En el mundo la gente tiene formas muy distintas de ser y de pensar, pero para Jimena había solo dos tipos: a quienes les interesaban los sueños y a los que no; en su caso, era una de esas personas a las cuales les parecía muy importante hablar sobre ellos, es por esto que decía que soñaba despierta. Desde niña sus papás le recordaban constantemente de su imaginación, en lo más simple veía lo increíble y trataba de llenar cada momento con su realidad. Para ella las casas eran edificios históricos, no importaba el tamaño, la ubicación o la antigüedad. Jime, esa la construyeron hace 5 años, le decía su papá. ¿No crees que tiene historias y secretos guardados en sus paredes? Las paredes se tragan todas las palabras dichas, le respondía. Esa no fue la primera ni la única vez que le dejó callado, lo cual provocaba la risa de su hermana menor, aunque a ella prácticamente todo era chistoso.

En la familia nadie le veía futuro, tal vez por cómo era o porque nunca mencionó tener un plan. A veces, cuando salía la familia a cenar, su papá bromeaba –aunque un poco en serio – sobre cómo se iban a turnar para “hospedarla” cuando se mudara de la casa. Lo que no sabían es que no quería vivir con nadie de su familia, es más, no quería tener una casa fija para así poder viajar y vivir solo con lo que cupiera en sus dos mochilas; sus papás no estaban de acuerdo con esta decisión y al cumplir 18 años le rogaron para que no se fuera pues pensaban que nunca la verían, su decisión causó sorpresa en todos pues le prometió a sus progenitores su estadía – sobre todo porque su idea de irse había sido una broma, simplemente se había alargado.

Ojalá supiera qué hice mal con Jimena, quisiera regresar el tiempo para, ahora sí, recordarle dónde acaba la imaginación y dónde empieza la realidad, pensaba su papá constantemente. Ella nunca se daba cuenta de que estas cosas rondaban por la mente de su progenitor, la verdad es que no le importaba mucho, o más bien, nada; cada vez que le regañaban o le trataban de dar un “consejo” – de esos que te dan como sugerencia pero es más bien una crítica – sobre su forma de ser, siempre respondía de la misma manera: sonreír e irse a su cuarto para escuchar música y pintar, algo que claro está, sus papás no sabían que hacía ni mucho menos lo buena que era.

No quería morir, no por miedo, pero por el deseo de ver la vida con unos ojos diferentes todos los días. Ella decía que era como acostarse a ver las nubes, en un momento ves un conejo y en un parpadeo ves una lagartija; la vida cambia así de rápido y quiero ver tanto cómo pueda. Por lo anterior, a nadie de sus conocidos le sorprendía las cosas que hacía, desde aventarse con paracaídas de un avión hasta nadar con tiburones; muchas veces no era porque quería, sino por probarle a los demás que sí podía; en su casa tenía un cajón lleno de todo tipo de inmovilizadores, lo cual siempre provocaba la risa en su familia y amigos.

Nadie sabía de su trabajo: vender sus pinturas por internet. Se hacía llamar “Libélula”, a sugerencia de su mejor amiga Patricia, quien era la única que sabía de todo esto. Su origen es muy simple: a ambas les gustaba ese insecto, por eso se tatuaron la mitad de una libélula en sus palmas izquierda y derecha, así cuando estuvieran juntas se vería completo; esto habría causado un gran problema en cualquier otra familia, pero no con la de Jimena, pues ya sabían cómo era  y a la de Patricia no le importaba en absoluto pues no le prestaban mucha atención a lo que hacía. Para casi todas sus pinturas y dibujos su mejor amiga era también la modelo, no eran cien por ciento realistas pero en algunos se notaba que era ella, es por eso que agradecían que sus compañeros de clase no fueran amantes de la pintura.

Cuando salía de clases no regresaba a su casa inmediatamente, sino que se iba a caminar con Patricia para tomar fotos o buscar inspiración para sus pinturas, no tenía prisa ni nada más que hacer, al menos nada que a ellas les interesara. Ya en la tarde se iban a un parque y se acostaban para poder ver las nubes, algo que su mejor amiga no disfrutaba tanto cómo ella. Ese día tuvo que regresar temprano a su casa para recibir un paquete que su papá había pedido y se negaba a decirles qué era. Cuando llegó y lo abrió, se dio cuenta de que era una pintura suya. Su papá había comprado una pintura de sus obras sin saberlo y esperaba que nunca supiera su secreto.