Después de ver la impresionante lista de cargos que se le atribuyen a la señora Rosario Robles Berlanga, llega uno a la conclusión de que ella o es una mujer muy tonta -cosa que no se cree – o fue utilizada de una manera drástica por el sistema para cebarse en ella y tratar de mostrar que la corrupción emerge también desde la izquierda, que se ha considerado impoluta.

Vana observación de esos detractores porque la teoría y la historia han demostrado que en el camino de una lucha siempre hay traidores -para esos que son creyentes, ahí está el señor Judas y sus treinta monedas-, y que en una toma de conciencia puede haber una involución, como lo estamos viendo en Robles y el ahora sacado a relucir Ramón Sosamontes Herreramoro, uno de sus brazos derechos y ex cuadro importante del Partido Comunista Mexicano (PCM).

Los ejemplos pueden ser muchos no solo en México sino en el mundo de la izquierda y sus posturas cercanas, de tipos que traicionaron y vendieron movimientos -ahora lo vemos con Lenín en Ecuador y lo revisamos en Felipe González en España, ahora gordo señor de la burguesía- pero en México está plenamente documentado.

A lo largo de décadas, se señaló a los que después de crear movimientos sindicales por ejemplo, se rajaron y negociaron con el sistema antes y en los albores del PRI en 1946.

Lo mismo pasó en movimientos campesinos. La CTM fue uno de esos baluartes de recogimiento de los que creyeron que estaban a salvo porque un partido hegemónico incorporaba los principios de la Revolución y lo consideraban legítimo.

Partidos como el propio PCM y más tarde el PAN en sus inicios, grupos que se evadieron del PRI y otros organismos, sufrieron muy a fondo los avatares del sistema: persecución, cárcel y muerte. Su castigo fue no haber traicionado.

Sosamontes Herreramoro fue un miembro importante del PCM. En su historia cargaba la muerte en un accidente de su hermano, también miembro del partido.

Eso le creó muchas simpatías y reconocimientos debido entre otras cosas, a sus méritos.

En los cambios que fueron señalando al PCM la necesidad de aliarse con organismos y partidos cercanos y que dio como resultado la fusión en los partidos Socialista Unificado de México (PSUM) y Partido Mexicano Socialista (PMS) siguió en la misma línea ya un poco alerta ante esos cambios, -el registro del PCM con anterioridad-, la participación en política -ya emergidos de la clandestinidad-, y la búsqueda de la participación abierta en los asuntos del país, que abrió camino a muchos militantes que querían trascender en lo público.

Las fusiones fueron transitorias en muchos casos y finalmente se llegó al PRD emergido de aquella lucha en la que todos sabemos que quien ganó la elección en 1988 fue Cuauhtémoc Cárdenas.

La cercanía en esos partidos -gente de Oir Línea de Masas entre ellos Robles y Armando Quintero y el Map, con los mapaches, grupos socialdemócratas que curiosamente habían avalado a Salinas de Gortari como presidente en 1988, pudo haber ido cambiando la concepción de algunos comunistas.

Los teóricos lo dirán. Pero. Sosamontes se movía en la izquierda. Hace algunos años, después de una participación en el espacio del Centro Cultural José Martí, a un lado del metro Hidalgo, me encontré con Sosamontes en el bar del restaurante español El Órreo; estaba con nosotros el ingeniero petrolero Javier Meneses.

Un rato después, cuando me despedí, Ramón me dijo que me acompañaba a recoger mi bocho en un estacionamiento cercano a Reforma.

Al pasar por un cine que está cerca y que anunciaba El silencio de los Inocentes, Sosamontes me invitó a ver la película.

Eran como las tres de la tarde. Llegamos y nos sentamos y quizá por el cansancio y dos tequilas, nos dormimos. Fuimos despertados por la avalancha que salía como a las cinco de la tarde.

Las carcajadas ante aquella situación no pararon en mucho tiempo, cada vez que nos encontrábamos en un acto.

Dejé de ver a Ramón hasta que me enteré de su cercanía con Rosario y la expulsión vergonzosa que hizo en las oficinas públicas de Sedesol de una hija del escritor y militante Raúl Macín, que había ido a plantear proyectos sociales.

No lo podía creer, porque se usaron guardias y se dijo que la orden era de la señora Robles.

Y ahora está en la cuerda floja. Su silencio con antelación al amparo que acaba de presentar, no es precisamente de un inocente.

Qué triste.

En el tema tan debatido, los culpables son muchos. Se habla de más de 60 involucrados pero empiezan a salir más, de lo que se llama la chiquillada.

EN EL AFFAIRE, HAY DELITOS COMETIDOS POR MUCHOS ¿QUIEN LOS PLANEÓ?

Metidos en el berenjenal delictivo, ¿cómo llegaron a él?, ¿quién los indujo? Hay un nombre que todos conocen y dicen, pero que hasta ahora no se ha llegado a él. Mientras, la situación se dirime en esta escala, para ver, como augura la revista Proceso, si a través de Rosario se llega a EPN. En El misterio de los crímenes de Macbeth, el periodista, humorista, dibujante y escritor James Thurber, hace una sátira sobre la obra de Shakespeare, para dilucidar, más de 500 años después, quien fue realmente el asesino. Retomando todos los pasos clásicos de la novela policial, va descartando como verdaderos instigadores, a los que son señalados como tales en la obra y desemboca en un personaje que todos conocen , pero que nadie ha culpado.

El cuento está incluido en la recopilación Los policiacos involuntarios (Editorial Arte y Literatura ciudad de la Habana, 1981) y en él, su prologuista Agenor Martí, destaca que si bien es injusto que la literatura policial sea calificada por un solo fin determinado, no siempre es así.

En los cuentos y obras que no fueron escritos con ese fin y en la que han participado los más grandes escritores del mundo, se llega a la misma conclusión, aunque la finalidad pretende ir más allá. Así lo plantea en este cuento de Thurber, en el que el estadounidense más bien utiliza un clásico para burlarse de la novela inductiva.

Así se ve el actual asunto policiaco de Sedesol ¿quién planeó los muchos delitos que se atribuyen a Robles?

Y aunque ya lo sabemos, el tiempo nos lo confirmará.