La libertad de expresión en México es un derecho reconocido y ejercido desde no hace mucho tiempo.

Lo anterior debido a la hegemonía del régimen político posrevolucionario enfundado en las siglas del PNR, que a la postre daría origen al PRI quienes no permitieron durante décadas la crítica periodística y/o social.

Fue hasta finales del gobierno de Carlos Salinas que algunas voces empezaron a ser toleradas. Esto en gran medida por el derrumbe del sistema priísta provocado por los acontecimientos del año 1994 en donde el surgimiento de la guerrilla zapatista combinado con los asesinatos políticos, evidenciaron la descomposición que tanto había sido ocultada.

A partir de la década pasada ya sin el PRI en el gobierno sumado a la expansión del Internet y el posterior surgimiento de las redes sociales, prácticamente cualquier tipo de expresiones se pueden hacer, leer o escuchar sin temor a ser perseguido o señalado por el gobierno.

Sin embargo, aunque parezca increíble, hay grupos que añoran esos tiempos de represión y no son precisamente los que la ejercían.

Hoy en día existen sectores sociales, políticos y periodísticos que a la menor provocación se desgarran las vestiduras alegando ser acosados por las fuerzas gubernamentales.

El despido de la periodista Carmen Aristegui por parte de MVS, ha sido el pretexto idóneo para que los autoproclamados ?defensores de la libertad de expresión? nuevamente se hagan visibles y se lancen con todo y contra todos los que no congenien con sus ideas.

Aristegui es sin duda un referente en el periodismo mexicano, puede o no gustar pero tiene un amplio público que le es fiel y le cree sin reservas. No importa si  el ?enemigo? es Televisa, Calderón, Peña Nieto o ahora MVS, la periodista siempre está en el candelero por sus dichos en contra de todos ellos aun cuando en muchos casos no están ni mínimamente sustentados. Y es precisamente ese poder que le ha otorgado ?su gente? el que la ha llevado a lo más alto de la egolatría.

Carmen Aristegui se considera intocable, nada ni nadie puede objetarle, ella es poseedora de la verdad absoluta y su soberbia no le permite aceptar lo contrario. Su concepción de la libertad de expresión incluye denostar y en algunos casos destruir con el micrófono a quienes por razones políticas y/o económicas convenga.

Aun siendo empleada de una medio de comunicación actúa al mismo tiempo como dueña y víctima de la misma. No respeta la libertad de la empresa para mantener o no en su nómina a quienes considere conveniente a sus intereses, y peor aún, azuza con sus desplantes a los teóricos de la conspiración.

Hoy los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, el derrumbe de nuestra moneda, la violencia y las corruptelas del gobierno de Peña han quedado relegadas a un segundo término.

Hoy lo importante es que los dueños de MVS se disculpen con Aristegui y le sigan pagando su sueldo mensual de aproximadamente 1 millón de pesos.

¡Vaya favor que le hace al país y a la propia libertad de expresión!