. El Arte de la Guerra es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas más figuras históricas. Este libro de dos quinientos mil años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Se usó para la milicia, pero desde entonces y hasta ahora, se sigue utilizando para la política. Sun Tzu sentenció: “Todos los hombres pueden ver las tácticas que utilizó para conquistar, pero nadie puede ver la estrategia a partir de la cual surge la victoria”.

La perversidad de la política es conocida y rechazada permanentemente, pero en tiempos electorales recrudece y se magnifica. Genera contra ánimos y malestar. Incluso se ha escrito demasiado en torno a la vileza, a lo truculento que puede llegar a ser el ejercicio de una actividad que es necesaria, útil, imprescindible en el reparto del trabajo en una sociedad, pero que pasa por un pico de desgaste que ha provocado la proliferación de nuevos encantadores, vendedores de sueños, farsantes con disfraz ciudadano y engañadores profesionales.

En la historia de la guerra que tiene un origen común con la política, la fuerza y el poder se potencializan con el poder de las ideas, de la propaganda, de lineamientos de conducta que han emergido con sentido negativo, denigrantes del género humano, disonantes con la ética, con la moral, con la armonía, con la sana convivencia social. En el imperio romano, Julio César expresó una máxima cabal y vigente hasta hoy: “divide y vencerás”; Más tarde apareció para nunca irse ya, Nicolás Maquiavelo. Tuvo una concepción totalmente diferente de la sociedad humana: para él, el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un estado fuerte, gobernado por un príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar un orden social justo que frene la violencia humana.  Maquiavelo sacó a la luz de la conciencia no sólo las costumbres de su propio tiempo, sino también las prácticas generales de la política. Para él, y para una buena parte de la humanidad de todos los tiempos y en todos los continentes, la política es el arte de engañar.

Después, la historia registró la influencia de Joseph Fouche, el genio tenebroso, conocido como el padre del espionaje político moderno, quien enunció que “Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”. Fouché, alumno ejemplar de Maquiavelo, ejerció un pragmatismo que superó los límites de la ética. Su meta constante fue adquirir posiciones políticas relevantes y redituables aunque tuviera que dar una vuelta de campana a ideas y principios.

Otro perverso maligno, Adolf Hitler, fue maestro del engaño, de la simulación, de la fanatización, del uso de rituales y del adoctrinamiento, el más enorme cínico de la humanidad, quien argumento que “Uno se arrepiente demasiado tarde de haber sido demasiado bueno”. Pero no estuvo sólo: fue fortalecido y reforzado por otra mente prolífica pero sumamente destructiva: Joseph Goebbels, el enano venenoso. Con solo pronunciar este apellido la Historia se tambalea, truenan los cimientos del género humano, se lanzan al galope los negros corceles de la barbarie. Es el creador de la propaganda política y del movimiento nazi. (Ver Los 11 principios de Propaganda Nazi abriendo el linkhttps://carlosanguianoz.blogspot.mx/2018/05/11-principios-de-la-propaganda-de.html).

Otro contemporáneo que no participó en la guerra pero influyó en todo el hemisferio occidental, Max Weber, filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública, cimentó su ideal manifestando: “El medio decisivo de la política es la violencia.”  “Desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el demagogo es la figura típica del jefe político en Occidente.” “Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un sin embargo; sólo un hombre de esta forma construido tiene vocación para la política.” 

México 2018: la gran elección.

La influencia de nuestros actuales políticos nacionales proviene del pensamiento milenario, de la costumbre, de la cultura, del ejercicio ininterrumpido que surca siglos y prevalece vigente. La fuerza de esas ideas se robustece por la ignorancia extendida en los pueblos, por la manipulación cautelosa de los gobiernos con ayuda de los medios de comunicación, con gran fuerza e impacto social, pues están basados en la debilidad del ser humano, en la vulnerabilidad de la moral, en la impunidad y la ineficacia de la ley y el derecho para regir la vida de todos.

Hoy las viejas máximas se muestran con modernos disfraces. La mercadotecnia, la propaganda, la sociología, la comunicación y la piscología social sirven como herramientas al poderoso para manipular, para orientar, para enfrentar a la democracia con argucias y tretas nuevas, que tienden a conservar el statu quo y a seguir dominando, mintiendo, dirigiendo, gobernando.

Las campañas electorales en México para esta elección 2018 son una clara muestra de la frivolidad y el cinismo con el que se miente y se pretende engañar a los mexicanos.

Se ha pasado de las falacias griegas a las mentiras descaradas, a la vileza, a la ruindad, a lo mezquino. Se dice lo que no se puede cumplir, pero se pide la confianza; la esperanza es reclamada bajo protesta de ser diferentes; la negación ideológica, los pactos entre el agua y el aceite, el oportunismo, la desfachatez, el pragmatismo llevado a lo sin límites es lo que vemos en todos los candidatos presidenciales. No hay quien se frene, no hay quien los frene.

Elegir a quien gobierne a este país de 2018 a 2024 -eso espero aunque lo veo en riesgo- debería de partir de un análisis profundo de la psique de los candidatos. Un riguroso sometimiento a quienes desean detentar más poder del que hayan tenido jamás, a exámenes de control de confianza, para saber qué tan desarrollada está su capacidad de mentir, de engañar, de fingir. Es necesario saber cuál es su umbral de resistencia ante la tentación del poder, y del dinero. Su capacidad de dominarse ante la tentación de imponer, de avasallar, de eliminar a los opositores, de ignorar a las minorías, de sobreponer intereses personales por encima del bien público.

Prometer acceso universal a servicios de salud o educación, becar a todos los adultos mayores, impulsar a los NiNis, subsidiar a las madres solas, MEJORAR LA SEGURIDAD PÚBLICA Y DEVOLVER LA TRANQUILIDAD A LOS MEXICANOS,  suenan como si fueran nuevos trabajos, imposibles aun para el mitológico Hércules.

Las propuestas suenan bien, están bien producidas las piezas de propaganda, estéticas, coloridas, con textos cortos, finos, bien armados. Esas mentiras hacen soñar. Ingresan en el imaginario colectivo, tocan las necesidades de muchos, sus sueños, sus aspiraciones básicas.

Los partidos políticos y los candidatos realizaron la detección de necesidades y prioridades de la gente a través de estudios de profundidad e investigaciones demoscópicas preelectorales. Es un hecho que ahora los científicos sociales son parte del ejército de conquista del poder. Hoy como sociedad debemos recordar que los perversos no tienen partidos. Están metidos en todos. Quienes usan la política para fines personales o intereses sectarios y de grupo, manipulan, chantajean, dominan a todos los candidatos, quienes enfrentan sin disputa la premisa impuesta por el poder no formal: “Si no lo haces tú, lo hará alguien más”.

En el México actual hay pocos políticos que asesinan. Pero hay muchos que violentan, mienten, engañan, chantajean, amenazan, traicionan, falsifican, estafan, espían, calumnian, difaman o agreden con la intención de causar daño a sus adversarios. Siempre hemos sido más los que no lo hacemos, pero siempre hemos sido gobernados por quienes cruzaron la línea, muchos de ellos, para no regresar jamás. La búsqueda del poder por el poder, es una de las miserias humanas más dañina para la colectividad.