Los líderes de la clase política mexicana, que han estudiado en el extranjero, principalmente en EUA, salvo muy contadas excepciones, concluida su relevante responsabilidad sexenal, se van a trabajar fuera del país, y por los sueldos, la relación social y política que logran y la fascinación que sobre ellos ejerce ese gran país, deciden salir, ausentarse porque saben que llega el momento del balance, de las revelaciones, de los “esqueletos que ocultos en el clóset”, aunque No de la rendición de cuentas, porque los pactos de impunidad transexenal han actuado con mucha eficacia en México. En el caso del Dr. Luis Videgaray Caso es distinto, para él si se acerca la hora de rendir cuentas de sus actos, como para otros, porque la dinámica de la 4T-4R, aunque lenta por la complejidad jurídica de los casos, es implacable. ¿Es Luis Videragay ícono de la corrupción del sexenio anterior?

Como en otros casos, este personaje es inocente hasta que no le pruebe un fiscal de su causa lo contrario. Economista por el ITAM en México, se graduó en 1994 con la tesis “Fallas del mercado, regulación e incentivos: el caso de la privatización de los puertos mexicanos”, por la que obtuvo el Premio Banamex de Economía en 1995. Obtuvo después el doctorado en Economía, con Especialidad en Finanzas Públicas, por el famoso Massachusetts Institute of Technology (MIT), cuando defendió la tesis «The Fiscal Response to Oil Shocks» («La respuesta fiscal a los choques petroleros») en 1998. Posteriormente ejerció la docencia en el propio ITAM y en la Universidad Iberoamericana. Un hombre de la élite política altamente ilustrada para el servicio público. ¿Por qué estando en él abusan de tal manera del poder, denigran su cargo y se denigran a sí mismos? Dicho como supuesto.

Tienen todo para ser triunfadores sin mancha dentro de su escuela de pensamiento y de los grupos políticos al seno de los cuales actúan y desarrollan su carrera profesional. ¿Qué les pasa? ¿Por qué un alto y brillante funcionario público elige racionalmente salirse de la legalidad y actuar como un criminal de cuello blanco? Porque hoy a no dudarlo Luis Videgaray es la otra gran pieza clave en el escandaloso caso de corrupción protagonizado por personajes de gobiernos anteriores y el gran consorcio brasileño Odebrecht. Creo que, como dice el prestigiado politólogo francés Maurice Duverger, una respuesta está en la forma en que conciben el ejercicio del poder y el uso de la política frete a la sociedad:

«Desde que los hombres reflexionan sobre la política, han oscilado entre dos interpretaciones diametralmente opuestas. Para unos, la política es esencialmente una lucha, una contienda que permite asegurar a los individuos y a los grupos que detentan el poder su dominación sobre la sociedad, al mismo tiempo que la adquisición de las ventajas que se desprenden de ello. Para otros, la política es un esfuerzo por hacer reinar el orden y la justicia, siendo la misión del poder asegurar el interés general y el bien común [...]. Para los primeros, la política sirve para mantener los privilegios de una minoría sobre la mayoría. Para los segundos, es un medio de realizar la integración de todos los individuos en la comunidad y de crear la “ciudad perfecta” de la que hablaba Aristóteles.» (Introducción a la Política, 1970).

Puede haber otras explicaciones y de otro tipo. Para nosotros este es el meollo del asunto planteado, tratándose de la política y respondiendo desde la política, porque el poder genera una relación desigual con los demás, y entonces la alternativa en su ejercicio, es cerrar la brecha o profundizarla al máximo, con todo lo que ello implica en todos los órdenes. Para esta concepción que considera la necesidad de ampliar dicha brecha, la legitimidad es secundaria o accesoria, y ello no implica necesariamente violencia física, sino capacidad desmesurada de hacer y decidir e influir en la relación con los demás y con aquello inherente al cargo, y sucede en regímenes políticos autoritarios o dictatoriales, sin contrapesos reales para detener esta tendencia, esta fuerza o voluntad.

Desde luego, la Constitución Política, los Jueces y Tribunales, los cuerpos armados y las líneas de resistencia de quienes se oponen, han quedado rebasadas. Todo eso está en una esfera distinta en la cual actúa el hombre con gran poder. Éste último llega a un límite fáctico: el ejercicio degenerado del poder (Karl Loewenstein, Teoría de la Constitución), el cual teorizó como “formas degeneradas del poder, las cuales sólo sirven a los intereses egoístas de los detentadores del poder”.

Antes J.J. Rousseau (como Aristóteles) había establecido en su célebre obra de “El Contrato Social” que cuando la voluntad individual o particular se impone o sobrepone a la voluntad general “se produce la ruina del cuerpo político, puesto que por su naturaleza, la voluntad particular se inclina a los privilegios, y la voluntad general a la igualdad”. No hay mayor privilegio para un líder político no democrático que el ejercicio sin control del mismo.

En suma: que la dirección del gobierno o el Estado se rija bajo un principio de igualdad que encamine a la sociedad hacia el bien común, es algo muy distinto en su naturaleza, con las tropelías y obscenidades que se suscitan cuando se actúa en favor del interés de un individuo o grupo de individuos (que obviamente serían quienes detenten el poder o la dirección del Estado), en desmedro de la colectividad, lo que no sería otra cosa más que un gobierno oligárquico y corrupto, o degenerado.

Llama la atención que entre los cargos de la FGR está el de “traición a la patria”, que equivale a “alta traición”, o bien, a poner en grave riesgo la seguridad nacional. Veamos: En la legislación penal de la mayoría de países se especifica que un bien jurídico debe ser protegido. Si una conducta se opone a un bien jurídico reconocido, la ley establece una serie de posibles sanciones. En este sentido, los intereses de un Estado están amparados por la ley y constituyen un bien jurídico intocable. Si alguien atenta directamente contra ello, está cometiendo un gravísimo delito de “traición a la patria”, y ello en el campo de la doctrina de Seguridad Nacional constituye un cargo de haber vulnerado la Seguridad Nacional. En una institución militar probar este delito lleva a un juicio sumarísimo y a un pelotón de fusilamiento. Pagan con la vida la alta traición. Recordar el caso del varias veces condecorado general Arnaldo Ochoa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, y sus cómplices más directos. No sería, eventualmente, el caso de Luis Videgaray Caso. No. El cargo equivale a pasarte al campo enemigo en el contexto de un conflicto armado entre dos Estados. Las leyes civiles tienen otra conceptualización.

Pero así de grave es el cargo que le hace la FGR al todavía brillante profesor del MIT en EUA, a cargo del Programa de Enseñanza sobre “Inteligencia Artificial”. Veremos y sabremos lo que en realidad suceda.