La próxima semana la Casa Blanca emitirá su calificación sobre el desempeño del gobierno mexicano en materia de migración.
Pero varias semanas más tarde, en Londres se decidirá el rumbo que tomará la economía mundial en función del brexit y ese es un tema prácticamente olvidado en nuestro país.
El futuro de México es, ante esos dos casos, incierto porque en materia de política exterior el gobierno se ha concentrado a cumplir escrupulosamente los caprichos Washington con la esperanza de evitar la irascibilidad de un vecino prepotente y poderoso, mientras las relaciones con el resto del mundo han pasado a un plano muy distante.
Solamente Centroamérica ha estado presente en la actividad diplomática. Y eso, debido a que el 7 de junio se aceptó el acuerdo bilateral para frenar en el territorio mexicano el éxodo de migrantes guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, principalmente, aunque también cubanos, africanos, chinos y de la India.
En esa fecha y ante las presiones de Donald Trump que impuso diversas medidas económicas a nuestro país como los aranceles a las exportaciones de acero y el aluminio, el diferimiento del tratado que sustituirá al TLCAN, además de diversas acciones militares en la frontera, el gobierno del presidente López Obrador ofreció detener a los migrantes que cruzan por nuestro país para ingresar a Estados Unidos de manera irregular.
Las capturas han sido crecientes, al grado de modificar radicalmente la oferta humanitaria con la que arrancó la actual administración.
El despliegue de fuerzas armadas se incrementó con más de 25 mil soldados y miembros de la naciente Guardia Nacional desplegados en la frontera sur y a lo largo de las rutas migratorias hacia el norte, además de que se han multiplicado los puntos de control en todo el territorio nacional.
Se asumió, con el suministro de servicios básicos y administrativos, la tarea que deberían llevar a cabo las autoridades estadounidenses en el dilatado proceso jurídico para autorizar asilo a los indocumentados, además de retener, alimentar y permitir el empleo en nuestro país de quienes quieren cruzar a Estados Unidos.
Además, se han canalizado recursos millonarios a los gobiernos de Centro América que más migrantes expulsan para que allá se abran fuentes de empleo para su arraigo.
Estados Unidos, por su parte, también prometió destinar 6 mil 500 millones de dólares para frenar la migración desde sus países de origen y apoyar las acciones de México, no hay registro oficial de que esos recursos hayan fluido con la velocidad deseada ni si han llegado a su destino.
Por el contrario, se reforzó la frontera con México para dificultar el cruce de migrantes y el presidente Trump no ha dejado de insistir y presumir la importancia de construir una muralla.
México ha venerado con creces todas las exigencias impuestas desde Washington y con cifras complacientes, que incluso contravienen principios humanitarios, ha contenido a los migrantes en espera de la certificación como país cumplido por parte del presidente Donald Trump.
La seguridad nacional se supeditó en aras de construir la imagen de un buen vecino.
Pero eso no es todo. La incertidumbre de México en su relación con el mundo, no terminará con el aval de la Casa Blanca.
Están pendientes la firma del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, la crisis de Trump con China y el destino de la Gran Bretaña con Europa por el brexit.
De este último dependerá la relación económica y financiera de nuestro país con el resto del mundo.
La manera en que se produzca la salida de Gran Bretaña determinará el futuro de la economía global, de los flujos financieros, considerando que en Londres están las centrales bancarias más influyentes, los nuevos términos para el comercio y la transferencia de tecnología, pero sobre todo las relaciones internacionales porque, si bien se puede pensar en la inminente alianza entre Estados Unidos y Gran Bretaña, también hay que pensar que habrá una nueva correlación de fuerzas.
México, en ese escenario, está más débil que nunca por su dependencia económica y política con la Casa Blanca.
Por ejemplo, el tratado de libre comercio con la Unión Europea, tendrá que ser renegociado a la nueva realidad global y se tendrá que establecer uno nuevo con la Gran Bretaña que en casi medio siglo no han negociado ningún acuerdo comercial, pero también habrá que hacerlo con China, y entonces las fuentes de ingresos comerciales de nuestro país sufrirán un cambio extraordinario que no necesariamente puede ser el más favorable.
La complacencia para mantener tranquilo al irascible vecino del norte y la virtual certificación migratoria que nos conceda en los próximos días, no es garantía de nada.
México ha olvidado que no es un Estado asociado, como quisieran en Washington ni una autarquía como lo piensan en el Zócalo, sino como una nación global que requiere de mercados diversificados, lo que significa actuar en materia económica, pero también diplomática.
Se trata de hacer política, pero en serio. Sin postraciones complacientes sino con el interés de reposicionar al país en el mundo bajo condiciones de libertad, equidad y progreso.
@lusacevedop