Como un país al que recorre la muerte, México vive en estos días una de sus muchas contradicciones. Bien dicen que como México no hay dos. La muerte se pasea compuesta y colorida en medio del jolgorio general como si su presencia fuera un antídoto a la realidad que nos aqueja. Todos se preparan para el festejo y una encuesta reciente de INEGI nos sorprende con la respuesta de felicidad que dan los viejos, cuando se trata de uno de los sectores más vulnerables del país. Su alegría se sustenta quizá, en el hecho de estar vivos cuando hay tanta muerte a su alrededor.

En cifras del 1 al 10 la respuesta de felicidad ? que incluye muchas percepciones-, es de 8.5 en personas de más de 60 años de edad. En el D.F hay más de un millón de adultos mayores y en el país representan casi el 10 por ciento de la población. Ellos son los felices. Paradójicamente, los datos que reportan Sedesol y otras instituciones que se ocupan del sector, señalan problemas de fondo que tienen que ver con precariedad económica, falta de seguridad social, desempleo, marginación, discriminación y lo que es más sensible, agresividad que a veces proviene de la propia familia. La jefatura del D.F. reportó hace poco cerca de 400 casos, algunos muy graves. Si la encuesta de felicidad soslaya eso, quiere decir que los viejos se aferran a la vida, optimistas y que prefieren celebrar a la muerte que pensar en ella. Un viejo, crisis económica y muerte, son los temas que involucran a la obra más mencionada de Arthur Miller, con motivo del centenario del gran dramaturgo estadounidense el pasado 17 de octubre.

La muerte de un viajante fue estrenada en 1949 cuando Miller ya arrastraba su fama de comunista y la presencia reiterada del drama, en la escena, tiene mucho que ver con las crisis cíclicas del capitalismo, que impactan profundamente a las familias y al individuo mismo; situaciones que estamos presenciando en nuestro país en los últimos tiempos, con aumento de suicidios, desintegración familiar y degradación moral. Un   viejo vendedor sufre el despido de su trabajo y se enfrenta no solo a la realidad que viven sus hijos, sino a su propia estabilidad mental.

Sin opciones, delirante, un día se suicida dejando al menos -optimismo de Miller-, la reivindicación de uno de sus hijos. Junto con Todos eran mis hijos, Panorama desde el puente, Las brujas de Salem entre muchas, Miller llenó toda una época y en su momento, la Royal National Theatre lo declaró el mejor dramaturgo del siglo XX. Aun a su anciana edad -murió en 2005 a los 89 años-, seguía escribiendo llevado de su crítica al sistema capitalista y la devastación humana que su aplicación provoca. Sus críticos en México, no solo lo recordaron por su obra la que aporta técnicas teatrales que influyeron en dramaturgos mexicanos, sino por su relación y matrimonio con el gran mito norteamericano Marilyn Monroe. La muerte de un viajante ganó el premio Pulitzer en 1949, lo que quiere decir que también a Miller la muerte lo hizo feliz.