La palabra merolico es un mexicanismo que designa a un charlatán, a un vendedor y/o a un curandero callejero que hace promesas de un sinfín de maravillas, pontificando a toda velocidad las cualidades de su producto “milagro”.

Estamos ante un escenario preocupante, de un lado están los moralmente derrotados, una oposición y parte de la sociedad civil que ni se ve ni se siente, simplemente vocifera, no aporta nada para generar un mejor gobierno, no asume causa alguna y se ha desentendido por completo de la sociedad.

Por otro, tenemos a los moralmente fracasados, representados por un gobierno ineficaz, falto de profesionalismo, que va de yerro en yerro en temas muy delicados como la salud, la seguridad, la economía y hasta en lo social.

 

El encantador de serpientes

Como lo explicó brillantemente José Antonio Crespo en su columna titulada “el encantador de serpientes” donde explica cómo se podría diferenciar una comunicación fidedigna y veraz, de una publicidad comercial en donde lo importante es convencer a la gente de comprar un producto, sea o no conveniente para el cliente.

Como lo dice el politólogo del CIDE, AMLO no ofrece datos fidedignos, no explica ideas complejas, no detalla sus políticas con argumentos sofisticados; en cambio, ofrece, promete, asegura, decreta, insulta, descalifica, evade, confunde y distrae, mientras sus más devotos seguidores le creen todo.

 

Bailando a su son

La oposición gira en al son que marque el compañero presidente y camarada Andrés Manuel López Obrador, sin debate, sin comunicación efectiva, diciendo cosas triviales que se convierten en tendencia como el apodo del “comandante Borolas” o el “fuchi caca” de AMLO. Esta combinación no es otra cosa que un vacío de poder.

No hay datos, no hay información fehaciente que se comunique, simplemente se llega a la concepción de un vendedor de productos “milagro”, que vende en realidad ideas falsas, productos inexistentes que promociona a base de dicharachos que sólo sirven para engañar y vender ilusiones.

 

Otros datos

El presidente es un experto en eso, mantener un discurso de venta. Todas las mañanas nos vende sus ideas, sus productos, habla de economía sin dar un solo dato que revierta los resultados del INEGI, del Banco de México, de las calificadoras o de instituciones económicas que hacen verdadera investigación científica y determinan el estado de la economía del país. AMLO solo se limita a decir que tiene otros datos y que esas instituciones son un instrumento del neoliberalismo.

En el sector salud habla de la atención, de que hay medicamentos, de que no hay corrupción y, sin embargo, no da un solo dato que lo corrobore o que desmienta y se lanza en contra de comunicadores que hicieron investigación y ofrecen datos como el caso de Carlos Loret de Mola.

Temas como la venta del avión presidencial es otro ejemplo. Desde la campaña prometió venderlo, pero nunca se tomó la molestia de saber la situación jurídica y las posibilidades legales que le permitieran cumplir con esa promesa. Después de un año, su discurso ha pasado de la venta por licitación, la venta a un gran empresario, la rifa a través de la lotería Nacional -sin leer siquiera el mandato de esta institución de que no puede rifar en especie- hasta llegar a una rifa que no será del avión ya que el premio será pagado en efectivo, con recursos obtenidos del decomiso de un presunto fraude al INFONAVIT, del que no muestran a los culpables, donde no hay detenidos, sólo un cheque.

 

¿Quién gana? Los de siempre

Al final, tanto engaño en el escenario político solo deja un beneficiario, que no es México. El vacío de poder alimentado por el discurso evangelista y aún más allá, por la operación de las congregaciones religiosas financiadas por el gobierno estadounidense y por fundaciones ultraconservadoras, deja como beneficiario a Estados Unidos y particularmente a Donald Trump y la corriente que éste representa.