Dos cuerpos de mensajes rondan en el escenario preelectoral en Sonora: la carta de renuncia de Ernesto Gándara al PRI en la que anuncia una alianza de partidos para contender por la gubernatura del estado, y la primera conferencia de prensa -y entrevistas subsecuentes- de Alfonso Durazo después de retirarse como titular de la Secretaría de Seguridad para buscar esa misma posición por parte de Morena. Si bien los textos son de naturaleza distinta, se trata de dos primeros conjuntos de reflexiones con influencia en el ánimo de los ciudadanos.

Mientras las primeras declaraciones de Alfonso Durazo se han caracterizado por su claridad, concreción y contundencia, las de Ernesto Gándara lo han sido por su opacidad, indeterminación y debilidad. Los datos y cifras que respaldan las del precandidato de Bavispe, contrastan con las abstracciones de las que están plagadas las del expresidente municipal de Hermosillo.

La apropiación de las decisiones del gobierno estatal por parte de un grupo de poder hegemónico; el rezago de Sonora con respecto a otros estados fronterizos y en general del país a lo largo de los últimos treinta años; la necesidad de separar el poder político del poder económico; la pobreza existente debido a que los más desfavorecidos no han tenido prioridad en las administraciones anteriores ni en la actual; los principios de no robar, no mentir y no traicionar al pueblo como guía; la necesidad de aplicar la austeridad en el aparato de gobierno; el combate a la corrupción, que representa el principal obstáculo para la inversión y el desarrollo; las estrategias más importantes para lograr que Sonora salga del estancamiento económico en el que se encuentra, son algunos de los temas que ha expuesto Alfonso Durazo en sus primeras participaciones públicas.

Mientras, las declaraciones de Ernesto Gándara en la carta citada han sido repetidas en sus primeras entrevistas y están compuestas predominantemente por clichés, lugares comunes, giros poéticos fallidos, obviedades y simulaciones.

Cuando no hay mucho que decir porque resulta imposible ser un vehículo auténtico de las demandas sociales más urgentes, lo que se espera que los gobernantes enfrenten y resuelvan, no queda más que recurrir a un discurso vacío, insustancial e intrascendente. A Gándara le es imposible ser un portavoz real de las necesidades ciudadanas porque, sencillamente, como parte del grupo de poder económico y político que ha acaparado los espacios y decisiones de gobierno estatal durante las últimas décadas en detrimento de la mayoría de la población, ha desempeñado un papel en la serie de obstáculos que se han presentado para, precisamente, resolver esas necesidades ciudadanas.

Pero todavía más, no puede erigirse como un portavoz honesto para zanjar problemáticas cuando él mismo contribuyó a generarlas. Mencionemos sólo tres: la impunidad del caso ABC; la aprobación de la Reforma Energética de Peña Nieto (en proceso de investigación por sobornos, cada vez más comprobados); su silencio total ante los graves actos de corrupción de su partido tanto como secretario técnico del Consejo Político Nacional del PRI como en su calidad de militante.

Los recursos fallidos como evasivas.

Los clichés son útiles cuando hay necesidad de evadir y sustituir el razonamiento y el análisis; se utilizan en política para llenar el vacío de propuestas, la ausencia de compromiso con una realidad concreta y van dirigidos comúnmente a los sentimientos, no a la razón de los lectores u oyentes. No es que el cliché no pueda comportar realidades o verdades, sino que éstas han sido tan repetidas y gastadas que han perdido toda frescura y vigencia, más si se le adereza con giros hiperbólicos, como es el caso.

En el documento en cuestión Ernesto Gándara busca lograr una empatía con los destinatarios insultando su inteligencia y sus expectativas. A estas alturas resulta más que retrógrada recurrir al cliché de “los vencedores del desierto” (“Somos los descendientes de quienes vencieron el desierto”), así como catalogar a Sonora como “el pueblo del esfuerzo” y ensalzar su grandeza como si eso pudiera sustituir el ánimo de justicia que impele a los sonorenses (“como grande es Sonora, como grande es su gente, como grande es el reto que tenemos enfrente”).

Los lugares comunes o la repetición de dichos o frases acartonadas buscan una identificación o adhesión primaria, inmediata y superficial con los receptores. Durante años, dice el precandidato, ha recorrido el estado y ha conocido a miles de sonorenses, “mujeres y hombres de bien, viéndolos siempre de frente y a la cara” (como si haberlos visto de frente o a la cara les pudiera reportar a ellos algo significativo en estos momentos).

Con el mismo fin de despertar las fibras sensibles de los receptores utiliza frases pretendidamente poéticas pero fallidas por gastadas y desprovistas de elaboración y originalidad, con lo que prolonga su actitud de menosprecio por los ciudadanos, quienes pareciera que no merecen mayor esfuerzo de elaboración discursiva de su parte (“el desierto que no regala, el desierto que se trabaja”; “Somos el pueblo del sacrificio con esperanza por los frutos del mañana”).

Otras son las obviedades transmitidas en frases de relleno como las siguientes, que podrían aplicarse a cualquier comunidad: “Nuestro estado ha sido construido por la voluntad de hombres y mujeres que han amado esta tierra y se han entregado a ella” (en efecto, sin voluntad es difícil construir algo); “Nuestros antepasados dieron lo mejor de sí por su tierra en la época en que les tocó vivir” (sí, comúnmente las personas dan lo mejor de sí, por eso existe la civilización); “pero cada época tiene sus retos y adversidades” (claro, cada época las tiene, difícil imaginar una época sin retos y adversidades); “Somos el pueblo de la entrega por la familia” (sí, normalmente la prioridad de los habitantes de los pueblos del mundo es la familia, se dice que ésta es la célula de la sociedad, ni más ni menos).

La renuncia de Ernesto Gándara al PRI es técnica, oportunista y coyuntural. Otro insulto a la inteligencia y memoria de los ciudadanos radica en creer que su impronta priista puede borrarse por un movimiento táctico con el fin de construir una alianza. Por otro lado, sin necesidad de mayores análisis para demostrarlo, él mismo refrenda su adhesión al partido al que dice renunciar al legitimar sus estructuras y omitir todo viso de crítica y autocrítica:

“Reconozco a sus militantes, líderes de colonias, amigas y amigos en las comunidades rurales y los sectores y organizaciones” (renuncia al PRI pero no a su estructura, la cual espera le sea funcional en su campaña); “Presentaré la renuncia a mi condición de militante del PRI, continuando como simpatizante ciudadano” (renuncia al PRI pero necesita del voto de los simpatizantes del PRI); “Mi renuncia no es ruptura, no voy hacia ningún otro partido” (renuncia al PRI pero seguirá siendo leal a su plataforma, estructura y condición, por desprestigiada que ésta se encuentre).

A lo mejor Gándara nos da la sorpresa y presenta una propuesta de trabajo a la altura de los tiempos de transformación que vive el país. No se necesita ser simpatizante de la 4T para comprender lo ineludible de esa realidad. Supongamos que, por respeto a sus paisanos, el precandidato decide dar vuelta a la página de los clichés, los recursos fallidos y las simulaciones; hace un sesudo trabajo de autocrítica, rectifica y denuncia las atrocidades cometidas por el partido al que dice renunciar y diseña no sólo una nueva e inusitada plataforma política-electoral, sino que recompone su propia ideología, los intereses que están en su base e incluso su propia visión del mundo. Sólo así podría considerársele un contrincante digno, pero está difícil, muy difícil.