El día de ayer se dio a conocer la carta enviada por el canciller Marcelo Ebrard al Financial Times por la cual defiende al presidente López Obrador ante la pasada publicación del diario británico en torno al “nuevo dictador de América Latina” en referencia al mandatario mexicano.

En la carta el secretario de Relaciones Exteriores exalta el “espíritu democrático” de López Obrador y la necesidad de consultar al pueblo en aras de legitimar las acciones del gobierno.

La carta de Ebrard, más que un documento elaborado por el personal que integra la Secretaría de Relaciones Exteriores – o el propio secretario- parece un texto redactado del puño y letra de López Obrador, pues si bien el presidente es el responsable del diseño de la política exterior (art. 89 constitucional) la función del canciller es asesorar al jefe del Ejecutivo en materia de relaciones internacionales.

Por otra parte, el canciller -o quien haya redactado el texto- comete una gran imprecisión. Cita el caso del referendo en Irlanda en torno a la ratificación del Tratado de Lisboa (el lector recordará que este tratado supuso importantes cambios constitucionales y de funcionamiento de la Unión Europea) y el plebiscito que tuvo lugar en el Reino Unido por motivo del Brexit. La comparación es desafortunada y no tiene lugar.

Por un lado, los referendos en Irlanda y el Reino Unido respondieron a la necesidad de legitimar una acción soberana de los Estados para la ratificación de un nuevo tratado constitucional, y para la salida de la Unión Europea, respectivamente. El caso de la consulta mexicana para enjuiciar a expresidentes, en cambio, es una estratagema populista sobre si debe o no ser aplicada la ley a un puñado de ciudadanos sin fuero. En suma, el ejemplo citado por Ebrard es improcedente, y además, trasluce una falta de conocimiento del derecho de la Unión Europa: algo imprescindible para un estudioso de las Relaciones Internacionales, y para quien encabeza la Cancillería.

Finalmente, subrayo que el canciller Ebrard tiene ante sí enormes desafíos al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores, pues deberá responder a las directrices emitidas por el presidente, y al tiempo, deberá lavar la cara del gobierno federal cada vez que un diario extranjero publica un texto crítico de la gestión de López Obrador. ¡Buena suerte, Monsieur Ebrard!