poco antes de tomar posesión dijo: 

“Es normal, así es la libertad, así es la democracia. Es pluralidad, es libertad de expresión, no es pensamiento único, y yo no aspiro a ser un dictador, aspiro a representar una república democrática”.

Dos años después se ha configurado un gobierno autoritario que pretende desaparecer a intelectuales, artistas, historiadores y a cualquiera que ose cuestionar al gobierno y sus políticas.

Contra lo artístico

Una de sus primeras acciones impuestas apenas llegó al poder, fue acabar con la política de estímulos fiscales destinados al impulso del arte y la cultura.

Se justificó diciendo:

“Crearon toda esta concepción de la sociedad civil, satanizando al gobierno, estigmatizando al gobierno. ‘No, si las acciones se llevan a cabo a través del gobierno no son eficaces y además se roban todo; luego entonces, mejor denos a nosotros el dinero’. La política, por ejemplo, de deducir impuestos para fomento de arte, de la cultura. Presumir con sombrero ajeno. Una empresa que no paga impuesto se les regresan los impuestos para que ponga un museo de arte popular. Nada más que ese dinero no entró a la hacienda pública. Esa política no va a continuar. Vamos a cambiar las cosas”.

Esta decisión puso “los pelos de punta” a propios y extraños. Sabina Berman, describió justamente lo que sucede: “Hay dos opciones, una que el presidente esté pensando en quitar esos estímulos y el dinero equivalente colocarlo en la Secretaría de Cultura para que apoye directamente a los artistas y con eso volveríamos al pasado, donde no había una libertad creativa, sino un control sobre lo que se produce y la otra, que es el escenario peor, si no se considera que ese dinero se reponga, sería un destrozo enorme e irreparable.

Una joya que muestra de cuerpo entero el autoritarismo de AMLO es lo que sucedió el día de ayer en la mañanera cuando le preguntaron qué pasará con el “parlamento abierto” para discutir su iniciativa de reforma a la ley de la industria Eléctrica: dijo que no le cambiará ni una sola coma y aclaró que “sólo sus chicharrones truenan”: “Ah, no, pues que allá se discuta, se debata. Los legisladores nuestros surgieron en defensa de un proyecto de transformación y los opositores son los defensores del antiguo régimen, así de claro”.

En septiembre de 2020, más de 600 escritores, actores e intelectuales publicaron un desplegado, no para pedir apoyo con recursos o incentivos para realizar su actividad, sino para que simplemente el presidente los deje de atacar y respete la libertad de expresión.

Les respondió con una carta en la que niega que atente contra la libertad de expresión asegurando que desde el 1 de diciembre de 2018 “nadie ha sido presionado al silencio por el Ejecutivo Federal, ningún informador u opinador ha sido hostigado, despedido, detenido, procesado, torturado, desaparecido o asesinado por consigna de la Presidencia y el debate público está más vivo y vibrante que nunca en la historia moderna del país”.

Pero un día sí y al otro también, AMLO iracundo hostiga y busca silenciar o descalifica el trabajo de intelectuales, académicos y críticos de su régimen.

En su conferencia del martes volvió a arremeter en contra de ellos por proponer una idea para mejorar la salud ante la pandemia con un discurso que no se ha cansado de repetir una y mil veces aseguró que con el “subsidio” que los pasados gobiernos pagaban a las revistas de Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze alcanzaría para un millón 37 mil 500 vacunas de Pfizer. Se le ha preguntado de dónde saca esas cifras y cómo hace esas conjeturas y ahí no responde. Simplemente hostiga y descalifica.

Gastón García Cantú explicó en su libro que la función del intelectual es “la crítica y la reinvención de la existencia. La critica para crear conciencia de la situación; la imaginación como ejercicio de la libertad”.

Un mito más de AMLO, el decir que su gobierno respeta la libertad de expresión y a sus críticos.

Como presidente, López Obrador ha demostrado ser uno de los personajes que más se han opuesto al cambio y, por ende, a la democracia, y no se preocupa por ocultar que pretende regresar a México a las épocas de mayor oscurantismo.

Así como es inexplicable el apoyo de las feministas a algunos candidatos misóginos, menos se explica el de artistas e intelectuales a quien no solo no les cumple, les miente.