La polémica generada a raíz de las declaraciones de la conductora de televisión, Andrea Legarreta, sobre los efectos del alza del dólar en la economía nacional, ha puesto nuevamente sobre la mesa el tema de la ausencia de un marco legal que permite la proliferación de información pagada disfrazada de noticias, los llamados infomerciales o gacetillas electrónicas.
Sin embargo, un debate tan de largo alcance ha sido incompleto, y se ha quedado hasta el momento en un linchamiento a la persona de la animadora y en una visión maniquea de una problemática más amplia y compleja.
Salvo algunos tuits o comentarios en Facebook, artículos del inteligente experto en el tema de medios, Ernesto Villanueva, o posicionamientos en la Revista Etcétera por la actitud de los medios de creerse jueces implacables, el tema ha sido tragado por la vorágine informativa de los asuntos cotidianos, con la lógica de que siempre va a ser más actual e importante un tema más escandaloso que el anterior.
Por eso, desafortunadamente, todo indica que el de los Infomerciales con información política o económica, será un episodio más dentro de una larga cadena de transgresiones a la ética, en donde las audiencias reciben gato por liebre.
El intenso activismo en las redes sociales hacia la animadora de Televisa, no ha alentado una crítica constructiva ni un intercambio enterado sobre economía ni tampoco sobre la regulación de las inserciones pagadas en los medios electrónicos de comunicación.
Es el bajo nivel de nuestro intercambio público en la web. Tanto cibernautas de a pie como reconocidos personajes que se ostentan como críticos al gobierno, han enfocado sus baterías en la figura de Andrea Legarreta como un símbolo de que lo que, desde su punto de vista, representa la empresa Televisa: manipulación informativa, corrupción, sumisión ante el poder y defensa a ultranza de los más turbios intereses económicos.
Medios como Proceso, Sin Embargo, Animal Político o Aristegui Noticias y opinadores como Denise Dresser o Jenaro Villamil, que se han encargado de reproducir un meme tras otro en contra de la conductora y aprovechado la ocasión para ventilar sus fobias contra Televisa, han expresado en diversos momentos que cada vez más gente ha dejado de ver televisión y se ha refugiado en la libertad, frescura y veracidad que ofrece el internet y las redes sociales.
Han sobrevalorado de tal manera el espacio virtual, que pasan por alto, e incluso justifican que se difame, se distorsione y se invente información, todo en aras de la libre expresión.
Acaso por tal razón ha pasado inadvertido para este sector de la prensa, ¿o no?, que en los espacios que ellos creían impolutos y ajenos a la manipulación informativa y los intereses económicos, no lo son tanto.
Resulta que el pasado lunes 1 de febrero en el noticiero semanal El Pulso de la República, que conduce en YouTube el bloguero Chumel Torres, se hizo presente el enfrentamiento entre OHL e Infraiber pero no enmarcado en la información más reciente sobre el conflicto, sino como un resumen sucinto y en lenguaje coloquial de la batalla que una empresa pequeña ha mantenido contra un gigante, aliado a los intereses más aviesos del poder político económico de nuestro país.
Es decir, un infomercial en toda forma, de la versión que Infraiber le ha suministrado durante casi nueve meses a esa prensa crítica que tanto fustiga la información pagada presentada como noticia.
Y con esta exhibición de falta de ética han callado muchos expertos en el análisis de medios y representantes de la llamada prensa crítica, tan beligerantes cuando se trata de atacar al enemigo de la causa y tan tibios cuando las gacetillas o infomerciales tienen contenidos que son de su agrado.
Es más, esa prensa crítica ha publicado los mismos contenidos que El Pulso de la República y ello ocurre porque tales contenidos provienen del mismo dictado. Es decir, en su litigio mediático contra OHL, que la ha acusado ante la PGR de extorsión, Infraiber salió de compras para contratar publicidad que parezca información.
Los espacios de internet que analistas y audiencias consideraban libres y ajenos a intereses oscuros, también tienen un precio y pueden cotizarse tan alto como un tiempo aire en el noticiero de López Dóriga y alcanzar cifras como 150 mil dólares.
Y si bien hay ciertas diferencias entre la información pagada con dinero público y privado, el verdadero fondo es la falta de transparencia de los medios electrónicos y ahora también de los “alternativos” respecto a sus inclinaciones políticas y hacia quienes los financian.