“Socialista”, “comunista”, “loco”, son epítetos que durante casi dos décadas hemos escuchado en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador en el curso de tres largas campañas presidenciales.

Curiosamente, como en muchos países comunidades devastadas por décadas de neoliberalismo, es igualmente la misma receta que aplican al aspirante demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, el senador Bernie Sanders.

Si bien, las medidas de justicia social y moderada social democracia que abanderan tanto AMLO como Bernie en sus respectivos países poco tienen de la radicalidad de las adoptadas en países como Cuba o la Unión Soviética, para los oligarcas y los mercenarios que los defienden en los medios tradicionales, las medidas progresistas que estos políticos buscan implementar son demasiado.

A esta pequeña élite, bautizada atinadamente como “el 1%” les conviene que nada cambie, que todo siga igual, ya que a ellos con el desastroso neoliberalismo les ha ido muy bien. Existen datos comprobados que mientras las élites han visto sus fortunas aumentar vertiginosamente en las últimas 4 décadas, las clases media y baja han visto estancados o de plano, disminuidos, sus ingresos.

Así como a AMLO le inventaron falsos escándalos como la risible “intromisión rusa” e incontables otras fake news durante la campaña, a Sanders ya le están inventando una serie de “periodicazos” digitales respecto a su presunta “misoginia” y de recibir apoyo de personas que se han pronunciado contra la comunidad LGBT.

Nada más lejos de la verdad. Sanders cuenta con décadas de labor política progresista (llegó a marchar en el movimiento de los derechos civiles liderado por el mismo Martin Luther King). Así como AMLO se tomó estas fake news con humor, así Sanders y su campaña deben revirar estos ataques y sin tomar mucho en serio los estertores de muerte de una opinocracia tan desprestigiada allá como en México.

Con buenos números en las encuestas y un impulso que podría volverse imparable, Sanders podría entrar en una dinámica imparable como ocurrió con López Obrador en México. Simplemente, habrá que esperar si los poderes fácticos norteamericanos (el “complejo militar industrial” del que habló Eishenhower) le permiten acercarse a la cima del poder de la principal potencia militar del planeta.