“¿Por qué hay personas dispuestas a pagar a cambio de sentirse extremadamente incómodas?” La pregunta la planteó Stephen King en su formidable ensayo Danza Macabra (1981). Algo similar ocurre con la tolerancia de muchos ciudadanos a mandatarios locos: ¿Por qué hay personas dispuestas a sostener a Donald Trump en la Casa Blanca a cambio de sentirse extremadamente incómodas?

Casi todos los 60 millones de gringos que votaron por Donald Trump (hombres blancos, que viven en ciudades menores a un millón de habitantes), se sienten extremadamente incómodos por fantasmas que no existen: los migrantes mexicanos que supuestamente les quitan los trabajos, la globalización que se lleva las empresas norteamericanas a otros países, los musulmanes que son terroristas potenciales.

Es la América profunda, racista e insegura, asaltada por sus miedos imaginarios, estrangulada por sus temores a la modernidad líquida y los nuevos modelos de negocio que la vuelven nostálgica del proteccionismo comercial. 60 millones de gringos apoyan a Trump por creer que escapan así de sus terrores comunitarios. La política de la simplicidad que espera corregir asuntos complejos. La necedad del ignorante que se traga el cuento de que expulsando al migrante mexicano mejorará la economía doméstica.

En Twitter, Stephen King comparó a Donald Trump con uno de los más espantosos seres mitológicos de la literatura de terror, inventado por H. P. Lovecraft: “Últimas noticias, fuentes aseguran que Donald Trump es en realidad Cthulhu. El absurdo peinado no era tan absurdo al final. Allí se esconden los tentáculos”.

Pero Trump se parece más bien al vampiro de Salem’s Lot, la segunda de las novelas publicadas de King. El monstruo (que es una proyección colectiva) se apodera de la casa de los Marstens, esa mansión penumbrosa en la que se ha convertido EUA, y ahora comienza a succionar la sangre de sus pobladores, asustados y con la moral baja.

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La narrativa de terror remueve los miedos más ancestrales de la gente. Dice Stephen King: «aunque los sueños inquietos del inconsciente colectivo puedan cambiar de década en década, la tubería que se hunde en ese pozo de sueños permanece constante y vital».

Una tubería que, tal como lo demuestran los seguidores incondicionales de Trump, está podrida e infestada de roedores. Como en la mayoría de las novelas de Stephen King, no habrá final feliz, porque nada se puede esperar del agua estancada. ¿En qué otro país cree el lector que se tolera también a un loco?