Adalberto Madero Quiroga es todo un caso en la política de Nuevo León.

Terco como una mula, está obsesionado con un solo objetivo: ser Gobernador de Nuevo León y a esa lucha se dedica en cuerpo y alma.

Para alcanzar su ilusión Madero se ha trazado el propósito de convertirse en candidato y luego repetir como alcalde de Monterrey para de ahí brincar a la búsqueda de la gubernatura, pero se ha topado con que su partido, el PAN, ha decidido que la nominación de su abanderado sea mediante la designación. Sabedor de que por esa vía no alcanzará la candidatura, “Maderito”, como todo el mundo le llama, se ha ataviado de capa y máscara de superhéroe para luchar peleando en los tribunales el método de selección albiazul.

Lleno de soberbia asegura que mediante una elección abierta o al interior del partido él saldrá triunfante y se niega a aceptar otro esquema de elección; su definición de democracia es su visión personal, sin más.

Se olvida Madero que “no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después”, porque desde que dejó la alcaldía, en el 2009, se la ha pasado en permanente campaña buscando candidaturas, sin un trabajo aparente, pagando espectaculares, spots y entrevistas de TV, con una agresiva presencia en redes sociales, con frecuencia autopromoviendo “memes” y haciendo cuanto ridículo haya necesidad con tal de que se hable de él. Convenientemente olvida que su paso por la alcaldía regiomontana estuvo plagado de acusaciones de corrupción y escándalos, al grado de terminar con un proceso de fincamiento de responsabilidad administrativa de la Auditoría Superior, un proceso de expulsión de su partido y una noche en chirona, detenido por la PGR, de la que salió con una fianza de 10 mil pesos y una multa de un poco más de 5 mil por un “delito menor”. Desarrollo Urbano, parquímetros, operativos antialcohol plagados de extorsiones, fueron la sopa de todos los días en la administración maderista en Monterrey, así como las denuncias de sus propios funcionarios de abusos por parte de su equipo cercano.

Y así quiere volver a ser candidato del PAN y no porque le interese la alcaldía, su objetivo va más allá.

Madero es un cadillo, un ególatra con recursos que pretende disfrazarse de paladín de la justicia, pero de una justicia a conveniencia propia. Por ello izó banderas y tocó tambores de guerra, pero lo hizo pagando enlaces en vivo, con unidades de control remoto, de dos televisoras, en entrevistas en las que nadie le cuestionó y todo fue para su lucimiento.

Pudiese ser que en un momento dado su tozudez lo convierta en el candidato del PAN, si su lucha en los tribunales le funciona, pero de una cosa estoy seguro, sean quienes sean los abanderados del resto de los partidos, Madero nunca podría regresar a la alcaldía de Monterrey. La gente ya lo conoce.

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